-Qué
armas tan raras llevas.
-¿Raras?
Para raras las tuyas. ¿Cómo se llama ésta?
-Es
un cañón de mano.
-¿Y
cómo funciona?
-Al
prender esta mecha se provoca una explosión dentro del caño. Entonces la bola
de hierro que antes he metido sale disparada.
-Así
ya podrás. ¿Contra quién luchas?
–Contra
los moros. Y tú, ¿a quién pretendes vencer con esa espada tan corta? Como el
enemigo sepa usar la pólvora, vas listo.
-¿Usar
qué?
-La
pólvora. Es una mezcla de salitre,
azufre y carbón. Al prenderle fuego estalla, y lo que pongas encima (una
piedra, una bola…) sale disparado con mucha fuerza.
-Pues
espero que los romanos no tengan de eso. Yo lucho contra ellos. Quieren ocupar
este lugar y quedarse con él, mandar aquí. Y tú, ¿contra quién has dicho que
batallas?
-Contra los
moros. Es una guerra muy larga. Nadie sabe ya cuándo empezó. Creo que todo vino
porque cruzaron desde África y tomaron nuestra tierra. Vamos, que nos
invadieron. Pero de eso debe hacer muchísimo tiempo. Ahora intentamos conquistar
Granada. Con ayuda de la pólvora creo que podremos, aunque no te creas: ellos
también la usan. Yo hasta hace poco peleaba con una ballesta. Tensaba el
muelle, apuntaba al enemigo y lanzaba la saeta. También se me daba bien
disparar con arco.
-Perdonad que
interrumpa vuestra charla. Yo también soy soldado. Y algunas de mis armas son
éstas: el arcabuz (un tubo que dispara bolas de hierro) y la pica (una lanza larguísima para acometer al enemigo).
-¿Y
contra quién luchas?
-Me
mandan plantar cara a los flamencos.
-¿Los
qué?
-Los
que defienden Flandes. No sé bien dónde está (creo que hacia el norte de
Europa) ni qué se nos ha perdido allí. Antes batallé en Nápoles y tampoco sé
qué pintábamos en ese sitio. Mañana parto para Flandes con mi regimiento.
-No
he podido evitar escucharos. Mirad mis armas. Esto es un fusil. Es parecido a
tu arcabuz, pero más elaborado. No dispara bolas sino balas (una especie de
cilindros de plomo). Además puede disparar varias balas seguidas sin tener que
recargarlo cada vez. Pero tenemos pocos fusiles. Muchos soldados deben
arreglarse con un trabuco, una especie de escopeta. El enemigo tiene armas
mejores. Pero aun así no podrá con nosotros.
-¿Y
contra quién guerreas?
-Contra
los franceses. Han invadido España y raptado al rey. El emperador francés
quiere que su hermano (le decimos Pepe Botella) sea el nuevo rey de
España. Curiosamente algunos españoles (los llamados “afrancesados”) le apoyan,
pero la mayoría no se lo vamos a consentir.
-Y
tú, el del penacho, ¿dónde peleas?
-Pues
no sé bien. Creo que es una guerra civil entre españoles, aunque también hay
extranjeros metiendo la cuchara. Yo voy a favor de la reina Isabel. Es la hija
del difunto rey Fernando. La caballería la defiende contra los partidarios de
Carlos (que por eso se llaman “carlistas”). El tal Carlos es hermano del rey
Fernando y dice que el nuevo rey debe ser él, y no su sobrina, porque las
mujeres no pueden heredar el trono. Se ve que de ahí viene todo el lío.
-¿Y
quién lleva razón?
-Pues
la verdad, no sé quién tiene más derecho. Ni cuál es mejor ni peor, ni qué nos
conviene. Lo único que tengo claro es que, gane quien gane, yo no voy a sacar
ningún beneficio.
-Bueno,
tengo la impresión de que en eso estamos todos a la par. Exponemos el cuerpo, ofrecemos
la vida sin saber para qué. Perdemos brazos, piernas..., morimos y matamos sin
saber para quién. Si mañana cayerais en la batalla, ¿sabrías para qué habríais
muerto? ¿Sabríais en provecho de quién habríais dado la vida? ¿Sabríais quién
obtendría ganancia con vuestra muerte? ¿Sabríais si vuestro sacrificio valió la
pena? Yo, desde luego, no.
-Ni
yo.
-Ni
yo.
-Ni
yo.
-Ni
yo tampoco.