30.11.09

Sólo yo sobro aquí

Noviembre en el campo. Mosaico de ocres, pardos, castaños. No hay palabras para todos los marrones (o a lo mejor sí pero yo las ignoro), para todos los amarillos, para todos los grises… Hojas que aún cuelgan de las ramas, hojas caídas: dispuestas a ser suelo, barro otra vez. Ha de haber animales guarecidos en las oquedades de la tierra y de los árboles. Sólo se ve, cruzando por encima, alguna uve de pájaros emigrando a otros sitios. Rumor del río. Humedad que asciende cuerpo arriba.

Sólo yo estoy de más (¿por qué he venido?, ¿por qué me he sentado, a escribir, en el suelo?). Sólo yo desentono. Sólo yo soy intruso. Sólo yo sobro aquí.

Me marcho pronto para no estorbar.

27.11.09

Final de trayecto

Uno escribió “apenas tenía imaginación, pero inventó cuentos junto a mi cuna”.

Otro escribió “compartió conmigo su luz y su alegría”.

Otra escribió “cuando ya no tenía fuerzas para nada, aún sacaba fuerzas para mí”.

Otra escribió “toleró mis errores”.

Otro escribió “respondió a mis gritos con palabras suaves”.

Otra escribió “después de engañarla, volvió a confiar en mí”.

Y cada uno plegó varias veces su papel hasta hacerlo pequeño y entre todos, silenciosamente, los colocaron sobre aquel cuerpo. Y al trasladarlo tuvieron gran cuidado de que ninguno de los papeles se cayera, porque sin ellos el lívido despojo perdería su textura.

26.11.09

Pretérito perfecto

¿Recuerdos que le pesan? ¿Recuerdos que le hieren?

¡¡¡ No sufra más !!!

Artesanos del Recuerdo (*) reemplaza esos archivos.

A diferencia de otros productos, Artesanos del Recuerdo no elimina vivencias, sino que las sustituye por otras que usted elija. Artesanos del Recuerdo retira las neuronas que albergan impresiones molestas, las reemplaza por otras y recompone las sinapsis implicadas. De este modo usted no sólo no recuerda lo que no quiere, sino que sustituye esos registros por otros de su elección.

Artesanos del Recuerdo no cambia memoria por olvido, sino que reemplaza los recuerdos aciagos por otros felices.

¿Usted quería que algo pasara de una forma pero pasó de otra? No importa: nosotros le implantamos lo que quiso que ocurriera.

A partir de ahora puede mandar en su memoria: recordar lo que quiera y como quiera, haya pasado o no.

(*) Artesanos del Recuerdo es una marca del grupo CerebroEscultura.

25.11.09

Baldosa

Necesitas pedir perdón. Sabes que te sentirías mejor después de decir disculpa, lo siento. Y sin embargo hay una fuerza dentro que se opone. ¿Cómo se llama esa resistencia? Puesto que no tiene nombre, podríamos llamarla baldosa. Así sería más sencillo pisarla, cruzar por encima y decir perdona.

23.11.09

La zona oscura

La intimidad de los muertos. Secretos guardados en sus armarios, papeles, estantes... La parte de ellos que ni siquiera revelaron a sus íntimos.

El cajón de la mesa donde trabajaba Javier.

De un sobre extraes la foto amarillenta de una muchacha, probablemente su primer amor; un collar de cuero con el nombre de “Rayo”, el perro de su infancia; y un plano.

Un plano, sí. Un croquis del barrio en que vivías con tus padres: tu casa, las calles próximas, la plaza donde aparcabas el coche.

Anotaciones junto al plano: “Suele llegar a la plaza a las nueve. Cuando ella cruce de acera y antes de que suba a su coche, girar marcha atrás hacia la derecha. Conviene que la chica vea el golpe. Asegurarme de que golpeo el faro. De inmediato bajar y decirle: -¿Es tuyo el coche? Vaya, lo siento, he roto el faro. Perdona, ahora tengo mucha prisa. Pero esta tarde te llamo y arreglamos lo del seguro. No olvidar pedirle el teléfono. Después llamarla y quedar en una cafetería.

La chica” eres tú.

Veinte años sin contártelo, haciéndote creer que vuestro primer encuentro fue casual. Disfrutabas diciendo “nos conocimos por casualidad: gracias a que Javier rompió el faro de mi coche”. Y sin embargo no fue un accidente. Él lo había planeado con detalle: dónde girar, dar marcha atrás, un golpe en el faro… “Perdona, lo siento, qué despiste. Mira, ahora tengo mucha prisa, pero dame tu teléfono y te llamo esta tarde. Tomamos un café y rellenamos el parte del seguro”. Luego más llamadas, citas… Y después, una vida entera juntos.

Trozos de él que no quiso compartir contigo, tal vez con nadie.

Tu voluntad se divide: entre el deseo de saber más y la sensación de allanar un espacio sagrado. Finalmente encuentras un cuaderno de hojas manuscritas, algo parecido a un diario. Si Javier viviera no lo leerías, pero ahora es distinto. ¿Es distinto?

Empiezas a leer su diario pero, en la segunda página, tus pies te llevan a la cocina, enciendes una cerilla y mientras el cuaderno arde te preguntas, como cuando eras niña, de qué color es el fuego.

20.11.09

Labios de hastío

He tenido que beber bastante para escribir esta carta y ahora con el valor que me ha dado el alcohol y metida en una nube la escribo de corrido sin corregir ni tachar porque quiero soltarlo a bote pronto, que siempre he tenido problemas para hablar, que el silencio me acuciaba, no podía contar cosas, no sabía decir nada ocurrente, nada con gracia, menos aún interesar a nadie, con esta voz endeble, raída y casi afónica que tengo, y al mismo tiempo me quemaba el silencio, necesitaba apagarlo, sentía que todo el mundo me pedía romper el silencio, vamos rómpelo, la gente a veces se callaba, todos a la vez, y entonces aunque no me miraran sentía que me miraban y es como si me exigieran, vamos habla, si la charla se ha cortado es por tu culpa, nunca cuentas nada, di algo que haga volver la conversación, y no sé si es timidez o cortedad o apocamiento o como quiera llamarse pero sí sé que me obligaba a decir algo, lo que fuera, aunque una idiotez o una mentira pero que rompiera el silencio y nadie pensara qué sosa, qué insulsa es, y no eran ganas de destacarme sino necesidad de ser tomada por normal, de que no me juzgaran rara, y por eso una vez revelé lo de tu enfermedad, no para hacerte daño, ¿por qué iba a querer hacerte daño? si apenas un conocido del pueblo, sino por parecer interesante, uy lo que ha dicho, anda lo que sabe, y ser estimada o considerada o apreciada o qué se yo, reina por un minuto, hablando desenvuelta sin interrupción de nadie. Y por eso lo conté, y no voy a decir que no supiera el daño que te hacía, a lo mejor no lo había pensado mucho pero saberlo lo sabía, y no me importó decirlo, bueno no sé si me importó o no, pero me importó menos que hacerme la importante, y por eso lo hice, dije el nombre de tu enfermedad, que lo sabía porque trabajo en el hospital y había visto el resultado del análisis, y lo dije, y eso te hizo un daño horrible, se corrió en el pueblo, ¿cómo iban las otras a guardar el secreto si no fui capaz de guardarlo yo?, y desde entonces todos te miraban con malos ojos, te rehuían, ya ves tú una enfermedad que no se contagia más que por la sangre, pero la gente no quería estrecharte la mano ni acercarse ni hablar contigo, y se cambiaban de acera, y no entraban al bar si tú ibas porque bebías en los vasos, y sé que luego los dueños de las tabernas te pidieron que no entraras, que espantabas los clientes, que no te lo tomaras a mal, que era por su familia, el pan de sus hijos, y lo mismo en las tiendas y en la piscina, como un apestado, víctima de mi jodida indiscreción, que nunca hablo y para una vez que debí callarme voy y la pifio, tanto dolor porque me fui de la lengua en el pueblo, ya se sabe pueblo chico infierno grande. Y ahora que he oído que estás ingresado no quiero que te vayas del mundo, pero sobre todo no quiero que te vayas sin decirte esto, que no sirve para nada, que no deshará nada, pero bueno, quiero decirlo, quiero que lo sepas, que te hice daño, que añadí sufrimiento a tu sufrimiento, pero no fue por maldad, créeme que no fue malicia, que no lo hice para hacerte sufrir, no digo que no supiera que te hacía daño, quizá no lo pensé mucho pero saberlo lo sabía, lo hice para que me consideraran me aprobaran me admitieran, para romper el silencio, el bendito e inofensivo silencio.

19.11.09

Abraxas

-No hemos querido molestarla hasta que saliera de la UCI. Ahora que su hijo se encuentra bien y usted ya está en planta, querríamos que contestara algunas preguntas. Es para el atestado.

-No hay problema. Responderé hasta donde me acuerde.

-Bien, vamos allá. ¿Recuerda cómo se produjo el choque?

-Al entrar en la curva la furgoneta invadió mi carril. De pronto la vi de frente, venía directa hacia mí. Instintivamente giré el volante hacia la derecha y nos salimos. De repente me encontré “cabeza abajo”. Miré atrás y vi a mi hijo. Lloraba, así que estaba vivo. Con mucho esfuerzo conseguí salir por el parabrisas. Intenté sacar al niño, pero los brazos no me obedecían. Entonces vino aquel hombre. Recuerdo cómo soltó el cinturón de la sillita, agarró a mi hijo y lo levantó. Todo pese a llevar las manos esposadas. Lo sacó del coche y lo apartó de allí.

-¿Estaba ya ardiendo su coche en ese momento?

-Creo que todavía no, porque el niño no ha tenido quemaduras. Ni yo tampoco. Sólo traumatismos.

-Entonces, ¿cuándo se dio cuenta usted de que su coche ardía?

-Un poco después, dos minutos o así. Pero ¿por qué es tan importante el momento?

-Mire, señora, aquel hombre murió carbonizado. La hipótesis que manejamos es que sus ropas se prendieron al rescatar a su hijo.

-Así que ha muerto...

-Queremos aclarar el modo como se incendiaron sus ropas. Dese cuenta de que ese hombre estaba detenido, así que el Estado era responsable de su custodia.

-Entonces ¿murió abrasado?

-Sí. Con las esposas debió serle imposible quitarse las ropas. Y como estaban ardiendo...

-Me dejan atónita... ¿Y por qué fue detenido?

-Bueno, en realidad no estaba detenido. Ya había sido condenado. El furgón que chocó con su coche venía de la Audiencia. Era un traslado penitenciario: lo conducían a prisión, para cumplir condena.

-Condena... ¿Por qué delito?

-Homicidio.

17.11.09

Muertos y enterrados

Él no tiene especial interés en que abran la fosa de su abuelo. Pero el caso es que, después de décadas de prohibición, la ley permite abrirla y sacar los restos para llevarlos al cementerio.


No es sólo la fosa de su abuelo. Allí hay enterrados otros seis hombres. Fueron asesinados en el 36, al principio de la guerra, en el mismo sitio donde está la fosa común en la que seguidamente echaron los cadáveres. Y han sido otras familias las que han pedido su exhumación.


Tras culminar los trabajos hay una especie de homenaje. Es un acto abierto, pero están expresamente invitados los familiares.


Pide a sus hijos que acudan y éstos, de mala gana, acceden a ir.


Casi todos los asistentes son ancianos. Se asemeja a un congreso de la tercera edad.


Como descendiente de uno de los homenajeados, le toca hablar. Entonces explica que no conoció a su abuelo pero su padre le habló de él. Le contó que fue un maestro joven, de ideas socialistas, que no tenía reparos en defender en público sus convicciones. Su lema era "Cultura para el pueblo. Educación = Liberación". Le mataron por eso y por estar afiliado a uno de los partidos del Frente Popular.


Cuando termina de hablar, y sin esperar a que el acto concluya, sus hijos se levantan y se ausentan.


Al acabar el homenaje, de camino a casa va pensando en su abuelo y también en su padre. Éste tenía seis años cuando le dejaron huérfano. Durante toda su vida hubo de tragarse la rabia, no remover recuerdos para no ser represaliado. De otro modo le habrían impedido ser funcionario de Telégrafos.


Cuando llega a casa, su hija está en el salón viendo "Gran Hermano" mientras habla por el móvil. Su hijo está en su cuarto siguiendo, en el ordenador, el gran premio de Malasia de Fórmula 1.


No se atreve a preguntarles qué les ha parecido el acto ni su intervención. "Bah, rollos de viejos" (se imagina la respuesta).


Son sus hijos. Son buenos chicos. Como a todos los jóvenes, les gusta divertirse. Como a la mayoría de ellos, la política les trae sin cuidado. No saben lo que es pasar hambre (tratar de dormir con el estómago vacío). No saben lo que es ser analfabeto (ver un libro o un cartel y no entenderlo). No saben lo que es tener que ir, con once años, a trabajar de sol a sol...


No: en poco tiempo la vida ha cambiado mucho y no saben nada de eso.


(¿Y gracias a quiénes no lo saben?)


De todos modos, tampoco les espera una vida fácil. No es fácil emanciparse, ni hallar un trabajo estable, ni tener casa propia... No han de sufrir –es verdad- las carencias extremas de otro tiempo, pero aun así el futuro les será complicado.


"Gran hermano".
"Fórmula 1 (gran premio de Malasia)".
"Cultura para el pueblo. Educación = Liberación".
"Bah, rollos de viejos".
Todo esto se le agolpa en su cabeza y apenas entiende nada.

16.11.09

Escisión

A punto de morir, con la voz entrecortada se despide de sí mismo.

-Siento tener que dejarte, pero no tengo elección.

-Claro, no te sientas culpable.

-¿Qué vas a hacer ahora?

-No lo sé. Nunca he vivido sin ti. Ni siquiera sé si es posible.

Como no pueden darse la mano ni abrazarse, se dicen solamente adiós, adiós.

Y se alejan.

13.11.09

Nunca en mi corazón

Seguramente le extrañará que le remita una carta alguien que no conoce. Lo hago, en primer lugar, porque es usted la persona a quien más admiro. En segundo lugar, porque hace tiempo que necesito comunicarle algo. Y finalmente, porque no quiero perder toda oportunidad de exponérselo.

He sabido que está usted hospitalizado. Deseo sinceramente que se recupere. Sin embargo, esta circunstancia me ha llevado a expresarle mi inquietud, antes de que sea tarde.

Sé que ha dedicado su existencia a luchar contra la injusticia. Ha pasado usted encarcelado la mayor parte de su vida por oponerse a la segregación racial, y tras ser liberado viajó a más países para enfrentarse a otras formas de opresión. Por eso ha sufrido persecución y torturas. He oído que lo que le tiene ahora en el hospital es consecuencia de las privaciones vividas en sus años de cautiverio. Está claro que la lucha por la justicia ha sido el motor de su vida.

Mi existencia ha sido bien distinta. A mí me faltó su coraje. Desde niño he sentido repulsión ante la injusticia. Sí, una especie de furia impotente y pasiva. Pero, a diferencia de usted, me tragué mi rabia. No fui valiente.

No, no tuve madera de héroe. Guardé mi indignación para mí mismo y me dediqué a otras actividades que no comprometían mi comodidad.

Estudié biología celular, me especialicé en aplicaciones clínicas. Me hice investigador. Durante algún tiempo participé, incluso, en programas militares. Experimentos reservados, ensayos secretos sobre armas biológicas. Cómo me avergüenzo de ello.

Finalmente (éste fue mi único rasgo de decoro) dimití y volví a la universidad.

Bien; le ahorro detalles y voy directo a la cuestión. Lo que quiero decirle es que conozco un modo de acabar con la injusticia, de extirparla para siempre.

Sí, lo que usted y yo anhelamos existe. Es un virus: un virus que puedo poner a su disposición. Mejor dicho: puedo liberarlo. Basta que usted me lo indique y activaré el programa de transmisión. El virus es letal para la especie humana y se contagia a la vez por varias vías. Nadie puede escapar. No distingue entre razas ni estados. No hay vacuna ni remedio. En pocos días toda la humanidad habrá desaparecido.

¿Se da cuenta? Si se extingue la humanidad se acabará la injusticia. Desaparecerán las guerras, la explotación, los genocidios...

Con la supresión del ser humano se terminará todo eso. Seguirá habiendo vida, vida animal y vegetal, porque el virus no infecta a los demás seres. Sólo los humanos nos extinguiremos. Y no habiendo humanos en el planeta, no habrá nadie dotado para el mal. Con nosotros se irá la injusticia.

A fin de cuentas, ¿qué otra solución hay? ¿Acáso podemos intuir otra forma de acabar con lo injusto?

Puede que en el pasado las guerras tuvieran sentido: no había bastante alimento para todos. Pero ahora la tecnología ha abolido esa escasez, y sin embargo sigue habiendo hambrunas y masacres. El progreso no ha acabado con la guerra, sólo ha sofisticado las armas. No hay justicia entre los individuos, entre los pueblos. Una pequeña parte de la humanidad está instalada en el derroche mientras el resto carece de lo básico. Los países ricos esquilman los recursos de los pobres. ¿Y acaso hay esperanza de que esto cambie?

Extinguida la humanidad, seguirá habiendo vida en la Tierra, pero será vida sin voluntad moral, sin aptitud para lo abyecto y lo injusto.

Contésteme si aprueba mi propuesta. Sólo le reconozco a usted la autoridad de decidirlo. Basta una indicación suya y pondré en práctica el plan: el único que asegura la extirpación total de la injusticia
.”

-Enfermero, por favor, tire esto a la papelera.

12.11.09

Irme

No quieren que lo sepa y disimulan, fingen buen humor, normalidad. Les he seguido la corriente para que no sufran, piensen que han logrado ocultármelo hasta el final, tengan esa ínfima satisfacción. A veces oigo gimotear tras la puerta y no digo nada, sería cruel preguntar “¿y esos sollozos?”. Siento que les juego una mala pasada muriendo, y en absoluto me consuela que no sea mi culpa. Son mis padres y no quiero hacerles daño. Pero tengo que decírselo. Será una bonita conversación, aunque cueste empezarla. Primero lloraremos los tres, y luego… Cuando me vean reír ellos también lo harán. Reventaremos de risa juntos. De acuerdo: es arriesgado y no estoy seguro de que salga bien. Pero, sea como sea, no puedo irme de aquí entre mentiras.

11.11.09

Dispárame

(Con agradecimiento a la persona que me lo contó.)



Casi nadie quería que hubiera una guerra, pero hubo una guerra.

Casi nadie eligió un bando en que luchar, pero hubo que luchar en algún bando.

Fue en 1936 en España.

A uno de aquellos hombres que no quería que hubiera guerra le obligan a ir a la guerra y a luchar en un bando. Y le obligan también a fusilar a un enemigo. (¿Enemigo por qué, si a él no le ha hecho nada?).

"Pégale un tiro a ése", le ordenan.

Y va a donde está aquel hombre, el enemigo, atado de pies y manos. Levanta su fusil y después de unos segundos lo deja en el suelo.

-No puedo- dice.

El que está atado lo mira y le pregunta:

-¿Tienes familia?

-Sí, tengo dos hijos pequeños y mujer...

-Entonces no lo dudes y apúntame bien al corazón. No tiembles, no falles el tiro y deja de llorar... Si no me matas tú, te van a matar a ti, y a mí me va a matar otro. Así que, ya que de todas formas voy a morir, prefiero que me mate un hombre honrado que no quiere matar a otra persona. Olvida lo que vas a hacer. Me llamo Andrés y soy de...

La guerra termina pero durante décadas está prohibido exhumar los cadáveres que fueron enterrados en el campo, de cualquier manera. Como el de Andrés.

Pasa el tiempo, pero el ejecutor nunca olvida los ojos de aquél a quien disparó. Cuando nace su tercer hijo lo llama Andrés. Y cada aniversario del fusilamiento deja un ramo de flores en la "tumba", es decir, en el lugar donde él mismo tuvo que enterrar, tras fusilarlo, a aquel hombre. Entonces le parece oír una voz conocida que, subiendo de la tierra, le dice "Prefiero que me mate un hombre honrado".

10.11.09

Están locos estos romanos

Hijo soy de mi hijo: él me rehace”
(J. MARTÍ)




Él y su hija de tres años en el cuarto de estar.

En el vídeo Astérix, Obélix con el menhir, el druida Panorámix y su poción mágica; el emperador, soldados, esclavos. De pronto ella:

-¿Qué es un esclavo?

Como no existe el derecho a callar, con un punto de vergüenza se lo intenta explicar a su hija.

Y ahora él quisiera descrecer para recuperar ese estupor (ojos que se abren y traspasan), esa mirada niña de incomprensión y extrañeza.

9.11.09

Son agua y van al mar

He dejado un momento el tanatorio para venir a casa, a recoger unos papeles para la funeraria, y en la cocina está el bizcocho que horneabas cuando te desvaneciste. Me extraña verlo aquí, ahora, como una obra póstuma. No quiero que se vuelva rancio y, aunque sé que me costará tragar, empiezo a masticarlo pensando en tu dulzura y su dulzor. Pero esta vez se vuelve húmedo y de pronto me sabe salado.

6.11.09

Plántame

Después de la tormenta un árbol flotando con todas sus raíces blancas peludas un árbol arrancado de cuajo tumbado arrastrado por la corriente río abajo con sus ramas me decía plántame y yo lo siento amigo soy miedoso y pequeño pero ojalá que luego alguien más grande o valiente te quiera ayudar

5.11.09

Tanto dolor se agrupa

A propósito del llamamiento por ustedes efectuado, sobre envío de material susceptible de ser exhibido en el nuevo Museo de la Historia -de próxima inauguración-, adjunto unas 2400 grabaciones contenidas en 120 soportes de “audio”. Corresponden a telefonemas (conversaciones telefónicas registradas) de los años en que, como empleado del Ejército, me encargué de informar de fallecimientos de soldados a sus familiares.

Como podrán comprobar, hay sonidos muy diversos: estallidos de llanto, gritos llamando al “hijo de mi vida”, lloros interminables que parecen de niño, balbuceos superpuestos, sollozos, gemidos espasmódicos, resistencias iniciales (“no puede ser, no puede ser”), interjecciones, voces rasgadas, largos silencios, la vajilla o el teléfono que caen de repente...

En mi opinión, este testimonio puede constituir un esclarecedor aporte al Museo de la Historia, por lo que me permito sugerir su utilización como fondo sonoro para ambientar las visitas.

3.11.09

Pero el cadáver, ay, siguió muriendo

Tras la declaración de guerra en julio de 1870, la Asociación Internacional de Trabajadores lanzó la consigna de oponerse a las hostilidades mediante la negativa obrera a participar en los ejércitos. Pese a la propaganda oficial, el llamamiento a alistarse apenas fue secundado por operarios de la industria, y entre los obreros agrícolas la respuesta fue también muy exigua. Cuando se dispuso la recluta obligatoria, tanto en Francia como en Prusia se produjo un movimiento de desacato, que se intentó aplacar amenazando con juicios por deserción. En ambos bandos se celebraron masivos consejos de guerra y llegaron a ejecutarse algunas condenas, pero la reacción duró poco ya que muchos soldados se negaron a fusilar a sus compañeros. Incluso se produjeron motines y asaltos espontáneos a establecimientos militares. La situación se hizo tan insostenible que las dos potencias tuvieron que poner fin a las operaciones armadas. Fue un enfrentamiento absurdo, que no obstante sirvió para que por primera vez una guerra quedase abortada por los soldados de ambos bandos. Algunos estudiosos opinan que, de no haber sido por la presión popular sobre los gobiernos, éstos habrían entrado en una espiral de locura, susceptible de arrastrar a Europa a un siglo de contiendas. No falta quien especula con conflictos mundiales y millones de víctimas, e incluso con el uso de la energía atómica para fines bélicos. Obviamente son planteamientos extremos y fantasiosos. Lo que resulta claro es que la acción en ambos Estados de los movimientos ciudadanos cambió el curso de los acontecimientos, haciendo prevalecer el deseo común de paz sobre los particulares intereses que motivan las guerras.

2.11.09

Ojalá que te vaya bonito

Un convenio regulador tiene que aquilatar todos los detalles, no debe dejar nada a la improvisación. Por eso había que determinar la custodia de Aida. Entre personas maduras este asunto tenía un modo claro de resolverse. Descartada la custodia compartida (pues tras el divorcio iban a residir en ciudades distintas), la solución natural consistía en llevar a Aida al jardín, ponerse cada uno en un lugar equidistante y dejarla decidir con quién se iría. No valían trucos para atraerla: ni llamarla, ni mostrarle un obsequio... Que sus sentimientos actuaran con libertad.

Llegado el momento, Aida miró a izquierda y derecha. Sin moverse un centímetro decidió dormir una siesta. Ambos esperaron sin cruzar palabra durante hora y media, lamentando no haber cogido nada para leer.

Aida se incorporó. Bostezó, estiró regiamente sus músculos y empezó a caminar. Sin tomar impulso salvó los dos metros que había entre el suelo y la ventana de don Damián, el viejecito que nunca sale de casa. No era la primera vez que Aida saltaba hasta allí. Desde el alféizar volvió a mirar tristemente a ambos lados, hasta que el anciano la cogió y la abrazó contra sí. El ronroneo era suave pero audible.