14.7.14

Deus ex machina


El robot Ángelus detuvo el bombardeo. Interceptó todos los reactores en el aire y los depositó limpiamente en un llano. A continuación desactivó sus misiles. Los tripulantes no daban crédito. ¿Qué era esa inmensa máquina que atrapaba aviones en pleno vuelo? ¿De qué nuevo ingenio militar disponía el enemigo? Pero el ejército adversario también sufrió la intervención de Ángelus. Sus vehículos de combate quedaron atrapados cuando el robot Ángelus se plantó en medio de ellos. La misma incredulidad les invadió. Al principio abrieron fuego contra Ángelus, pero el material de que el robot estaba hecho resistía indeformable todos los ataques. Además, Ángelus aparecía y desaparecía en el momento justo, por lo que técnicamente era imbatible. Luego, el robot impuso las condiciones de la paz. Nadie se atrevió a llevarle la contraria.

Aunque los gobiernos de los bloques enfrentados abrieron sendas investigaciones para tratar de doblegar a Ángelus, la opinión pública de sus países se les echó encima. ¿Por qué había que continuar la guerra, si el robot Ángelus había dispuesto una paz aceptable, o en todo caso menos mala que las bombas?

Desde ese día Ángelus se puso manos a la obra. Las grandes injusticias, los desmanes y expolios estaban en su agenda. El robot Ángelus daba órdenes y, si no se cumplían, él mismo las ponía en práctica. Aquella inmensa máquina hacía y deshacía. Movía diques, trasladaba edificios, suprimía fronteras, repartía tierras... En poco tiempo desaparecieron las hambrunas, el analfabetismo, las epidemias, la explotación.

Al principio Ángelus fue muy cuestionado, pero ya no se oye murmurar a nadie. A la postre todos vivimos mejor, y sin miedo a invasiones o guerras destructivas. (¿Qué habría sido de nosotros sin Ángelus?, ¿nos habríamos ya autoaniquilado?)  De ahí también los nombres con que es conocido: algunos lo llamamos Ángelus; otros lo llaman Gran Amigo, o Protector, o Vigía Máximo.

Lo que prevalece es un sentimiento de alivio, de "por fin", de "ya era hora". Si el robot Ángelus hubiera estado aquí desde el principio, si siempre hubiera ejercido y actuado…, todo habría ido mejor. No habría habido Hiroshimas, ni campos de concentración, ni genocidios. ¡A tantos desalmados habría parado los pies! (¿Os imagináis a Ángelus cayendo sobre Auschwitz y demoliendo él mismo, con sus enormes brazos, los barracones; desmontando las cámaras de gas? ¿Os lo imagináis parando las masacres de Camboya o Ruanda? ¿Os lo imagináis, antes de todo eso, cortando de un plumazo los abusos coloniales, la esclavitud...?)

Lo que nadie sabe es quién trajo al robot Ángelus: quién creó ese inmenso autómata; quién lo ideó y construyó; quién concibió su material único (indestructible, teletransportable, ubicuo, omnipotente); quién lo programó éticamente para reprimir el mal e imponer la justicia.

Mucha gente piensa que fue algún científico (alguien que lo inventó y no quiere que se sepa su autoría), otros creen que fue una sociedad secreta de ideario benéfico, y no falta  -en fin- quien opina que lo envió el propio Dios, harto ya de ser criticado por su pasotismo e inhibición.