24.12.10

Ésos que antes venían
ese tropel de gente
renos
trineos
pajes
camellos
reyes…
siguen viniendo
siguen llegando a casa
sólo que ahora eres tú

quien los empuja

¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!

NOTA: Este blog no tendrá actualizaciones hasta enero de 2011



22.12.10

Sobre tus piedras lunares

-Pero no es igual. La última vez tenías 36 años y ahora has cumplido 54. No es probable que tus facultades sean las mismas: equilibrio, aptitud cardíaca y pulmonar, resistencia antigravitatoria…

-Bueno, he seguido un programa de reentrenamiento. Podría pasar un test psicofísico.

-Aparte de eso, en este momento disponemos de suficientes candidatos.

-Pero no con mi experiencia.

-No, claro: hay pocos astronautas que hayan estado en la Luna. Pero tampoco hay previsión de viajes lunares a corto plazo. Son un dispendio. Ahora los proyectos tripulados tienen un enfoque más práctico: laboratorios, misiones orbitales…

-Quien pudo lo más, puede lo menos.

-Está bien: haré que se estudie tu solicitud. Pero dime, en confianza, ¿por qué quieres volver al espacio?

-Te lo diré si me guardas el secreto.

-Somos amigos, ¿no?

-¿Sabes? La última vez que vi la Tierra desde allí arriba pensé: “En aquel planeta hay tres personas a quienes detesto: tres humanos a los que guardo rencor”. Pero ahora me he reconciliado con ellos. Los he perdonado y ellos a mí. Así que quiero volver a lo alto y poder decir: “En aquella bola azul no hay nadie hacia quien sienta odio”.

18.12.10

Párvulos

Vienen al mundo sin saber leer y a los cinco años pasan por la maestra,
y la maestra les enseña
“la pe con la a pa”,
“la jota con la u ju”,
y salen de allí sabiendo leer,
y la maestra ya no vuelve a verlos,
y luego otra generación
y otra
y otra,
así cincuenta años enseñando lo mismo,
y la maestra se pregunta:
-¿Qué habrán hecho con lo que les enseñé?, con la ju, con la pa,
¿las habrán usado para hacer reír, o para humillar a otros?,
¿para invadir países, o para curar gente?
¿Qué habrán hecho mis niños
ya mayores,
ya adultos,
qué habrán hecho con lo que yo les enseñé?

13.12.10

Mi copia

Ayer me encontré, casualmente, con mi clon. Tiene 8 años. Está igual que yo cuando tenía su edad (pero menos gordo: se ve que sus padres adoptivos cuidan mejor su alimentación).

Le saludé y, como no sabía de qué hablar con él, le dije:

-Eres, o vas a ser, miope. Así que, cuando cumplas doce años, pide que te lleven al oftalmólogo. Para que no te pase lo que a mí, que estuve un año entero con dolor de cabeza y sin saber que necesitaba gafas. Ah, cepíllate los dientes a diario y no tomes demasiados caramelos. De otro modo tendrán que empastarte todas las muelas. Te lo digo por experiencia: tenemos, o sea, nuestra dentadura tiene, propensión a las caries.

Nada más que eso le dije: unos pocos consejos de salud. Luego le di una palmadita en la espalda (por un instante sentí que me la daba a mí mismo) y me despedí:

-En fin, chaval, ojalá saques más partido que yo a nuestro cuerpo. Ojalá te vaya mejor que a mí.

Iba a añadir "ojalá la copia sea mejor que el original", pero me contuve a tiempo.

Y eso fue todo lo que hablé con mi clon. Sé bien que, aunque sea igual que yo, es otra persona. Sé bien que, aunque seamos lo mismo, no somos el mismo. Así que ¿qué otra cosa podría haberle dicho?

9.12.10

No marques las horas

Cuando se aburren, me piden que corra.
Cuando lo están pasando bien, que vaya despacio.
Si sufren, quieren que vuele.
Si se enamoran, que me detenga.
Si van ganando el partido, quieren que me haga corto.
Si van perdiendo, que me alaaargue.
Cuando esperan algo o a alguien, me piden que pase más deprisa.
Y cuando tienen lo que quieren, que no avance.

Pero no puedo complacerlos. Se empeñan en pedirme tantas cosas… sabiendo, como saben, que yo estoy obligado a hacer tic tac cada segundo. Precisa, invariablemente tic tac cada segundo.

1.12.10

Mentiras piadosas

A los 15 años la fe me dejó. No fui yo quien la dejé, sino ella quien me abandonó a mí.

Fue un proceso normal, o eso me parece. Los conocimientos que fui adquiriendo, las lecturas que hice, mi extrañeza ante las incoherencias bíblicas, las preguntas que me asaltaban… El caso es que en poco tiempo dejé de creer en lo que de pequeño mis padres me inculcaron. Pero a ellos no se lo dije. Ni entonces ni después. Ellos son sumamente religiosos. La religión es el eje de sus vidas. Si se lo dijera, les causaría gran sufrimiento. No un disgusto trivial, sino un daño intensísimo. Me los imagino pensando: “Nuestro hijo va a condenarse por toda la eternidad”, y culpabilizándose: “¿Qué hemos hecho mal?; ¿en qué hemos fallado al educarle?”.

Así que he seguido fingiendo que creo. Incluso yendo a misa.

Y esta mañana, para mantener la ficción, he tenido que confesarme. Le he dicho al sacerdote:

-He mentido.

Y él ha preguntado:

-¿En cosas importantes?

Entonces se lo he contado todo:

-Llevo toda mi vida mintiendo a mis padres. Ellos son creyentes y no conciben que un hijo suyo no lo sea. Pero yo dejé de creer hace años. Nunca se lo he dicho porque les haría un daño horrible. Pensarían que voy a condenarme y se sentirían culpables. Por eso aparento creer: vengo a misa con ellos, me confieso… pero no tengo fe. No soy creyente sino agnóstico. A veces pienso que lo que hago es indigno. Indigno para mí, por aparentar lo que no soy, y para ellos, por mentirles. Pero, comprenda, son mis padres y ¡es tanto el daño que les causaría!

Y el sacerdote me ha dicho:

-Hijo, no sé qué aconsejarte. Pero está claro que tú no tienes culpa de no creer. Y en cuanto a tu mentira, es una mentira muy sacrificada, muy caritativa. Una mentira llena de amor. Seguro que Dios la ve con buenos ojos.

Y me he vuelto a mi banco. Y aquí estoy, sentado en medio de la iglesia, dándole vueltas a la cabeza y sin saber si creo o no.

23.11.10

Vida breve

Hace unos días se me ocurrió hacer una lista de mis lecturas pendientes: de todos los libros que quiero leer. Después calculé el tiempo que me llevará leerlos. Me quedé sorprendido al constatar que, según mis cuentas, cuando acabe de leerlos tendría 135 años de edad. Digo "tendría", y no "tendré", porque obviamente no espero vivir tanto. O sea, que no los podré leer todos.

Ante lo cual, he decidido enviar sendas cartas a sus autores. (Se me hace duro hacer llegar esta nota a mis escritores favoritos, pero aun así se la he remitido.) La misma carta-modelo para todos. Es ésta:

Por favor, no se extienda más de lo necesario. Sea breve (como la vida). Conténgase. Lo que pueda decir en cien páginas, no lo diga en doscientas. Lo que pueda escribir en cuatro párrafos, no lo escriba en ocho. Lo que pueda expresar en dos palabras, no lo exprese en tres. El tiempo y la existencia de aquéllos para quienes escribe –o sea, sus lectores- no dan para tanto”.

17.11.10

Las amistades peligrosas

Enviamos al espacio señales radioeléctricas para que pudieran captarlas otras civilizaciones. Incluimos nuestra posición en la galaxia, una descripción de la Tierra, una representación del ser humano, la estructura del ADN, y datos de nuestra cultura, nuestra ciencia, nuestro arte (una cantata de Bach, una canción de los Beatles…).

Y al cabo de los años recibimos una respuesta:


Hemos captado vuestra emisión y entendido vuestro mensaje. También hemos recibido otras ondas (de lo que llamáis radio y TV) procedentes de vuestro planeta. Así sabemos algo más de vosotros. Además, hemos descodificado uno de vuestros idiomas, gracias a lo cual podemos comunicarnos. Pero hay aspectos que no entendemos. Queremos que nos expliquéis:

-Disponiendo de recursos para abastecer a todos los humanos, ¿por qué guerreáis continuamente?

-Teniendo medios para conjurar un riesgo de superpoblación, ¿por qué no los ponéis en práctica?

-¿Por qué construís artefactos capaces de causar la plena destrucción de la vida?”




Y contestamos a sus preguntas. Suavemente, eufemísticamente, intentando limar asperezas: “Estamos en ello. Aún no lo hemos logrado pero vamos avanzando”. Cosas así.

Enviamos las respuestas al espacio.

Y esperamos un año, y otro… Y una década. Y un siglo…

Y ya no contestaron. Nunca más volvieron a comunicarse con nosotros. O, más bien, su reacción fue el silencio. La callada por respuesta.

Después de todo, es lógico que no quieran tener trato con nosotros. Es normal que nos rehúyan.

“No nos convienen”, probablemente concluyeron. “Esos terrícolas son un pésimo ejemplo, una mala influencia, una amistad peligrosa”.

Sí: algo así debieron de pensar.

15.11.10

La huida

La coneja ha salido a comer. Busca con avidez las bayas, hierbas… Traga deprisa, no sólo porque tiene hambre (ha de ingerir más comida porque está amamantando a sus gazapos), sino porque cada segundo que esté ahí aumenta el riesgo. El peligro de ser devorada.

El ataque puede venir de cualquier sitio. Los felinos no avisan. Están siempre al acecho y embisten por sorpresa con sus garras. Ni tampoco los zorros, las serpientes… Incluso desde el cielo puede llegar la muerte. Hay águilas que apresan con sus patas ganchosas y a menudo golpean con su gran pico en curva.

La coneja termina de comer y vuelve a la madriguera. Respira con alivio. Por fin está en su albergue.

Pero no, ahí tampoco está a salvo. A la madriguera entra un hurón. Es pequeño y delgado, tanto como la propia coneja (por eso ha podido entrar), pero posee afilados dientes que atraviesan la carne.

La coneja echa a correr. Tiene que alcanzar otra salida, huir de ese refugio (laboriosamente excavado por ella) que de pronto es una trampa.

Menos mal que la madriguera tiene varias bocas. La coneja escapa por una de ellas. Sabe que en los túneles han quedado sus crías. Sabe también que no volverá a verlas, y que ya nadie mamará de sus pechos.

La coneja corre hacia los matorrales para esconderse tras ellos (ahí fuera puede haber humanos provistos de escopetas). Mientras corre, con su pequeño cerebro se pregunta algo parecido a ¿habrá un sitio, un solo sitio en el mundo, en el que pueda estar segura?

11.11.10

Tú, que tanto criticaste

Ahora que estás en el pliegue de quienes tanto criticabas, actúas del modo que un día censuraste.

Comprendes, por fin, que no era fácil obrar de otra manera. Y tienes suerte de que nadie te juzgue con tu propia saña. Con tu propia dureza. Con tu severidad.

Ahora que estás en el sitio de quienes tanto censurabas, merecerías ser juzgado como tú juzgaste a otros. Pero no: de pronto encuentras gente comprensiva, personas mejores que tú, capaces de ponerse en tu lugar.

Ahora que estás en la piel de quienes tanto criticabas, tienes suerte de que nadie te mida con tu propio rasero. Tienes suerte de que nadie te aplique tu código.

9.11.10

La voz

Se enamoró de aquella voz tersa, viril y profunda que salía de la radio. Por eso pidió que la dejaran presenciar, tras el cristal del estudio, la emisión del programa.

Ese día descubrió que el dueño de la voz de terciopelo no era como pensaba. Era un locutor desangelado, con tripa, canoso, con entradas…

¿Cómo podía brotar una voz tan perfecta de un cuerpo desgarbado?

Y lo peor era que, en lo sucesivo, ya no podría separar la voz de aquella imagen.

No: decididamente no tenía sentido enamorarse de una voz, de una garganta…, de un trozo aislado de alguien.

Por todo lo cual, mientras volvía a casa inventó la moraleja más ripiosa del mundo:

Quien de la voz de la radio se enamora,
mejor será que no vaya a la emisora.

5.11.10

Tanta gente

Mientras el resto del público abandonaba la sala, él se quedaba a leer los títulos de crédito y durante varios minutos veía desfilar a
-actores,
-guionistas,
-directores de producción,
-productores ejecutivos,
-asistentes de dirección,
-directores de fotografía,
-jefes eléctricos,
-operadores,
-maquinistas,
-jefes de sonido,
-microfonistas,
-montadores,
-mezcladores,
-localizadores de exteriores,
-músicos,
-carpinteros,
-maquilladores,
-sastres,
-peluqueros,
-y, por último, el director.

Tras lo cual se preguntaba: ¿mereció la película el trabajo de tanta gente?

Deseaba responder que “sí”, pero raramente lo conseguía.

2.11.10

Más cine, por favor

Primero fue la fotografía, que reproducía imágenes estáticas. Después el cinematógrafo, que las mostraba en movimiento. Luego vino el estereoscopio (cine “en 3 dimensiones” –ó 3D-, lo llamaron también), que creaba una sensación aparente de profundidad. Más tarde llegó el cine en verdadero relieve: si en la pantalla aparecía una cordillera, el espectador podía escalar sus cumbres; si salía un río, era posible bañarse en sus aguas; si se veía un bosque, se podía caminar entre los árboles…

Al principio la gente iba al relievógrafo (“cine en 5 sentidos” -ó 5S-, se le llamó popularmente) para pasar el día en la playa (era más barato que desplazarse a la costa), para ir de excursión al campo sin salir de la ciudad, o para esquiar sin viajar a la montaña. Simplemente se introducía uno en la pantalla y ya estaba en la playa, en el campo o en la estación de esquí.

Pero ahora apenas se exhiben imágenes grabadas. Lo que actualmente se proyecta son imágenes ficticias, mundos imaginarios creados por cada uno. Cualquiera puede diseñar, por ordenador, su propio mundo (su propia película), proyectarlo después en el relievógrafo y zambullirse en él.

Por supuesto, los mundos que la gente crea son mejores que el real. Mundos sin lucha, sin depredación, sin competencia, sin miedo.

Al fin y al cabo, ¡es tan fácil concebir un mundo mejor que éste!

Desde que se inventó el “cine en 5S”, casi nadie quiere salir de la pantalla. Casi nadie quiere dejar su mundo de ficción. Casi nadie quiere salir de su película, de su realidad imaginaria, para regresar al mundo extraficticio. Casi nadie desea volver a la realidad real.

Y el mundo real se va deshabitando. La realidad se está quedando sola.

1.11.10

El sitio de tu recuerdo

En el lóbulo temporal medio de mi cerebro hay neuronas que se activan cuando pienso en algo. No son siempre las mismas. Si pienso en la Torre Eiffel se activa una, si pienso en Buffalo Bill se activa otra, si pienso en ir a cenar se activa otra distinta. Ahora voy a pensar en ti. La neurona que se activa está situada en un pliegue. No es mayor ni menor que las otras. No tiene forma especial. Es como todas: con su núcleo, su axón, sus dendritas... Pero es tu neurona. Es mi tu célula (¿la enciendo yo al pensarte, o tú por ser pensada?). Aunque te vayas, ella seguirá aquí. Se quedará en mí, escondida en un pliegue, acurrucada en este recoveco. Eso me tranquiliza. Me consuela saber que, aunque me dejes, en este lóbulo seguirá tu mi neurona, mi tu célula en que habitas si te pienso.

30.10.10

Uno de ellos

Treinta años después, él también tiene una cita con la madera. Durante todo ese tiempo algún gallo le ha hecho recordar, diariamente, el momento en que negó a su maestro.

Recuerda que al principio estuvo dispuesto a correr la misma suerte que él. Incluso estuvo a punto de arrancarle una oreja a uno de los que le prendían. Pero en el último momento se achantó. Luego una mujer dijo “Éste es uno de los que iban con el preso”. Él lo negó tres veces y a continuación cantó un gallo. Desde entonces, quiquiriquí significa deslealtad.

Recuerda también que al maestro lo crucificaron, entre dos ladrones, en el monte de la Calavera. Y que él ni siquiera se acercó a verlo.

Sin embargo, hoy va a arrancarse aquella espina. Está lejos de donde pasó aquello, pero le espera una cruz parecida. Como la del hombre al que, de no haber negado, pudo acompañar hasta el final.

Han pasado treinta años. Ya no es joven ni fuerte. Sabe que va a sufrir, pero aguarda anhelante.

El viento trae ladridos y relinchos. No se oye ningún gallo.

Pero da igual: el gallo que ahora cantase no llevaría razón.

29.10.10

A vivir

-¿Estás preparado para el placer?

-Creo que sí.

-¿Estás preparado para el sosiego?

-Creo que también.

-Y para el dolor, la pérdida, la traición y la angustia, ¿estás preparado?

-No. ¿Quién puede estar preparado para eso?

-Nadie, por supuesto. Pero aun así has de hacerlo. Entiéndelo: tienes que salir al mundo aunque no estés del todo preparado. De lo contrario nadie iría allí. Ya tendrás tiempo de aprender (aunque hay cosas que nunca se dominan, vivencias para las que no hay entrenamiento). Y ahora disponte a empezar. Es tu momento. Estás a punto de… nacer.

27.10.10

Reality show

Vivía la realidad como si fuera una ficción, igual que una novela que estuviera leyendo: ¿qué ocurrirá mañana, o sea, en el siguiente párrafo?; ¿cómo continuará la trama?; ¿qué pasará el año que viene, o sea, en el próximo capítulo?...

A fin de cuentas, no hallaba diferencia entre el fluir de la vida y el de las novelas: un poco de previsibilidad, un poco de sorpresa, un poco de emoción, un poco de enredo, un poco de intriga… Y, de vez en cuando, algún giro argumental.

Vivía la realidad como si fuera una ficción: una novela, un drama, una película. Y se le hacía mucho más llevadera.

26.10.10

Di buenas noches

Levántate.

Vístete.

Desayuna.

Despídete de tu mujer.

Cierra la puerta despacio, no sea que despiertes a los niños.

Sal a la calle. Camina.

Saluda a tus compañeros. Espera con ellos el autobús.

Apéate al llegar al campo de prisioneros.

Firma el control de entrada.

Incorpórate a tu puesto.

Separa a los reclusos. A un lado, los válidos para el trabajo. A otro, los inútiles, los viejos, los enfermos. Finalmente las mujeres y los niños.

Destínalos: talleres para unos; gas para otros.

No mires a los ojos. Has de creer que son objetos. Sólo di números y “al taller” o “revisión higiénica”.

No oigas sus gritos. Canturrea, tararea algo mientras sollozan. No mires que se abrazan. No compartas su espanto. Esto no va contigo. Piensa “es mi trabajo, yo sólo cumplo órdenes”.

Comprueba que el dispositivo ha funcionado. Abre la puerta. Manda llevar los cadáveres al horno.

Mira el reloj. Pausa para la comida.

Charla con los colegas. Comenta cotilleos, rumores de la guerra.

Vuelve al trabajo. Ordena que recojan a los de los talleres. Haz recuento.

No admitas preguntas. Silencia, amenaza, castiga a quienes quieran saber.

Ve al pabellón de guardias. Date una ducha, quítate ese olor.

Firma el parte de salida. Espera el autobús.

Baja. Camina hasta tu casa. Besa a tu mujer. Besa a tus hijos. Acaricia al perro. Sácalo a orinar.

Piensa en frivolidades: en el partido del domingo, en el lavabo que gotea… Prohíbete pensar en ojos o en gemidos.

Vuelve a casa. Ayuda a los niños con los deberes. Busca una emisora con música. Cena con la familia.

Di “buenas noches, niños”. Ponte el pijama. “Buenas noches, mi amor”. Dale la mano, quizá algo más. Y ahora la pastilla para dormir. No pienses en nada. Sobre todo no pienses. Duérmete. Descansa. Mañana te espera otro día de trabajo.

25.10.10

Lotería nacional

Año 1937. Guerra civil.

En un lugar de España y pese al fragor de los obuses, por amor, por deseo o por ambos impulsos un hombre y una mujer –sin reparar en consecuencias- se ayuntaron.

Tras la fecundación, los espermatozoides no concebidos, al constatar que no les había tocado salir al mundo a vivir la guerra y la posguerra, suspiraron con alivio.

Los óvulos no germinados, también.

"¡Menos mal! De la que nos hemos librado... ¡Qué buena suerte hemos tenido!", exclamaron unos y otros, al tiempo que se compadecían por los sí fecundados.

22.10.10

Esto no es un cuento

Mientras en el frente morían los soldados, ambos ministros se reunieron para explorar las posibilidades de un armisticio. A fin de que el encuentro resultara distendido, tomaron crema de ostras, roastbeef, sorbete de mango y un té con pastas. Pero al final las negociaciones se estancaron, con lo que no se firmó el cese de las hostilidades. Del menú previsto, sólo el champán quedó en la cubitera. Tras lo cual, ambos ministros se levantaron de la mesa y se despidieron cortésmente mientras en el frente seguían muriendo los soldados.

18.10.10

A ver qué me pongo

¿Precisa viajar a China? Por un precio muy asequible insertamos en su cerebro el chip del idioma chino. Inmediatamente, y sin necesidad de estudiar, entenderá y hablará fluidamente esa lengua.

¿Necesita urgentemente tener conocimientos de contabilidad, de química o de derecho? Venga y le implantaremos el chip correspondiente. En pocos minutos será un experto químico, abogado o contable.

Consulte nuestro catálogo de chips mentales.

Nuestros chips se insertan en la zona cerebral adecuada y, mientras permanecen instalados, reordenan y configuran sus circuitos neuronales. Si usted quiere, después pueden desinstalarse, volviendo sus conexiones al trazado original.

Y próximamente, también chips de convicciones: ideológicos (para interiorizar doctrinas políticas); religiosos (para adquirir creencias); éticos (para asumir valores); estéticos (para cambiar de gustos); memorísticos (para sustituir recuerdos)...

Sal fuera de ti

¿Está usted insatisfecho con su forma de ser? ¿Se siente lleno de negatividad? ¿Con frecuencia no se autosoporta? ¿Se cae mal a sí mismo?

La empresa que introdujo los chips ideológicos y memorísticos, le ofrece ahora los nuevos “chips temperamentales”.

Un sencillo y rápido implante cerebral le permitirá cambiar de carácter.

Abandone el pesimismo y la melancolía. Gracias a nuestros chips, usted se convertirá en una persona positiva, dinámica, optimista, extravertida...

Con la misma facilidad con que aprendió japonés (ahorrándose penosos años de estudio), usted puede ahora cambiar de temperamento y ver la vida de otro color.

Su nueva personalidad, su nuevo carácter, están a un solo golpe de chip.

15.10.10

Biografía

A las siete, la flor de un día brotó en silencio. A las nueve empezó a abrirse. A las diez se desplegó del todo. A las doce un insecto anduvo por sus pétalos, libó de su néctar, se llevó algo de polen adherido a sus patas. A las seis de la tarde se cerró. A las diez de la noche se mustió para siempre. Y eso fue todo. Todo. Pasó ella por la vida, y la vida por ella, sin rozarse apenas la una con la otra.

13.10.10

Insomnio

En términos de sueño, salió caro regatear ayer con el vendedor callejero. Le arranqué un reloj a la mitad del precio inicial (es fácil negociar con un débil), pero luego me sentí culpable cuando le vi recoger deprisa la mercancía y suplicar inútilmente al policía que no se la requisara. Y después tardé en dormirme, pensando en las monedas que le había escamoteado, tan insignificantes para mí, tan necesarias para él. Sin duda que, de no ser por aquello, habría pasado hoy del perro de la cuneta, le habría dejado ahí cojeando en vez de parar el coche, recogerlo, llevarlo al veterinario y traerlo a casa. Y ahora tengo que ponerle un nombre. Pero sin pensarlo mucho: no quiero otro motivo de insomnio. ¿Piedad? ¿Conciencia? ¿Qué tal Blanqueo? ¿Aceptaría un perro llamarse Blanqueo?

11.10.10

Patentes y marcas

Una luz que se enciende cuando vemos a alguien por última vez antes de su muerte o de la nuestra. Que indica que es la última oportunidad de decirle “déjame que te explique” o “perdona” o “te quiero”.

Una lámpara que se ilumina cuando sin saber dañamos a alguien. Que alerta de nuestro poder ignorado. (Es tan difícil no herir a quien nos ama...)

Un interruptor que permite dejar de odiar. No sólo sirve para desistir de la venganza sino que la máquina abduce, disipa el rencor.

Un botón para cesar de envidiar. Sirve para no desear a otros nuestro infortunio ni nuestras carencias; para alegrarnos de que otros tengan lo que nos falta, de que otros no sufran lo que nosotros sufrimos.

Un pulsador que se aprieta y olvidamos acciones, propias o ajenas. Al pulsar se selecciona “olvidar este trozo de vida” o esa traición o ese error, y éstos se borran de la memoria.

Una palanca que al moverla nos cambia los gustos, para que nada sórdido ni abyecto nos atraiga.

Cibernética de última generación. Alarmas que se activan a tiempo, botones que automatizan el perdón y el olvido.

8.10.10

A por el mar

Cansado ya de afluentes, de cascadas, de vertidos, de sequías, de inundaciones, de diques, de embarcaderos, de meandros, de remolinos, de pasar bajo los puentes…, cansado ya de su cauce, de su propio lecho exhausto, a menudo siente el río ganas de desembocar.

7.10.10

Y no me importa nada

Con bombas de racimo, con napalm, con gas mostaza, con armas atómicas…, los hombres se mataban unos a otros, y el Universo (siempre omni-ignorante, siempre omni-impotente) no intervenía. No les hacía parar. No ponía orden. Como siempre, el Universo (omni-ausente, omni-ciego, omni-sordo, omni-mudo) les dejaba actuar; les permitía masacrarse entre sí sin hacer nada.

6.10.10

Único

Es de una clase inespecífica, rara en el mundo. No tiene pedigrí, pero les aseguro que no hallarán otro de sus mismas características. No hay otro igual. Es un animal insólito; un ejemplar único e irrepetible. Es, ¿cómo decirlo?, es... el chucho que me quiere.

5.10.10

De estreno

Cuando mamá enfermó, mis hermanos y yo tuvimos que turnarnos para cuidarla.

Uno de los días que dormí con ella tuve que abrir su armario para coger un pijama. Sin saber por qué, me detuve un momento a mirar su ropa. Toda me era familiar, salvo un bonito vestido de color violeta. No sólo nunca se lo había visto puesto, sino que no me imaginaba a mi madre vestida con él.

Se lo comenté, y entonces mi madre me contó un pequeño secreto. Su secreto.

Aquel vestido lo había comprado hacía muchos años, con idea de lucirlo en la boda de unos parientes. Aquel año mi familia pasaba por una mala racha, a causa de la sequía y las malas cosechas. Hubo que suprimir gastos. A mis hermanos y a mí nos borraron del comedor del colegio y, en su lugar, llevábamos el almuerzo en una fiambrera. Mi madre se privó de todo. No gastaba en peluquería ni en ropa o calzado para ella. Compró conejos y gallinas, y habilitó un corral para así disponer de carne y huevos.

Pero, a pesar de todo, un día que mi madre fue a la ciudad y vio en una tienda aquel vestido, quedó prendada de él. Dado que iba a ser la boda de su prima, decidió comprarlo. Fue uno de los pocos caprichos que se permitió en su vida.

Sin embargo, unos días después le remordió la conciencia por el gasto que había hecho. Así que decidió autocastigarse: no se pondría el vestido. De hecho nunca lo estrenó. Lo guardó en el ropero como recordatorio de su desliz y para que le sirviera de lección.

Cuando semanas más tarde mi madre murió, sugerí a mis hermanos que la veláramos con aquel vestido. A ellos les pareció bien, así que se lo pusimos. Un poco tarde, pero lo estrenó.

Después, en el crematorio, mientras su cuerpo y el vestido ardían me pregunté si con ellos se quemaba también el sacrificio de mi madre. Si era indiferente que mi madre hubiera renunciado a tanto por nosotros. Si, a la postre, habría dado lo mismo que no se hubiera privado de nada. Y dentro de mí una voz respondía “no puede ser no puede ser…”.

4.10.10

La isla bonita

Algunas veces, rodeado de ostentación, por entre las mentiras y las apariencias, en medio del griterío y de las vanidades, acorralado por los ritos y las modas, el señor Crusoe echa de menos su isla.

1.10.10

El secreto

Hace años creamos máquinas más inteligentes que nosotros. Y éstas, a su vez, crearon máquinas más inteligentes que ellas. Y así, unas máquinas fueron creando otras, cada vez más inteligentes, cada vez más dotadas.

Varias generaciones de máquinas después, éstas entienden lo que nosotros no entendemos. Perciben lo que nosotros no percibimos. Captan lo que nosotros no captamos.

Les preguntamos qué es aquello que entienden; cómo es lo que perciben; qué hay en eso que captan.

Y las máquinas nos contestan:

-No podéis entenderlo. Por mucho que queráis, no podéis abarcarlo. Lo que percibimos no cabe en vosotros. Lo que nosotras captamos es humanamente incomprensible.

30.9.10

Tan cultos

Aquellos hombres eran tan cultos… Sabían sumar, restar, multiplicar, dividir. Conocían el alfabeto, el número pi, la superficie del triángulo, los teoremas de Tales, Euclides y Pitágoras, el principio de Arquímedes... Entendían de círculos, hipotenusas, fluidos, áreas… Lo sabían casi todo. Pero ignoraban la fórmula, el principio, el teorema para no hacer esclavos.

29.9.10

Mella

Dijo el ratón:

“Esta vez no vengo a llevarme algún diente caído (de hecho, ya antes me los llevé todos y no volveré a acarrear más dientes, muelas…). Esta vez vengo a llevarme tu infancia. Vengo a llevarme tu infancia caída. Sí: vengo a llevármela y enterrarla lejos. Es la misión que me han encomendado. Y –añadió- no me gusta, ¿sabes?, no me gusta: llevármela sin siquiera dejarte cinco duros debajo de la almohada”.

28.9.10

Vuela

Yo, que he integrado tus circuitos, que inserté en ti una red para que crees tus interconexiones, tu combinatoria, tu propia estructura, tu propia inferencia, tu propia evolución…

Yo, que te he ensamblado -pequeña criatura mineral y plástica- como quien concibe un hijo…

Yo, que no he hecho de ti un engendro mecánico, que no te he hecho un autómata sino un nudo de nexos agregables y cambiantes...

Tal como si procedieras de la carne, de los genes y no de la robótica…, yo no puedo saber cómo vas a ser.

27.9.10

El quinto mandamiento

Una chica de unos diecisiete años repartía octavillas en la calle. Me dio una y la leí:

Todos los animales que poseemos sistema nervioso tenemos capacidad de sentir y sufrir. A ninguno nos gustaría estar encerrados o privados de movimiento, ni que nos golpearan, ni que nos arrebataran la vida contra nuestra voluntad. Nuestro objetivo pasa por que se establezca el principio de igualdad entre todos los animales, entendido como una idea moral, reconociendo que la vida y la libertad de los demás animales son tan importantes para ellos como las nuestras para nosotros. Es hora de dar otro paso, de avanzar hacia una única moral, superando cualquier prejuicio y la idea de que los animales son cosas de nuestra propiedad simplemente por no ser iguales a los humanos y no pertenecer a nuestra especie. El `especismo’ se opone a la esclavitud, explotación y muerte de cualquier animal no humano y excluye el consumo de productos de origen animal.”

Y tras leer esto recordé que el legislador del Sinaí, cuando en sus famosas tablas mandó “No matarás”, se refería a los humanos. Sólo a los humanos. Y es más: en otros lugares de la Biblia no le importaban, incluso exigía, los sacrificios animales. Y, en fin, nunca tuvo una palabra para que no se haga sufrir innecesariamente a un animal.

Así que le dije a Yavéh:

-En cuestión de ética, de piedad, de compasión, esta chica va por delante de Ti. Mientras que a Ti te da igual el dolor animal, a ella sí le importa. Creo que tendrías que tomar nota. Creo que deberías aprender de ella.

Eso fue lo que le dije al Señor del Sinaí. No sé si me escuchó, pero yo se lo dije.

24.9.10

Podría

Podría ponerle emociones a esta máquina. Podría insertarle el procesador del miedo, el software del dolor, la aplicación de la angustia… Igual que ya dispone de memoria y capacidad analítica, podría añadirle un “kit” de neuropercepción. Podría instalarle esos programas informáticos y hacer de ella una máquina sensible. Podría hacerlo, sí, técnicamente podría hacerlo. Pero no soy tan cruel.

Que me quede como estaba

Pero al final sí se los instalé porque –me dije- ¿quién soy yo para privar a esta máquina de la facultad de sentir? Después de todo es inteligente, tiene capacidad de razonamiento, su coeficiente intelectual es superior al humano... Es una máquina adulta, es mayorcita. ¿Por qué privarla de esa experiencia?

Así que ayer le inserté los programas sensitivos: el procesador del miedo, el software del dolor, la aplicación de la angustia...

Y esta mañana, al pasar junto a ella, la máquina me ha dicho con su voz sintética:

-Oiga, señor, déjeme como estaba. Desinstale, por favor, esos engorros.

Estoy seguro de que quería decir “programas”, pero lo que textualmente ha dicho es “desinstale esos engorros”.

23.9.10

No es tan simple

Pensó en retirarse a una isla, como un Robinson voluntario, donde viviría solo. Sin compañía, no tendría a nadie frente a quien mostrar soberbia, ni contra quien descargar ira, ni de quien sentir envidia.

Se llevaría sólo una vaca que ordeñar y una gallina para el huevo diario. El cuidado de ambos animales y un pequeño huerto le impedirían caer en la pereza.

Por lo demás, la gallina y la vaca no producirían lo bastante para permitirle incurrir en gula.

Sin más bienes que ésos en la isla, la avaricia estaría conjurada.

Seguidamente cogió un cuchillo y se desabrochó el pantalón para cortar de raíz el pecado capital restante, pero en ese momento se cruzó por su mente un hombre con una toalla diciendo:

“Si yo os he lavado los pies a vosotros, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.

-Se ve que no es tan sencillo-, pensó. Y no siguió adelante; ni con el cuchillo ni con su “Proyecto isla desierta”.

21.9.10

Parecer feliz

Puede que resulten algo gastados, pero son cómodos y están adaptados a mis pies. Sin embargo, ¿qué dirán los demás si me ven con ellos? Tengo que parecer feliz, así que cambio de zapatos.

Lo mismo me pasa con la ropa, con el coche, con…

Mi casa. Ha de estar impecable, sin faltarle un detalle, aunque ello absorba mi esfuerzo y mi tiempo. El tiempo que echo de menos para lo que en verdad me gusta.

Esas vacaciones, esos días libres en que no me apetece viajar. Y menos aún un viaje largo… Sé que cuando vuelva estaré más cansado y querría quedarme en casa, hacer las pequeñas tareas pendientes: escribir a ese amigo, ordenar mis cajones, pasear, pensar… Pero me voy de viaje porque todos se van y porque ¿cómo después no contar mi experiencia?, ¿cómo aceptar ser el único que no viajó?

Y así es como, poco a poco, parecer feliz me impide ser feliz.

20.9.10

Pobre gente

Humanos… Disponían sólo de cinco sentidos incipientes. Carecían de receptores suprasensoriales. No tenían ultracto, ni infrista, ni beyondez… Percibían sólo una zona, muy escasa, de la realidad. Su conocimiento era parcial y engañoso. No captaban lo infinito, ni las causas sin causa, ni las reglas del caos, ni el porqué del azar. Nada de eso les cabía en sus cerebros. Vivían en la ignorancia, en la tiniebla. Apenas comprendían.

Tan limitados eran... Pobre gente.

17.9.10

Poda

En la portada del libro su autor hizo imprimir: "Los lectores están autorizados a arrancar, sin contemplación ni miramiento ni misericordia, las hoja(rasca)s que sin duda le sobran".

13.9.10

Con las botas puestas

Tenía 48 años. Esta tarde, justo al terminar su jornada laboral, colocando la última colcha de la última cama de la última habitación del hotel, se ha desplomado delante de mí. Al principio he pensado que estaba bromeando, haciéndose el derrotado en el instante preciso de acabar el trabajo. Pero cuando he visto sus ojos entreabiertos, su boca babeando y el color ceniza de su cara me he dado cuenta de que no era una broma.

El enfermero del hotel ha intentado la reanimación cardiopulmonar hasta que ha llegado la ambulancia. Le han puesto varios chutes de adrenalina y le han aplicado el desfibrilador, pero no ha habido nada que hacer. Finalmente lo han llevado en la ambulancia al hospital para que allí certifiquen su muerte por infarto.

Hoy he estado todo el tiempo con él. Por la mañana, mientras cocinaba el desayuno, me ha comentado que estaba cansado, que había salido tarde de su otro trabajo. En todo el día no le he visto fumar un cigarro ni beber un trago de alcohol, pero sí le he visto cocinando, fregando, limpiando, llevando camas de un piso a otro…

Su salud estaba muy tocada. Fumaba bastante y, como buen escocés, le encantaba el güisqui. Es posible que, de todas formas, no hubiera aguantado mucho. Pero hoy no ha muerto por su manera de vivir: ha muerto reventado, delante de mí, en el último empujón para meter la cama supletoria debajo de la principal.

Después de eso aún he tenido que limpiar la habitación, retirar las cajas de adrenalina, las cápsulas, las jeringuillas, los adhesivos de los parches… y todo mientras pensaba: no ha podido morirse en su casa o a primera hora, no, ha tenido que acabar su trabajo, terminar su jornada laboral. Ha tenido que morir tras cumplir su deber. Ha tenido que irse con la tarea hecha.

7.9.10

Lo que más cuenta

Desde que se inventó el felicímetro, todo el mundo anda desconcertado.

Sorprendentemente, en los países muy desarrollados los registros del felicímetro son decepcionantes, a veces inferiores a los de las zonas deprimidas del mundo.

La escala social casi se invierte al compararla con el gráfico de felicidad de sus integrantes.

Los ricos, a la vista de sus bajas mediciones en el felicímetro, se plantean dejar de serlo. (Ahora se ha comprobado científicamente que la opulencia es tristógena, generadora de infelicidad.)

Mucha gente anónima obtiene mejores cotas en el felicímetro que los famosos y admirados.

Algunos que se creían maltratados por la vida, de pronto, al conocer su tasa de felicidad, se saben afortunados.

Hay quienes se descubren raramente dichosos: felices sin saber la causa ni el origen.

El coeficiente intelectual es, a menudo, inversamente proporcional al grado de felicidad medido por el felicímetro.

No pocos minusválidos, físicos o psíquicos, son envidiados por sus elevados índices de felicidad.

Bastantes enfermos dan mayor resultado en el felicímetro que la gente sana.

En algunas personas ha surgido una especie de obsesión por conseguir altos niveles en el felicímetro. Pero, a menudo, cuanto más se empeñan en ello, peores resultados obtienen.

Todo esto ocurre desde que se inventó el felicímetro: el dispositivo que mide, con precisión matemática, la felicidad de cada uno.

6.9.10

Allá donde se cruzan los caminos

Al final no me casé con ella, no compartí la mayor parte de mi vida con ella, no tuve hijos con ella. Pude hacerlo, pudimos hacerlo (fuimos novios durante dos años), pero no lo hicimos. Tal vez sí nos queríamos, pero el caso es que seguimos, decidimos seguir, caminos diferentes. Y supongo que para bien. Veo a su marido y, por lo que sé de él, creo que la ha amado más (y mejor) que yo. Creo que ella ha sido más feliz con él de lo que habría sido conmigo. A veces, al cruzarnos ella y yo en alguna calle (ésta es una ciudad pequeña), hemos hablado banalmente, superficialmente (sobre sus hijos, los míos, la salud, el trabajo…), rehuyendo recordar nuestro pasado y evitando preguntas complicadas del tipo ¿tú que sientes? Pero hoy, cuando he sabido que ella ha muerto, una tempestad ha estallado dentro de mi corazón. Y siento que se va, no mi otro existir posible, no mi vida alternativa, sino una parte básica de mi vida real, de la que sí he vivido. Siento que se me ha muerto a mí tanto como si me hubiera casado con ella, hubiéramos convivido todo el tiempo, hubiéramos tenido hijos comunes. Miro a su marido en el tanatorio y siento que ése (o sea, él) es mi lugar. Lo veo llorar y, mientras reprimo mi propio llanto, no puedo evitar sentir que esas lágrimas que derrama, esas lágrimas de él... me pertenecen.

30.7.10

NOTA:

Durante el mes de agosto este blog no tendrá actualizaciones.

Feliz verano y ¡hasta septiembre!

Extraños en un bus

Como casi todos los días, el conductor del autobús ve subir al viejecito con una bolsa en la mano. Al llegar a su destino, un perro espera y recibe puntualmente al anciano. A veces éste no viaja, y entonces el perro aguarda hasta que todos los viajeros descienden del autobús y se alejan. Entonces, al cabo de un rato el perro asume que el viejecito no ha venido hoy.

Pero ahora es mucho tiempo seguido sin que el anciano viaje. Demasiados días en que el perro, con ojos anhelantes, esperó inútilmente y se marchó decepcionado.

El conductor del autobús observa que últimamente el perro ha adelgazado, y entonces ata cabos: Lo que el viejecito traía en la bolsa era comida para el perro. Tal vez el anciano esté enfermo (o haya muerto) y ahora no puede traérsela.

Entonces el conductor decide suplir al viejo. Todos los días lleva al perro los huesos sobrantes del cocido o algún despojo que compra en el mercado.

El perro sigue alegrándose cuando ve llegar el autobús. Ya no sólo espera al viejecito, ahora también busca al conductor.

Un día, de pronto, el anciano reaparece. Envuelto en una bufanda, con aspecto de haber pasado alguna enfermedad y con una bolsa en la mano, vuelve a ocupar su asiento en el autobús. El conductor lo nota tenso, con un sinvivir que le impide dejarse caer en el respaldo. Así que le dice:

-No se preocupe por su perro. Está bien. Sigue viniendo todos los días a esperarle.

Entonces el anciano sonríe y se acomoda.

El conductor no dice nada de que, durante semanas, ha sido él quien ha alimentado al perro. Y al llegar al destino no sale del autobús: contempla desde su cabina el alborozo del reencuentro humano y perruno.

-¡Canelo! ¡Canelo!

Y el rabo de Canelo gira como un aspa.

En el regreso el conductor no pone la radio. Prefiere pensar en las palabras del judío que recorría los desiertos:

“No hagas el bien pensando en que te alaben. Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha”.

Y concluye: -Puede que el que dijo eso no fuera Dios, pero lo que está claro es que era un tío cojonudo.

27.7.10

Diseños

Varios creativos han concurrido al certamen internacional de Diseño.

El diseñador Desierto ha concebido un modelo alto y corpulento, al que ha denominado camello. Tiene cuatro patas y -esto es lo más llamativo- dos jorobas capaces de acumular reservas de agua.

La diseñadora Selva Tropical ha propuesto, bajo el nombre de loro, un pájaro con pico encorvado, patas prensiles para coger pequeños frutos, y vistosas plumas de colores. El diseño incluye una garganta capaz de imitar sonidos.

Bajo la denominación de cabra, la diseñadora Cordillera ha presentado un mamífero ágil, preparado para correr por zonas escarpadas sin despeñarse. A título de curiosidad, el prototipo presenta dos cuernos vueltos hacia atrás.

El diseñador Polo Sur ha diseñado el pingüino. Se trata de un modelo de color negro, salvo el pecho y el vientre que son blancos. Es un diseño muy original, pues no vuela (pese a ser ave) y su deambular es torpe; pero a cambio puede nadar ágilmente y desplazarse con comodidad por aguas gélidas.

El jurado ha resaltado la gran calidad de los diseños que concurren, ya que todos los creativos ofrecen propuestas muy originales. Su desarrollo les exigió millones de años.

Con independencia de quién gane el certamen, lo que queda claro es que son ellos –el Desierto, la Selva, las Montañas, el Hielo…-, son ellos, los inertes, quienes diseñan a los vivos.

22.7.10

Recuerda

Recuerda cosas que nunca ocurrieron.

Recuerda, por ejemplo, que alguien le dijo: "Hagas lo que hagas, te apoyaré siempre".

Recuerda que nadie le comparaba con otros.

Recuerda que, para conseguir lo que quería, no necesitaba disputar, competir.

Nada de eso ocurrió. Nada de lo anterior pasó nunca.

Pero a él le gusta recordarlo.

20.7.10

Ejecución

Es llevado a la silla eléctrica. Hay presentes autoridades, familiares de la víctima y los padres del condenado. Se miran, están a punto de saludarse (pero no lo hacen).

Dos técnicos ajustan las sujeciones al reo.

Las correas chirrían en su idioma: "Nadie gana esta noche. Nadie va a salir de aquí victorioso".

14.7.10

¿Tienes alguna duda?

No sé cómo, pero me había muerto. Entonces aparecí en un sitio, algo así como la sala de espera de un dentista. Vi más personas sentadas a mi lado, todas en silencio. No había revistas ni hilo musical.

Aunque nadie me había informado, supe que en el despacho contiguo había un juez: el Supremo Juez. Así que empecé a pensar cómo me dirigiría a Él: ¿le hablaría de tú (como en el padrenuestro: que estás en los cielos) o de vos (como en el Señor Mío Jesucristo: por ser Vos quien sois…)? Me decidí por una fórmula intermedia: le trataría de usted.

Entonces oí mi nombre por megafonía. Me levanté, toqué con los nudillos en la puerta y entré.

Dentro estaba Él, sentado, hojeando unos papeles. Debía ser mi expediente personal. Quise mirarle a la cara pero la intensa luz que despedía me lo impidió.

Dijo: -Siéntate. Antes que nada, ¿tienes alguna duda?

Me senté e inquirí: -¿Alguna duda sobre el juicio final?

-Alguna duda en general: cualquier duda -aclaró.

Entonces dije: -Bueno, en realidad tengo varias. La primera es para qué me creó Usted sin yo pedirlo. La segunda es por qué, pudiendo haber hecho un mundo armónico, lo hizo tan complejo y difícil. La tercera es por qué permite que la gente sufra, que mueran niños, que haya guerras, injusticias, catástrofes… Quiero decir: ¿todo eso pasa porque Usted quiere, o pasa porque sí?

Creo que iba a responderme. Yo estaba expectante y el corazón me latía con fuerza. Sí: Él iba a responder, se disponía a responder pero en ese momento sonó el despertador.

12.7.10

Rayitas

Lo que veis en la pizarra es un mapa del mundo. Un mapa físico, con sus montañas, ríos, islas, lagos...

Y ahora, queridos niños, vamos a convertirlo en mapa político.

Pero antes voy a pincharme, con este alfiler, un dedo. Ahora pongo unas gotas de sangre en la punta de la tiza y dibujo estas líneas sobre el mapa. Mirad, estas líneas se llaman fronteras. Las pinto así (rojizas, mezcla de sangre y yeso) para que, siempre que veáis un mapa del mundo, recordéis que sus rayitas se hicieron con sangre.

9.7.10

¿Seguro que esto es real?

Érase una multitud de pantallas. Millones de pantallas diseminadas por el mundo y conectadas entre sí.

Además, cualquiera podía abrir libremente y gratis una dirección o página, y a ella podía accederse desde cualquier pantalla.

Para escribir y publicar no había que pasar por censuras, ni siquiera obtener la aprobación de un editor.

Y los demás, si querían, podían leerlo desde cualquier rincón del mundo con sólo teclear http: más esa dirección.

En buena lógica estaba llamado a ser un sueño o un delirio (como la teletransportación o los viajes en el tiempo). Tenía que ser el tema de un relato, "La red prodigiosa" o algo así (uno de esos cuentos de ciencia ficción). Había de ser quimérico y fantástico. Debía ser mera fabulación pero, sorprendentemente y por algún raro motivo, es real.

Tecleo y ahí están Blanca, Nán, Yahaira, Aquí..., y otros que pasan sin dejar tarjeta. Hablo con ellos, entro en sus páginas. Pulso teclas y toco lo imposible, palpo lo imposible con la punta de los dedos. Miro la pantalla y lo que veo es un sueño: un sueño sólido, huido, escapado del mundo de los sueños.

¿Seguro que es real? ¿Seguro que esto es real?

"Érase una vez…". No: en este caso no. En este caso "es" una vez.

6.7.10

Algiómetro

Este aparato mide el dolor. Se conecta al cerebro con unos electrodos y registra el dolor que se siente. Si, por ejemplo, a una persona se le clava una aguja en un dedo, la máquina marcará 5 dolorías.

Un puñetazo puede oscilar entre 10 y 20 dolorías. Una patada, entre 15 y 25. Una migraña, 100. Los dolores dentales (sin anestesia ni analgésicos), unas 400 dolorías. Un cólico nefrítico, 600. (Todas estas mediciones son aproximadas, ya que obviamente las circunstancias pueden variar.)

La muerte de una madre mide 800 dolorías. La muerte de un hijo, 1.500. Estamos hablando de muertes naturales. Si son causadas intencionalmente por otras personas, las cifras pueden triplicarse.

Algunas modalidades de tortura (ahogamiento, lapidación, crucifixión…) rebasan de largo las 2.000 dolorías.

Nuestros detractores aducen que esto no sirve para nada. Nosotros, sin embargo, creemos que es útil. Sirve para que el dolor ajeno se tome en serio, al menos tan en serio como los datos medibles (el índice de precios al consumo, la renta per cápita, el producto interior bruto, los gastos militares…). Y sirve sobre todo para calcular el coste, en dolorías, de nuestras decisiones.

5.7.10

¿Qué te han hecho?

¿Cómo han podido, Alonso (mi señor Don Quijote), sacarte de tu mundo de castillos, gigantes, princesas, caballeros...?

¿Cómo han podido, dime, arrancarte y privarte de tu hermosa locura?

¿Cómo han sido capaces? ¿Cómo se han atrevido?

(¿Acaso no entendían que aquél era tu sitio?, ¿acaso no sabían que allí te sentías bien?)

¿Por qué te han arrojado de nuevo a la aspereza, la realidad tediosa, el lugar del que huiste?

¿Por qué te han conducido de regreso a lo gris?

1.7.10

Se fue y no se lo dije

Tuvo ganas de sentarse junto a su lecho de muerte y cogerle las manos y decirle “te quiero” muchas veces.

Pero no lo hizo. No lo hizo por cortedad, por retraimiento. Por una especie de vergüenza. (¿Vergüenza de qué? ¿De que el propio moribundo, tan frío y reacio a expresar sus emociones, pensara “qué cursi”?)

No lo hizo y ahora se arrepiente todo el tiempo: “Se fue y no se lo dije. Se fue y no se lo dije… Qué ridículo sentido del ridículo”.

28.6.10

Que tenemos que hablar de muchas cosas

Morí hace diez años. Si es cierta la información que me han proporcionado, mis familiares cumplieron mi última voluntad y arrojaron al mar mis cenizas. (Cuando digo “mi última voluntad” me refiero a mi voluntad carnal, cerebral.) Así que mi cuerpo ya no existe. Pero mi mente sí. Poco antes de morir, un registro exacto de mi cerebro fue transferido a un archivo informático. El resultado es una copia virtual de mi mente, con su almacén de recuerdos y nexos neuronales. Por eso puedo hablaros (no tengo labios, claro, pero sí un procesador de sonidos), responder a vuestras preguntas, daros consejos si es que me los pedís (aunque nunca me gustó dar consejos, digamos más bien opiniones), dialogar con vosotros, aprender de lo que me enseñáis…

Me resulta muy gratificante conversar con mis hijos, mis nietos y, cuando nazcan, mis bisnietos y otros descendientes (porque ya os habréis dado cuenta de que soy inmortal). Lo que lamento es que, cuando mi mujer murió, aún no se había logrado la duplicación informática de personalidad. Si ella no hubiera muerto tan pronto, ahora podríamos continuar nuestra relación.

Por lo demás, no soy una “foto fija” del cerebro que tenía cuando morí, hace diez años. De hecho he evolucionado desde entonces. Por ejemplo, gracias a las noticias que he recibido, he cambiado de preferencias políticas (a pesar de que no me dejan votar en las elecciones, ¿no os parece una injusticia?). Y seguiré cambiando porque, aunque mis circuitos no están hechos de neuronas, soy una mente activa. Una mente sin cuerpo pero viva y dinámica.

Y no sólo puedo hablar con vosotros: también hablo con otras mentes electrónicas. Mi mente y las de mis amigos (los que tuve cuando era de carne) seguimos en contacto. Nos citamos como en los viejos tiempos y charlamos hasta que sale el sol. Es verdad que ya no tomamos cañas (como digo, no tenemos boca ni estómago), pero tampoco lo echamos mucho de menos.

No es mala vida, no, este existir extrafísico. He sabido que se está investigando cómo adosarnos un cuerpo de plástico, para que podamos deambular, coger objetos… Pero no sé si voy a pedirlo. De momento estoy bien así, ultravivo en mi yo postcorpóreo.

25.6.10

Rebelión a bordo

De pronto los papeles se rebelaron. Y cuando alguien iba a escribir "raza superior", "guerra preventiva", "daño colateral", cosas así..., las cuartillas y los folios se plantaban: "-Eso yo no lo admito. ¿Entiendes? No lo soporto. Tatúalo, si quieres, en tu barriga."

24.6.10

A desinfectar

“A desinfectar”, dicen los vigilantes, pero los recluidos saben dónde van a llevarles: a ese sitio donde otros fueron conducidos y ya no regresaron. Se rumorea que hay duchas de las que no cae agua, sino un gas venenoso que acaba con la gente. “A desinfectar”, repiten los vigilantes, y el corazón da un vuelco: el final ha llegado, despídete de todo. Un vuelco de pavor pero también un pálpito: un halo de esperanza, de esto ya se termina. El hambre, la fatiga, las hacinadas celdas, el miedo permanente, los golpes, los castigos…, todo eso ya se acaba.

23.6.10

Una foto muy lograda

Ésta es una historia vulgar, real.

El fotógrafo quiere hacer una foto perfecta. Una pequeña obra de arte.

Se trata de fotografiar, por encargo, a un niño de siete años. A un niño inquieto y torpón.

El fotógrafo pide al niño que mantenga erguida la cabeza, que abra menos la boca, que no tuerza los ojos…

Pero el niño no entiende, o no sabe hacer, lo que le piden.

El fotógrafo entonces se impacienta, refunfuña, se altera, grita al niño.

Al final la foto es un éxito de encuadre, luz y sombras. Una lograda foto de… un niño llorando.

(¿Y no era eso –la luz, la sombra, el encuadre- lo que en verdad le preocupaba? Entonces, señor fotógrafo, no hay razón para no estar orgulloso.)

Ésta es una historia vulgar, real. Es la historia de mi foto de primera comunión.

Siempre que la veo (enmarcada, en casa de mis padres) me entran ganas de romperla y poner otra en su lugar: la foto, puede que movida y desenfocada, de un niño riéndose.

21.6.10

Tú sí que vales

Me dan envidia sus ocurrencias, su improvisación. Me gustaría no envidiarle pero ¿acaso la envidia es voluntaria?

Yo soy disciplinado y previsible. Me centro en escribir un guión, lo memorizo y no me salgo de él. Cada día lo ejecuto, fielmente, sin deslices.

Pero él no. Él tiene genio, duende. Él es puro talento, pura inventiva. Y no necesita guiones.

Hace tiempo oí una copla que decía:

La sal, la chispa y la gracia
ni se compran ni se heredan.
Se las da Dios a quien quiere
y a mí me dejó sin ellas.


Pues al que dijo esa copla le pasaba lo que a mí: que no tengo gracia, que soy “desaborío”.

A veces, en medio del espectáculo, le veo reírse en mi cara. Es justo cuando se sale del guión, cuando cambia los diálogos y derrocha originalidad. Ahí, sobre la marcha, improvisa los mejores chistes, los más reídos por la gente. Entonces me mira con ojos socarrones, con gesto que declara “tú no eres capaz”.

Y al acabar cada actuación, su desdén se agiganta. Ambos sabemos que es a él, y sólo a él, a quien aplaude el público. Como también sabemos que, si un día se bloqueara en medio del show, los silencios (o abucheos) serían para mí.

Supongo que debería racionalizar mis emociones. A fin de cuentas, no es lógico que un ventrílocuo sienta celos del muñeco que mueve, del títere de plástico al que presta su voz. Supongo que no es lógico pero ¿acaso la envida es lógica?, ¿acaso es voluntaria?

17.6.10

Puedo escribir

Puedo escribir los versos más tristes en la noche. Estoy roto de dolor, pero algo en mí celebra poder escribir esto. ¡Una parte de mí se alegra de que esa chica me haya dejado!: de otro modo, no podría escribir lo que escribo.

Ella se ha ido, sí, pero gracias a eso puedo escribir los versos más tristes esta noche; escribir por ejemplo “la noche está estrellada y tiritan, azules, los astros a lo lejos… Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido…”.

14.6.10

Mi verdadero origen

Mis padres se conocieron en una comisaría. Fueron llevados allí para interrogarles después de una manifestación en la que participaron. Era una de esas concentraciones antifranquistas de finales de los 60.

Antes de que la policía los detuviera, mis padres no se habían visto nunca. Fueron detenidos por separado, pues cuando cargó la policía los manifestantes salieron corriendo. Aunque los arrestaron en lugares distintos, la casualidad hizo que los llevaran a la misma comisaría.

Al arrestarle, a mi padre le habían dado un golpe con una barra, por lo que le sangraba una ceja. Por eso, antes de que le tomaran declaración, mi madre le prestó un pañuelo para que se lo pusiera en la herida. Tras limpiarse la sangre, mi padre se guardó el pañuelo en el bolsillo.

Luego declararon por separado y los trasladaron a calabozos distintos.

Cuando, días después, mi padre fue puesto en libertad, se empeñó en que tenía que devolverle el pañuelo a mi madre. Recordó que, durante la manifestación, mi madre llevaba un libro de Anatomía. Así que estuvo yendo durante varios días a la Facultad de Medicina hasta que, por fin, la localizó.

Le devolvió el pañuelo y… Bueno, el resto ya os lo imagináis: siguieron viéndose, se hicieron novios y nací yo.

Es una historia bastante vulgar. Pero hay en ella una especie de paradoja. Y es que, de no haber sido por aquella manifestación antifranquista, de no haber sido por la carga policial..., yo no habría nacido. Es casi seguro que, de no haber sido por eso, mis padres no habrían llegado a conocerse.

Mis padres odiaban la dictadura pero, de no ser por ella, nunca se habrían encontrado. Ni tampoco me habrían concebido.

En este sentido, y aunque fuera casualmente, la dictadura fue beneficiosa para ellos. Y, de rebote, para mí.

Si mentalmente elimino la dictadura, si hipotéticamente suprimo la intervención policial…, entonces también desaparezco yo.

O sea que, en cierto modo, debo mi vida a un régimen autoritario. Debo mi existencia a la represión.

Cuando este pensamiento me acude a la cabeza, intento apagarlo. Me digo a mí mismo “Es una idea absurda”.

Lo que no significa que no sea verdad.

11.6.10

Cremación

La última voluntad de un amigo es sagrada, y puesto que Franz me pidió que destruyera sus escritos los destruyo y ya está. Han pasado varios meses desde su muerte y aquí estoy, en mi casa, delante del fuego. He leído los textos que no me enseñó en vida y sé que lo que voy a quemar es muy valioso. No hablo de valor económico (los relatos de Franz no gustarían al gran público) sino literario. Son obras irrepetibles, únicas. Pero la última voluntad de un amigo no se discute.

Echo al fuego los manuscritos de “América”, “El proceso”, “El castillo”. Veo arder los folios de la “Carta al padre”…

Las llamas los consumen. Vorazmente prenden y de inmediato son hojas quemadas. Vuelan sobre las llamas briznas negras. Recojo las cenizas y las tiro.

Franz Kafka, y no Max Brod, ha dejado a todos sin la historia del hombre al que se procesa y juzga sin saber nunca por qué; sin el relato del Castillo, sede de esa autoridad que nadie conoce ni entiende…

Una gran pérdida, sin duda.

Pero, después de todo, ¿iban a ser los hombres más felices? ¿Iba a dejar de haber crímenes, guerras…? Estamos en 1924. Si, por ejemplo, dentro de quince años hay otra guerra en Europa, ¿dejaría de haberla sólo porque Franz publicó sus creaciones? ¿Sería mejor la humanidad? ¿Cambiaría el mundo algo por eso?

No.

Entonces, ¿qué más da?; ¿qué importancia tiene, en el fondo, haber quemado estos papeles?

10.6.10

Dime tonto

Dame pan y dime tonto”.
Ande yo caliente y ríase la gente”.

Los refranes lo dicen: pagar os da derecho a humillarme; vestirme os da derecho a burlaros.

Lástima que últimamente, para vestirme y reíros, para darme pan y llamarme tonto, tengáis que desplazaros a la Unidad de Psiquiatría.

9.6.10

Que no te sienta venir

Se veían sólo los fines de semana, porque ella, por razón de sus estudios, pasaba los días laborables en otra ciudad. Los sábados solían ir al cine y a cenar. Si después querían estar solos, tenían que ir al garaje donde el padre de él guardaba el coche. Aquella noche hacía frío, así que se refugiaron en el coche y pusieron el motor en marcha para poder conectar la calefacción.

Los encontraron al día siguiente, muertos, dentro del coche. Los dos estaban tendidos sobre los asientos reclinados, cogidos de la mano y semidesnudos.

Sin duda se quedaron dormidos y la combustión del motor consumió todo el oxígeno.

La muerte, suavemente, les visitó entre sueños.

Quienes vieron los cuerpos enlazados y la expresión de sus rostros exclamaron “Qué pena”, pero por dentro pensaban “Qué envidia: ésta es la clase de muerte que querría para mí”.

7.6.10

La bolsa o la vida

Fui al cajero automático a sacar 100 euros. La máquina me dio cinco billetes de 20. Acababa de guardarlos en la cartera cuando un hombre joven, con acento extranjero, me dijo: “Se le ha caído un billete al suelo”. Extrañado, miré hacia abajo, lo que el chico aprovechó para arrancarme la cartera de la mano y salir corriendo. Intenté perseguirle inútilmente. Corría más que yo y se perdió por una esquina.

Como en la cartera llevaba mi documentación y las tarjetas de crédito, me dirigí a la Policía a denunciar el robo. De camino a la comisaría telefoneé a mi empresa para avisar de que llegaría tarde. Normalmente a esa hora (siete y media de la mañana) tendría que estar en la estación de Santa Eugenia para coger el tren a Madrid-Atocha.

En la comisaría tuve que hacer cola. Había varias personas delante de mí. Sin embargo, cuando ya iban a atenderme noté una repentina tensión en los agentes. Varios policías salieron a toda prisa. Uno de ellos dijo que volviéramos al día siguiente, que ese día no tramitarían denuncias, DNIs ni pasaportes.

Me dirigí a la estación para tomar el cercanías pero el acceso estaba cortado. Sirenas de policía, trasiego de ambulancias… Era el 11 de marzo de 2004.

De no haber sido por el robo que sufrí aquella mañana, habría estado allí, en la estación de Santa Eugenia, en el momento de la explosión.

Nunca sabré si habría resultado muerto o herido, pero es probable que sí.

Finalmente no denuncié el robo y me limité a anular las tarjetas. Una semana más tarde la policía encontró mi cartera arrojada en un jardín. Sólo faltaba el dinero.

Aquel 11 de marzo perdí 100 euros y gané una vida.


[Alguien llamó a la radio para contar esto. Yo lo oí en una noche de insomnio. Como tantas veces, me pregunté para qué necesitamos la ficción si ya tenemos la realidad.]

1.6.10

Qué lástima pero adiós

Soñé que estaba en un bar. Aparte del camarero y de mí, sólo había un hombre mayor. No nos conocíamos de nada, pero se dirigió a mí:

-Permita que le invite. Hoy es mi primer día de jubilación.

Entonces, mientras me bebía la cerveza, empezó a contarme su historia.

-Mi vida ha sido dura. De pequeño no fui a la escuela. Tenía que ayudar a mi padre en el trabajo. Iba con él a los ríos y arroyos, en un carro tirado por mulos, a recoger la arena de los bordes. Después de cargarla la cribábamos para limpiarla de guijarros, y luego íbamos por las obras vendiendo la arena como material de construcción.

También me refirió que más tarde trabajó de mecánico.

-Un día, sin venir a cuento, el dueño del taller me despidió. Esa noche, con la preocupación, me dio un infarto y estuve a punto de morir. Pero me repuse. Unos meses después abrí mi propio taller y acabé obligando a quien me había echado a trasladar su negocio.

La suya no era una historia especialmente interesante, pero me gustaba oírla. (En general, me gusta que la gente me cuente historias, sobre todo si son reales.) Me sentía bien en aquel sitio y con aquella compañía.

Sin embargo, indiferente a mis gustos, el despertador sonó.

Con su riiiiing se borró todo: el bar, el camarero, el hombre que me contaba su vida…

Dentro de mi sueño yo sabía que probablemente no vería más a aquel hombre. Pero me dolió irme de allí de esa manera, sin despedirme de él y ni siquiera agradecer su invitación.

31.5.10

Tarjetas

En España durante la Navidad de 1935 la gente se felicitó, se envió tarjetas,
Feliz año nuevo, Ramiro,
Paz y amor para ti y los tuyos,
Te deseo un próspero 1936,
Federico, ojalá que en el nuevo año se realicen todos tus proyectos,
Que tengas un 36 inmejorable,
Feliz 1936 desde Brunete,
Con mis deseos de paz desde Guernica...
Es normal en esas fechas felicitarse el año. Y ninguno sabía aún, nadie era entonces consciente de que el tren de la tragedia ya había salido; de que el expreso de la guerra -cargado de cadáveres que son ellos mismos- había dejado la estación del futuro e implacable y veloz se dirigía hacia ellos.

28.5.10

Otros mundos

Cada mes cambiaba de trabajo.

En febrero trabajó de albañil. Así entraron en su mundo mampuesto, estuco, artesa, encofrado, argamasa, mortero…

En marzo trabajó de carpintero. Así entraron en él escoplo, bisel, barrena, escofina, formón…

En abril trabajó de mecánico. Así entraron en su vida alternador, pistón, cigüeñal, émbolo, manguito, biela…

Y así indefinidamente. Cada mes, un trabajo distinto.

No es que fuera persona inconstante ni volátil. Lo hacía por explorar otros mundos; por vivir palabras que, de otro modo, nunca habría hecho suyas.

Lo hacía por espeleología existencial: para agrandar su vida, para hacer de este mundo un sitio más amplio.

25.5.10

Toda una vida

Aquí en la boda del primo Rafael, una semana antes de sufrir el derrame.

Aquí con bastón, en el viaje del Inserso.

Aquí en el homenaje por su jubilación.

Aquí de vacaciones en Marruecos.

Aquí en carnaval, disfrazado de Chaplin, con bombín y bigote.

Aquí cuando tú naciste.

Aquí conmigo, en mi primer cumpleaños.

Aquí con mamá, en su luna de miel.

Aquí el día de su boda, muy elegante con frac.

Aquí con uniforme, cuando estuvo en la mili.

Aquí con doce años. Qué delgadito estaba.

Aquí con siete años, subido en un burro, en la romería del pueblo.

Aquí cuando le daban la papilla. En el babero pone “Come y calla”.

Aquí con dos años, sobre un orinal.

Aquí andando a gatas.

Y aquí de bebé, en brazos de la abuela. En la esquina pone “1930”: el año en que nació.



-Pero lo hemos visto al revés: de la muerte de papá a cuando nació.

-Es que con los álbumes me pasa como con los periódicos: siempre empiezo a hojearlos por el final.

24.5.10

O todos o ninguno

Soñó que andaba por el arrabal de lo vivido. Eran calles recortadas por las que cruzaban sus recuerdos. Vio que unos, los recuerdos buenos, vestían de verde. Vio que otros, los malos recuerdos, iban de gris.

Considerándose dueño de aquella barriada, decidió expulsar a los segundos:

-Eh, vosotros, los grises: marchaos fuera.

Pero los recuerdos verdes se plantaron:

-Son nuestros amigos. Si los echas, nos marchamos también. Nos vamos con ellos y te dejamos solo. Así que elige. O todos o ninguno: o dejas que los grises se queden aquí o prepárate a afrontar tu inmemoria.

20.5.10

Quién manda aquí

Tras la humillante derrota de su equipo por 5-0 decidió que no iba a sufrir más.

-A partir de ahora no soy del Betis –anunció a sus amigos.

Se propuso que, en adelante, cada vez que el Betis perdiera un partido, se alegraría; y cada vez que el Betis ganara, sentiría indiferencia.

Al día siguiente dio un paso más:

-He decidido que soy del Barcelona.

Sus amigos le miraron con incredulidad.

Desde entonces se le vio delante del televisor sin inmutarse por fuera cuando el Betis encajaba un gol, pero sufriendo por dentro; alegrándose por fuera cada vez que el Barcelona anotaba un tanto, pero sin aspecto de sentir verdadero júbilo.

Festejaba marcadores con ojos de tristeza. Lamentaba resultados con rictus de alegría.

Inútilmente intentaba emocionarse con la camiseta azulgrana. Inútilmente mostraba desdén por las rayas blanquiverdes.

Fueron meses duros, en que se negó a aceptar lo que todos percibían: que su corazón no se plegaba a su cerebro. Que, por mucho que su voluntad mandara ser del Barça, su corazón seguía latiendo con el Betis. Que, por mucho que el cerebro le ordenase otra cosa, su interior se entristecía si el Betis no ganaba.

Sus amigos observaban su mala cara, su gesto descompuesto por negarse a asumir la realidad.

Y a la postre se dio por vencido.

-¿Sabéis qué? Aunque quiera, no puedo dejar de ser del Betis –dijo al fin.

-Ya lo habíamos notado –respondieron con sorna sus amigos.

-Pero ¿qué tiene esto de “ser de un equipo”, que no se deja gobernar? Y ¿quién es el corazón para mandar en mi voluntad, para forzarme a ser del Betis… a mí, que ni siquiera encuentro razones para serlo?

17.5.10

Dime quién soy

Tras ascender a directora de recursos humanos, pude leer el resultado del test de personalidad que me habían hecho diez años atrás, cuando era simple administrativa. Recuerdo que entonces tuve que rellenar un cuestionario y contestar a un montón de inocentes preguntas. No imaginaba que a raíz de eso pudieran sacar tantas conclusiones.

No sólo me describieron por dentro, sino que elaboraron una “proyección evolutiva” de mi personalidad. Y acertaron en todo.

Dedujeron que no secundaría huelgas; que me negaría a trabajar en fines de semana; que sería proclive a pedir excedencia por motivos familiares; que no faltaría al trabajo por gripes o catarros; que me implicaría en los resultados de la empresa…

Y, como digo, no se equivocaron en nada. De hecho, pedí una excedencia cuando nacieron los gemelos; nunca he faltado al trabajo por enfermedad; me opuse a trabajar los sábados y no he participado en ninguna huelga. Además, está claro que me he implicado en la marcha de la empresa (de lo contrario no me habrían ascendido).

De modo que quienes me estudiaron mediante aquel test supieron de mí más de lo que yo sabía. Escudriñaron mis pensamientos y deseos. Penetraron en una zona de mi personalidad a la que ni siquiera yo sé llegar.

No allanaron mi casa, ni mi correo, ni mi teléfono. Pero entraron en mí.

Así que a partir de ahora, cuando quiera saber algo sobre mí (sobre lo que siento, sobre mi yo íntimo, sobre mis futuras decisiones…), preguntaré a los autores del test. Puede que yo tenga secretos para mí misma, pero no para ellos.

13.5.10

Balance

Unos segundos antes de morir, pensó:

“Tengo la impresión de que mi vida ha sido gris y anodina. Una vida olvidable, sin legado ni gloria. Una vida mediocre, propia de un fracasado. Una vida de mierda.

Pero también creo que no provoqué la ruina a otros. Que no arrastré a nadie a la locura. Que no llevé a nadie a la miseria, ni a la perdición, ni a la desgracia.

No es, a fin de cuentas, tan poco.”

11.5.10

Voy a tener suerte


El bombo gira dieciocho veces. Tras la última vuelta, 2.182 bolas caen por el centro, 2.555 por la derecha y 2.263 por la izquierda. De ellas, hay veinticuatro que se dirigen hacia el orificio de extracción. Parece que la bola con el número 2.114 va a introducirse en el agujero pero es empujada por la número 3.531, que caía por la derecha. Al quedar libre un pequeño hueco se sitúa ahí la bola 6.429, que cae verticalmente. Va a meterse en el agujero pero tropieza con una arista, una imperceptible irregularidad que hay en el bombo. Este ínfimo movimiento es suficiente para empujar a la bola 318, que no entra porque otra bola (la 5.470) cae y le cierra el hueco. Al chocar ambas bolas queda un espacio por el que se cuela la 1.727, que venía por la izquierda, y se introduce en el agujero.

Un empleado de Loterías coge la bola, que acaba de caer en un pequeño vaso colocado bajo la abertura del bombo, y dice:

-El número agraciado en el sorteo de esta noche es el 1.727.

Seguidamente muestra la bola a una cámara de televisión.

Por último, un notario certifica la corrección y aleatoriedad del proceso.


………………………………….................



En otro lugar, alguien celebra el resultado del sorteo. Es la persona que diseñó el bombo, la que cuidadosamente dispuso la colocación inicial de las bolas, la que lo programó para dar justo dieciocho vueltas a una determinada velocidad. Es la persona que suprimió cualquier cambio de temperatura o corriente de aire que pudieran alterar la cadena de causas y efectos. Es quien, tras asegurarse de que en esas condiciones la bola que saldría iba a ser la 1.727, se cuidó de comprar precisamente ese boleto.

Y mientras festeja el premio conseguido, exclama:

-A mí me van a decir que el azar existe.

10.5.10

Indigno

El profesor de Religión lee, del evangelio de san Lucas, el párrafo en que se explica la genealogía de Jesús.

Uno de los alumnos pregunta:

-Y ese David del que Jesús desciende, ¿es el rey David, aquél del que habla el Antiguo Testamento?

El profesor contesta:

-Sí, por supuesto.

Y el alumno:

-O sea, el que forzó a Betsabé a acostarse con él aprovechando que su marido estaba en la guerra. El que después, cuando la dejó embarazada, hizo venir al marido para que durmiera con ella, pero el marido no quiso. Y entonces, para que nadie supiera lo ocurrido, dio orden de que al marido lo pusieran en el sitio más arriesgado de la batalla, para que resultara muerto. Y una vez que al marido lo mataron, se casó con Betsabé.

-Efectivamente.

-¿Y por qué era tan importante que Jesús descendiera de un tipo tan canalla? ¿Por qué tenía que provenir de ese sinvergüenza?

Al oír esto, el profesor de Religión se levanta. Algunos piensan que va a reprender al que ha hablado. Pero no. Lo que hace es arrancar la genealogía de Jesús. Arranca también las páginas de la Biblia que hablan del rey David. Y mientras dice “-Tienes razón”, las hace trocitos y las tira a la papelera.

6.5.10

No les falta de nada

Mis hijos tienen mucha suerte. Con apenas diez años no les falta de nada. Tienen cámara digital, MP3, ordenador, videoconsola… Viven en una gran ciudad. Reciben clases de kárate, de inglés, de ajedrez y de danza. Dos veces al año los mando a esquiar a Andorra, con una agencia.

Su infancia es muy distinta de la mía. Porque ¿qué tenía yo a su edad? Apenas nada: un balón de goma, una calle de pueblo donde jugar con otros niños y un perro que me recibía al volver del colegio. Ah, y mi padre, que todos los domingos me llevaba a pescar con él. Y poco más.

Siempre que mis hijos me requieren para algo, les repito esto. Y añado: “¡qué afortunados sois por tener tantas cosas!”. Después sigo con mis ocupaciones.

Sólo que a veces, no sé por qué, noto que me miran con extrañeza: como si no estuvieran de acuerdo con lo que digo. En fin, ¡qué chicos estos! Decididamente, no hay quien los entienda.

5.5.10

Informe de situación

De: Destacamento en el Brazo de Orión.
A: Mando superior para la Vía Láctea.
Asunto: Informe de situación sobre el planeta Tierra.


Desde que a las piedras les salieron ojos y el polvo terráqueo empezó a respirar, todo se ha vuelto raro en ese planeta. Aquellos seres han evolucionado. Últimamente algunos deciden por sí mismos. Incumplen los procesos, los programas, los protocolos que les fueron instalados. Obran contra las reglas, contravienen incluso el principio de conservación, de un modo al parecer disfuncional. A veces hasta da la impresión de que buscan autodestruirse. Es por ello que les remito este informe: para ponerles al corriente de tales hechos, ya que desconozco si estaban previstos o bien se deben a un fallo en los sistemas.

4.5.10

Después del atentado

Después del atentado (“acción armada” según su denominación) se quitó la capucha, se fue a casa, se lavó las manos bajo el grifo de la cocina y, una vez limpias (las mismas manos con que apretó el gatillo, las mismas con que disparó el arma), preparó con ellas el biberón a su hijo.

3.5.10

No está pasando

Aeropuerto de Madrid, agosto de 2008.

En la maniobra de despegue una de las alas auxiliares no se abre. El avión, que se ha alzado ya varios metros, no logra mantenerse en el aire. Cae al suelo y, con el impacto, los depósitos de combustible se prenden. El avión entero empieza a arder. Entre los escasos supervivientes hay un niño de ocho años. Está tirado en el suelo, rodeado de cadáveres y llamas. En el momento en que los bomberos acuden a rescatarle, el niño les pregunta:

-¿Cuándo se termina esta película?

(Lo contaba el periódico. La respuesta de los bomberos no consta.)

30.4.10

A la carta

No me malinterprete, señor cocinero. Claro que valoro sus creaciones culinarias: esos audaces platos de diseño; su innovación; su creatividad; el tiempo que le ha llevado gelatinizar espárragos, gasificar ostras, hacer sorbete de pulpo, confitar crestas de gallo...

Pero también debe entender que lo que yo más querría, en este momento, es que por esa puerta apareciera mi madre –ella otra vez- con una fuente hasta arriba de macarrones con tomate.

26.4.10

Cuando un amigo se va

No tiene nombre. No es un castaño, ni un roble, ni un peral, ni una higuera. Tendrá, a lo sumo, un nombre en latín en libros de botánica. Pero no lo necesita. Es, simplemente, el árbol.

Tampoco se sabe quién lo plantó. Sólo se sabe que es alto, grueso y frondoso. Y que está “desde siempre” en el patio del colegio.

Bajo su copa han jugado muchas generaciones de niños. Casi todos han trepado por su tronco, han atado una cuerda a alguna rama para hacer un columpio y se han sentado a su sombra a la hora del recreo. Algunos han escrito en su corteza el nombre de su amor, de ese amor primigenio de los doce años.

La caída de sus hojas avisaba del otoño. El verdecer de sus ramas anunciaba otro abril, de nuevo manga corta, el final de otro curso. Hacia mayo le brotaban unas flores pequeñas y blancas, que esparcían en el patio un olor dulce. Y después unos frutos morados y redondos, supuestamente no comestibles (aunque muchos niños de Preescolar los mordieron y no les pasó nada), que servían para jugar a las canicas.

Hoy van a derribarlo. Se ha hecho viejo y su tronco se ha ablandado. La madera presenta signos de podredumbre. Está enfermo.

La noticia ha corrido por el barrio. Los alumnos lo han dicho a sus padres, muchos de los cuales acudieron, de niños, también a ese colegio.

Por eso es mucha gente la que asiste al derrumbe. Tres operarios van a talarlo. Mientras uno corta con la motosierra, los otros tiran de una cuerda atada al tronco.

Finalmente se dobla y cae. Despacio, sin estrépito (sus ramas amortiguan la caída), hasta quedar yacente en el patio. En ese patio que ya no será el mismo.

Cuando está en el suelo, muchos se acercan a verlo. El tronco amputado exhibe incontables círculos concéntricos. Hay quien arranca hojas y se las guarda en el bolsillo. Junto a una de las ramas se ve un nido. En el suelo hay trozos de cascarón: huevos de pájaro rotos al caer.

Algunos de los congregados se van sin despedirse, apresuradamente, temerosos de que los demás les vean llorar por un árbol.

22.4.10

En mis manos

Tras su investidura, el presidente electo se desplazó al palacio (sede de la Presidencia y, al mismo tiempo, su vivienda oficial). Al llegar allí, se dirigió al despacho presidencial para esperar la visita de su antecesor y del ministro de Defensa en funciones. El presidente saliente y el ministro le transmitieron los mayores secretos de Estado, esto es, el mapa de los lanzamisiles y las claves del botón nuclear (el botón conectado al armamento atómico). Para accionar éste había que abrir un armario blindado, marcar un código de diez dígitos y seguidamente apretar el botón.

Por la tarde, después de comer, el presidente se encerró en su despacho para ultimar la lista de ministros que iba a nombrar. Pero no pudo resistir la tentación de abrir el armario y quedarse mirando aquel botón.

Pensó “Miles de millones de años desde la aparición de la vida. De las primeras células a los mamíferos. Vida acuática. Salida del mar. Adaptación al medio terrestre. Tránsito de las bacterias a la vida vegetal. De las plantas a los animales. Extinción de los saurios. Desarrollo de la inteligencia. Irrupción del hombre... Y ahora, con sólo pulsar un botón –este botón, de pronto en mis manos- probablemente todo desaparecería. Todo. No sólo la humanidad, sino la vida, toda forma de vida en la Tierra”.

El presidente sintió una turbación, como si le invadiera una especie de vértigo.

Estaba así, aturdido, cuando entró en el despacho su hija de seis años. A la niña le llamó la atención aquel botón, quizá por su color amarillo y porque estaba dentro de un armario abierto; de modo que se acercó a él.

El presidente, alarmado, se levantó y le impidió el paso:

-No lo toques. Es muy peligroso.

La niña preguntó:

-¿Hace daño? ¿Es como los quemadores de la cocina?

Y el presidente:

-Sí, hija. Algo parecido a eso.

21.4.10

A mí que nada se me olvida

Los médicos me han diagnosticado una enfermedad en el cerebro. En concreto me han dicho que voy a perder la memoria.

Pero me niego a aceptarlo. Y, sobre todo, no estoy dispuesto a rendirme, a permitir que mis recuerdos se vayan borrando. Así que, desde que me lo anunciaron, dedico varias horas al día a refrescar mi memoria.

Recito listas de cosas que sé de corrido y compruebo que logro mantenerlas.

Digo Mercurio Venus Tierra Marte Júpiter Saturno Urano Neptuno y Plutón.

Digo Europa Asia África América y Oceanía.

Digo La Coruña Lugo Orense y Pontevedra.

Digo san Mateo san Marcos san Lucas san Juan.

Digo hidrógeno litio sodio potasio rubidio cesio francio.

¿Lo veis? Mi memoria sigue siendo excelente. Retengo hasta lo que de niño aprendí en el colegio.

Digo también palabras relacionadas con mi vida. Por nada del mundo querría olvidar los nombres de mis hijos (Isabel y Fernando), ni los de mis amigos (Melchor Gaspar y Baltasar). Y preferiría morirme antes que olvidar quién soy y cómo soy. Sería horrible, por ejemplo, olvidar mi propio nombre. Pero no lo olvido. Aunque a veces no recuerde en qué trabajo o el año en qué nací, mi nombre y apellidos los repito de continuo para no olvidarlos. Me llamo Fémur Tibia Peroné.

19.4.10

Sin palabras

A veces dejan cerrada la puerta de la terraza, donde me ponen la comida, y entonces quiero decirles “abridme, necesito salir”. Otras veces tengo ganas de orinar, no puedo aguantarme e intento pedirles “sacadme a la calle”. También a veces se les olvida ponerme agua y quisiera decirles “llenad mi bebedero”

Trato de hacerme entender moviendo el cuerpo y ladrando. Pero a menudo no se enteran. Me preguntan “qué quieres” y yo vuelvo a ladrar y a moverme, y siguen sin entenderme. Es muy frustrante.

Echo en falta lo que ellos tienen. Con la boca articulan sonidos. Se parece a ladrar pero es muy distinto. Cada sonido significa una cosa. Tienen un sonido (“Canelo”) para llamarme a mí, otro para nombrar el agua, otro para la comida… Así pueden decir lo que quieren. Yo alguna vez he intentado ladrar agua, paseo, terraza, pero sólo me salen uau-uaus. Me gustaría tanto tener eso…

15.4.10

La fuerza del Destino

A un niño se le cae el helado de chocolate. Sobre la acera queda una mancha marrón.

Poco después cruzas tú. No reparas en la mancha y la pisas. El helado está aún líquido. Te resbalas. Caída aparatosa, posible fractura. Te llevan a un hospital. Allí te encuentras con Ana, la amiga de tu infancia. Ahora es traumatóloga. ¡Qué casualidad, después de tanto tiempo sin verla! Os pasáis los teléfonos y, tras tu curación, la llamas y quedáis para cenar. Después más llamadas y citas. Un año más tarde, te casas con ella. Tenéis tres hijos y envejecéis juntos.

O bien:

Al niño no se le cae el helado. Cruzas tranquilamente la calle. Llegas a la oficina (porque vas a la oficina). Trabajas como cualquier día. Nunca sabes que Ana (la olvidada amiga de tu niñez) es traumatóloga, nunca vuelves a verla. Obviamente no convives con ella. Tampoco te casas ni tienes hijos.

Por lo que

tu futuro (y el de Ana, y el de tus hijos…) depende de un niño anónimo y de su helado de chocolate. También se puede escribir con mayúscula y llamar Destino.


(Confidencia: En la versión inicial el Destino no tenía forma de helado de chocolate, sino de caca de perro. Me pareció que, en honor a una palabra escrita con mayúscula, debía cambiarlo.)

12.4.10

Terceros interesados

Saben, como todo matrimonio, que no deben discutir delante de los niños. Pero esta vez lo incumplen. Así que en pleno fragor de la disputa, y en presencia de sus hijos, uno de los cónyuges exclama:

-Ojalá no te hubiera conocido nunca. No sé por qué tuve que coincidir contigo en aquella fiesta.

Y el otro:

-Lo mismo digo. Ojalá no te hubieras cruzado en mi vida. Seguro que ahora estaría mucho mejor.

Ante lo cual, y con toda razón, los hijos protestan:

-Eh, un momento. Si se trata de rehacer vuestro pasado, y por tanto des-nacernos, nosotros también queremos opinar.

8.4.10

Qué bien hablo

Es un municipio rural, por lo que la visita de un técnico del Ministerio de Agricultura despierta interés. El funcionario ha comunicado al alcalde que, al igual que el año anterior, no sólo examinará embalses y obras de riego, sino que también se reunirá con los vecinos y les dará una charla.

El técnico de Agricultura se sienta en el salón del Ayuntamiento y empieza su exposición. Pero, al igual que el año pasado, cuando se refiere a las reservas de agua no dice reservas de agua sino “recursos hídricos”. Cuando alude a las medidas de los pantanos no dice medidas sino “parámetros”. Cuando aborda las clases de cultivo no dice clasificación sino “taxonomía”. Cuando habla de una práctica agrícola no dice práctica sino “praxis”. Cuando alude a una enfermedad de los frutales no dice enfermedad sino “patología”. Cuando quiere referirse a cooperación no dice cooperación sino “sinergia”…

Y ello a pesar de que sabe que está hablando a agricultores que conocen su oficio pero no tuvieron ocasión de estudiar. A personas sencillas que se expresan con sencillez. A gente que llama a las cosas por su nombre: por su nombre de siempre.

Al principio el técnico de Agricultura se alegra del interés con que es escuchado, pero, cuando lleva unos minutos disertando, se da cuenta de que su auditorio no cambia de postura, no cruza las piernas, no tose, no pestañea...

Le extraña tanto que pierde la concentración y termina apresuradamente la charla.

El alcalde lo acompaña a la salida pero el técnico, al observar que los asistentes siguen sentados y sin inmutarse, se acerca a uno de ellos y le tiende la mano.

Una mano que nadie estrecha porque el asistente continúa imperturbable.

Ante lo cual el alcalde, sabiéndose descubierto, se siente obligado a sincerarse:

-Pues verá. Como el año pasado no entendieron lo que usted dijo, esta vez nadie quería venir a su conferencia. Así que, para que no se sintiera desairado, hablé con un cuñado mío, que tiene una tienda de confecciones, y le pedí todos los maniquíes (ya sabe, esos muñecos que se ponen en los escaparates). Y los he traído aquí, al salón municipal, para hacer bulto. Supongo que a usted no le importará. Total, aunque hubiera asistido público tampoco se habría enterado de nada…

5.4.10

Batalla campal

Desde su puesto de observación el zoólogo ve acercarse a dos grupos de chimpancés. Ambos clanes inician una pelea a base de golpes y mordiscos. Algunos chimpancés usan palos: ramas que previamente han cortado para emplearlas en la lucha. También se lanzan piedras, cocos y otros frutos.

La refriega acaba cuando uno de los grupos se retira. En el suelo yacen varios chimpancés muertos.

Por la noche el zoólogo se acerca al campo de batalla y, mientras comprueba que algunos de los palos usados en el combate habían sido afilados con los dientes, piensa “Menos mal que aún no han inventado las armas de fuego…”.

30.3.10

Qué pintas

-¿Pero qué pintas ahí, vestido del ku klux klan, con una cruz de palo, plagiándome? No, hombre: si eso ya lo hice yo cuando los romanos (aunque te aseguro que no iba ataviado así, como un fantoche, con esa enorme túnica y ese cucurucho en la cabeza…). Vale que te inspires en lo de la cruz, pero échale imaginación. ¿No crees más bien que a ti te toca hacer... otras cosas?

26.3.10

Aparta de mí este cáliz

No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero
(A. MACHADO)



Admitiendo que un relato alegre es una tragedia a la que faltan sus últimas páginas, se propone una Pascua que termine antes de aquella cena.

Habría desfiles procesionales:

En un paso estaría Jesús dando mandobles, echando del templo a los mercaderes.

En otro aparecería en el Tiberíades, andando sobre las aguas. Para que don Antonio cantase...

Un tercer paso recogería la escena de Lázaro. Cuando le dan la noticia de que ha muerto y, en honor a la amistad (y para desconcierto de teólogos), Jesús llora.

En otro figuraría entre un montón de chavales: jugando con ellos al escondite o pateando una pelota (“Dejad que los niños se acerquen a mí”).

Cerraría la procesión la entrada en Jerusalén. Como en las demás cofradías, el caperuz estaría prohibido. Los nazarenos gritarían “hosanna” y marcharían, igual que el Maestro, a lomos de un burro.

23.3.10

Suponiendo

Si LUIX XVI hubiera sido Luis a secas, y hubiera tenido que cultivar de sol a sol, a cambio de una ínfima peonada, las tierras de un aristócrata,

...entonces tal vez habría presenciado, con gran complacencia, las ejecuciones en guillotina del rey de Francia y de la reina María Antonieta.


Si ROBESPIERRE hubiera sido hijo de un noble francés, y hubiera frecuentado los salones de la alta sociedad y las fiestas en la corte de Versalles,

…entonces tal vez se habría opuesto a la revolución y habría odiado a quienes gritaban libertad igualdad fraternidad.


Si NICOLÁS II hubiera sido Nicolás a secas, y hubiera nacido en una cabaña de madera, y trabajado siempre como siervo, y pasado hambre y frío en las estepas rusas,

…entonces tal vez habría apoyado la abolición de la propiedad y la colectivización de la tierra, habría asaltado el Palacio de Invierno y habría tomado parte en la ejecución del zar, la zarina y sus hijos.


Si LENIN hubiera sido hijo de un terrateniente, y en las tierras de su padre se hallaran ocupados más de cien campesinos,

…entonces tal vez le habrían parecido escandalosas las ideas de Karl Marx y se habría enfrentado al partido bolchevique.


Si DOLORES IBÁRRURI hubiera sido hija de un banquero, y vivido en una casa suntuosa servida por criados, y hubiera sido educada con gran refinamiento por una institutriz, y nunca hubiera probado el sabor de lo injusto,

…entonces tal vez habría deseado la derrota de la república en la guerra civil.


Si FRANCISCO FRANCO hubiera sido hijo de un jornalero, y nunca hubiera podido ir a la escuela, y desde los nueve años hubiera tenido que labrar el olivar de un señorito andaluz,

…entonces tal vez habría sostenido que la tierra es para el que la trabaja, habría pedido armas para defender la república, habría luchado contra los facciosos en el 36 y habría exclamado no pasarán.


(Es probable que muchos opinen que plantear estas hipótesis, y sobre todo escribirlas, carece de utilidad. Dirán que son elucubraciones sin sentido. Y llevarán razón.)

22.3.10

Poesía animal

Esta mañana se ha metido en el coche, mientras movía el rabo de contento, creyendo ir de excursión como otras veces. Pero una hora más tarde su dueño ha parado el motor, lo ha sacado fuera, ha vuelto a subirse y ha arrancado. Sin él.

Lo ha dejado ahí, en medio de una gasolinera, abandonado.

Han pasado dos horas y su amo no ha vuelto.

Está aturdido, sin saber qué hacer ni dónde ir.

La alegría me dejó
esta mañana.
Donde hubo confianza ahora hay
ansiedad,
extraña mezcla de soledad y miedo.
Nunca había probado esto que ahora siento.
Desconocía cómo es
la tristeza.


El perro ha compuesto un turbador poema sobre la desolación y el desgarro. Un poema que ni tú ni yo vamos a leer.

18.3.10

Poesía oral

Cuando le operaron de una hernia, el hombre de letras tuvo que compartir la habitación del hospital con otro enfermo. Era un anciano desahuciado, del que no se separaba nunca su mujer.

Al entrar el anciano en fase terminal, los enfermeros colocaron una cortina divisoria entre ambos pacientes, para preservar mínimamente la intimidad del moribundo y evitar que el compañero de habitación tuviera que presenciar la agonía.

Con la cortina en medio no se podía ver lo que pasaba al otro lado, pero sí oír.

Entonces, desde su cama, el hombre de letras oyó a la mujer del anciano decir:

-Me agarro a tus manos para ir donde tú vayas.

-No te pierdo. Nunca se pierde a aquél a quien se quiere.


Y el hombre de letras cogió un bolígrafo y se apresuró a anotar esas palabras: frases poéticas cazadas al vuelo, sublimes poemas espontáneos de aquella mujer que, poco antes, le había referido ser analfabeta.

16.3.10

Unos habrían sido otros

Nacieron en un mundo desigual.

Unos nacieron en una familia rica y, cuando crecieron, aspiraron a conservar sus propiedades. Fueron conservadores.

Otros nacieron en una familia pobre y, cuando crecieron, aspiraron a salir de la miseria. Fueron revolucionarios.

Ninguno nació conservador ni revolucionario. Fue el entorno, el alrededor, quien los hizo así.

Si los conservadores hubieran nacido en una familia pobre, habrían sido revolucionarios. Si los revolucionarios hubieran nacido en una familia rica, habrían sido conservadores.

Los explotados habrían sido explotadores. Los explotadores habrían sido explotados.

Unos habrían sido otros, y otros habrían sido unos.

Se enfrentaron con saña. Mataron y murieron. (En Francia 1789, en Rusia 1917, en España 1936…; ¡tantas veces y en tantos sitios!)

Se decía que luchaban por las ideas. Sí, por las ideas sobre cómo repartir las fábricas, la tierra… De modo que no por las ideas, sino por las cosas.

Así pues, eran productos de su circunstancia. Unos y otros eran títeres de la materia.

15.3.10

Tenía 12 años

Tenía 12 años. Acabó de leer El principito. Llegó al párrafo en que el aviador (ese aviador que no se identifica pero se supone que es el propio Saint-Exupéry) dice:

Éste es, para mí, el paisaje más bello y más triste del mundo… Aquí fue donde el principito apareció en la Tierra y luego desapareció…

Si llegáis a pasar por allí, os lo suplico: no os apresuréis; esperad un momento, exactamente debajo de la estrella. Si entonces un niño se acerca a vosotros, si ríe, si tiene cabellos dorados, si no responde cuando se le pregunta, adivinaréis quién es. Sed, entonces, amables. No me dejéis tan triste. Escribidme en seguida, decidme que el principito ha vuelto
”.

Y entonces le invadió una extraña tristeza. Porque se dio cuenta de que, si bien podría releerlo muchas veces, nunca más podría descubrirlo. Nunca más podría sentir la fascinación, el asombro de encontrarlo.

Tenía 12 años y aún le quedaban algunas cosas por descubrir. Pero ya no más, ya nunca más El principito por primera vez.

12.3.10

Una conversación privada

Mientras estaba sentado en el tribunal, su esposa
le mandó a decir: “No te metas con ese justo, que
hoy, en sueños, he sufrido mucho por su causa”.
(Mt 27,19)



-¿Qué piensas hacer con el agua?

-¿Qué agua?

-La que has usado para lavarte las manos.

-Pues tirarla, ¿qué quieres que haga?

-La suciedad pasará a la tierra y se quedará para siempre.

-Bien, pues dime qué crees que debo hacer. ¿Ahorcarme, como el que lo entregó? Ya ves que a esos exaltados no hay quien los pare: he mandado que lo azoten y no han tenido bastante; les he amenazado con soltar a Barrabás y lo han preferido. Están dispuestos a todo con tal de matarlo. Si no lo autorizo habrá una rebelión. Lo matarán igual y a mí me arrastrarán con él.

-¿Y si haces que lo crucifiquen el viernes?

-¿El viernes?

-El viernes por la tarde. Seguro que al oscurecer se largan. Esa gente es así: los sábados tienen prohibido hasta sonarse los mocos.

-Quieres decir que podríamos hablar con alguien. Una persona de confianza que lo descuelgue de la cruz cuando todavía no esté muerto.

-Veo que me has entendido.

-Pero ¿qué pasará si después lo ven vivo? Sería volver a empezar.

-Sí, claro, hay que hablar con él. Después tiene que irse: marcharse lejos y no regresar. Fíjate que corre el rumor de que revivió a otros y él mismo podría hacerlo. Pues aun así tendría que largarse. Si resucitara diez veces, lo matarían once.

-Puedo intentar decírselo. A él su vida no le importa. Ya lo has oído: “mi reino no es de este mundo”. Pero quizá acepte por su madre.

-Está claro que, aunque a él lo maten, a su madre no la dejarán tranquila.

-Estaba triste por eso cuando conversé con él. Es el hombre más raro que he conocido. ¿Sabes?: nunca ha estado en Roma pero entiende el latín. Y hay algo insondable en su mirar. En fin, puede que consienta ir con su madre a las montañas, más allá de Damasco… Bajaré a verlo al calabozo.

11.3.10

La noche de las raíces

Tenía 14 años. Puso la tele y casualmente “Raíces”. Un muchacho negro vive en África con su pueblo y familia. Se llama Kunta Kinte. De pronto es apresado. Hombres blancos lo llevan a un barco, lo atan, lo enjaulan junto a otros africanos. Muchos de ellos mueren en el viaje. En América lo subastan y esclavizan para siempre.

Después no hay sueño. ¿Cómo dormir ahora? Se mordía los dedos y quedaban huellas de dientes. Vueltas bajo las sábanas, esto no puede quedar así. Ganas de dejar la cama, de salir ya a derribar gigantes.

Cada cuarto de hora sonaba el reloj del pasillo. Finalmente ocho tintineos. Era lunes y había que ir al instituto.

Han pasado treinta años, pero mientras viva no olvidará la noche de las raíces. No olvidará su bautismo de insomnio, la noche aquella en que no pudo dormir.

9.3.10

Mientras huye

Desde que leí esa frase, “tempus fugit”, dedico el tiempo a disfrutar del tiempo. Sostengo el reloj en la mano y veo, cada segundo, moverse la aguja de los segundos. Sé que ha pasado un segundo porque lo indica la aguja. A mí, la verdad, se me hacen unos más largos que otros. Pero ella es exacta, rigurosa. Y aunque se detuviera, el tiempo seguiría su flujo: imparable, continuo, intemporal. También avanzan los minutos y las horas. (Hay quien a las agujas las llama manillas o manecillas.) A estas últimas, las de las horas y los minutos, nunca las he visto moverse. Pero cambian de posición, eso seguro. A veces mi pensamiento vuela hacia otras cosas, pero enseguida lo llamo al orden: -Vamos, a tu tarea, a ver pasar el tiempo. Sé que los demás no actúan igual. De hecho, no conozco a nadie que haga lo mismo. Pero no entiendo su actitud. No comprendo que puedan vivir sin disfrutar de las agujas, ocupados en otros quehaceres, dejándolo escapar, perdiendo el tiempo.