26.5.11

Surcos

Mira mi colección de cerebros conservados en formol. Uno es el cerebro del dictador I., que sometió a su pueblo a base de crímenes. Otro es el cerebro del misionero F., que sacó de la miseria a miles de indígenas. Otro es el cerebro del asesino R., que mató a tres mujeres después de violarlas. Otro es el cerebro del político S., que dimitió para no firmar una sentencia de muerte. Otro es el cerebro del emperador N., que mandó invadir varios Estados limítrofes. Y finalmente el cerebro del presidente L., que hizo abolir la esclavitud en su país.

Obsérvalos despacio. Fíjate en sus surcos, sus pliegues, sus circunvoluciones. Son casi iguales, apenas se diferencian en forma y tamaño. Es difícil distinguirlos. Entre sí, los cerebros se parecen como gotas de agua. Son tan similares como los fémures, las retinas, los páncreas de varias personas.

Sigue observándolos. A ver dónde encuentras en ellos la bondad, la vileza, la compasión, el odio… (¿No residían allí físicamente? ¿No estaba allí su sede, su alojamiento orgánico -una masa esponjosa situada bajo el cráneo-? ¿No fue ésa su materia, su tejido o sustancia?)

Mira mi colección de cerebros e intenta averiguar de quién fue cada uno.

25.5.11

Fiesta

Respetable público:

Hemos conectado, mediante ondas radioeléctricas, los receptores sensitivos del animal con las terminaciones nerviosas de ustedes. Lo que el toro sienta, ustedes también lo sentirán. Cuando se le claven banderillas, notarán en su piel los pinchazos. Cuando el picador lo acometa, sentirán el hierro en sus propias entrañas. Cuando se le estoquee, percibirán la punta hincándose hasta lo hondo. Hasta lo hondo de ustedes. De esta forma la fiesta (nuestra Fiesta Nacional) será más vívida, más real, más compartida. Confiamos en que esta iniciativa sea de su agrado. Y ahora -señoras y señores, respetable público- disfruten ustedes de la corrida.

17.5.11

El mayor espectáculo del mundo

Feria en el pueblo. Luces de colores. Hay noria, tiovivos, carrusel, tómbolas. También un circo. Por sus altavoces anuncian: “Pasen y vean a la mujer-pájaro. Lady-bird: la estrella del circo. Funciones a las seis y ocho y media”.

Al niño le compran un globo. Una esfera naranja que cae hacia arriba. Se lo atan del brazo para que no lo pierda.

Al cabo de un rato el hilo se parte. El globo escapa y el niño, mientras lo ve subir, rompe en sollozos.

La gente se ve reflejada en él. ¿Quién no lloró, de pequeño, al ver alejarse su globo de gas?

De la carpa del circo sale algo. Es Lady-bird, la mujer-pájaro.

Con su mochila propulsora se eleva sobre el recinto, atrapa el globo, desciende, pregunta de quién es, lo entrega al niño.

Ahora los ojos del pequeño no caben en sí.

Tras haber asistido al mayor espectáculo (devolver la sonrisa a un niño), los presentes empiezan a aplaudir. Y al hacerlo, se resarcen del día en que perdieron un globo y ninguna mujer-pájaro se lanzó a atraparlo.

10.5.11

La mujer de la foto

Los turistas, montados en el jeep, pasan junto al poblado. Cerca de ellos, una mujer se afana en sacar agua de un pozo. El agua está tan profunda que la mujer tiene que alejarse varios metros y tirar de una soga larguísima para subir cada cubo. Después ata la cuerda a un árbol y recoge el recipiente. El agua sale sucia, de color marrón. Habrá que filtrarla y hervirla antes de poder beberla.

Los turistas, tras fotografiar a la mujer, siguen su tournée africana. Ya han conseguido su objetivo: un segundo de la vida de aquella mujer congelado en una imagen, en la foto que después pegarán en el álbum: “Vacaciones en Kenia y Tanzania, año 2010”.

Y se marchan en el jeep a su hotel de Nairobi, provisto de todos los servicios –entre ellos, grifos de los que sale agua-, mientras la mujer se queda allí: en el pozo, en el acarreo diario de agua para beber, para fregar, para lavarse…; en la carencia de agua corriente (y de lavabo, y de váter); en su choza de barro y ramas, ¡tan típica, tan primitiva, tan digna también de una foto!

Los turistas se alejan mientras aquella mujer se queda en su tipismo, en su exotismo. La mujer de la foto se queda allí, en su vida.

9.5.11

Monsieur Bovary

NOTA: Por su extensión, este relato puede leerse en el siguiente enlace:

Monsieur Bovary

3.5.11

A ver si me entiendes

Tras examinar su historia clínica y los últimos análisis, dije a la paciente:

-Ya puede levantar la restricción hídrica.

La señora me miró extrañada y una enfermera tuvo que traducir:

-El doctor dice que puede usted beber toda el agua que quiera.

Y yo, avergonzado, salí de la habitación farfullando “restricción hídrica, restricción hídrica”. Me metí en el baño y mirando al tío del espejo le pregunté:

-¿Cuál fue el preciso instante en que te volviste gilipollas?