23.3.12

Puntos


Desde el avión se divisan puntos móviles. Pequeños puntos ahí abajo. Puntos atravesando las calles, corriendo a esconderse en los refugios.

El piloto militar se fija en uno de aquellos puntos, uno cualquiera, y se pregunta:

¿Es una mujer o un hombre?

De niño, ¿quién meció su cuna? ¿Le contó alguien cuentos?

¿Está enamorado?

¿Tiene hijos? ¿Los lleva, cada día, de la mano al colegio?

¿Toca el piano?

¿Le gusta el fútbol?

¿Cuál es su plato favorito?

¿Se le da bien hacer cuentas?

¿Escribe acaso poemas a escondidas?

¿De qué se rió por última vez?

¿Con quién proyecta cenar esta noche? (Y no, no creo que cene.)

Se da cuenta de que está divagando. Tiene órdenes que cumplir, así que ha de centrarse en su misión. Desciende varios pies de altura hasta situar el avión a la distancia óptima del objetivo. Los puntos, ahora, se ven un poco más grandes. Pulsa el botón de descarga y, justo encima de aquellos puntos, deja caer varias bombas.



16.3.12

Hasta luego, Diego


Mi amigo Diego murió hace tres años. Sin embargo, esta tarde me lo he encontrado en una calle de Edimburgo. He tenido que venir a Escocia por motivos de trabajo, y al salir de una reunión me he topado con él. "¡Diego!", he dicho, y él no se ha dado por aludido. He repetido su nombre y entonces me ha mirado con extrañeza. Me ha costado trabajo explicarme, no sólo porque mi inglés no es bueno sino sobre todo porque cuanto más miraba a aquel hombre más me ha parecido mi amigo.

"Perdone" (he intentado excusarme), "me he equivocado. Es usted igual que un amigo mío".

"No tiene importancia. Me llamo Larry", ha dicho él. Y me he dado cuenta de que también su timbre de voz es idéntico al de Diego. Tras lo cual él me ha preguntado (sin duda a raíz de oír mi acento) "¿es usted italiano?".

"No, español", he respondido.

El caso es que me he atrevido a invitarle a un té, que finalmente han sido un té y varias copas. Nos hemos contado nuestras vidas y, aunque la suya no tiene mucha similitud con la de mi amigo, por momentos he tenido la sensación de estar hablando con Diego.

Le he explicado también cómo era mi amigo. "Físicamente era igual que tú" (lo bueno del idioma inglés es que no distingue entre tú y usted, así que en ningún momento hemos tenido que decidir tutearnos). "El parecido es asombroso, incluso el pelo y los lunares. En lo demás Diego era alegre, apasionado, chispeante... Recuerdo la última noche que estuvimos juntos. Salimos a cenar, bromeamos y al final nos despedimos como siempre: `Hasta luego, Diego´, dije yo. Y él contestó `Hasta más ver, Rafael´. En español son frases con rima. Al día siguiente Diego murió de un infarto".

Después Larry y yo hemos hablado de fútbol, de música, de cine (Larry escribe críticas en un periódico)...

Nos hemos dicho adiós con un apretón de manos. Aunque hemos anotado los teléfonos, no tengo previsto volver a Edimburgo, así que probablemente no nos veremos más.

Mientras me he girado para ir al hotel he pensado, para mis adentros, "Hasta luego, Diego". Y en ese momento Larry, como si me hubiera oído, me ha tocado en la espalda y ha dicho "Hasta más ver, Rafael". 

1.3.12

200 metros lisos

Pero ¿cómo pudo meterse en el estadio, escabullirse entre las vallas, los vigilantes, las gradas, y colarse en las pistas? ¿O fue que alguien del público lo soltó? El caso es que arrancó a correr poco después que los atletas. Y qué humillación tan espantosa verle cruzar la meta por delante del plusmarquista. (Se comprende que éste no levantara los brazos.) Así que ¿a quién le adjudicamos el oro olímpico: al tricampeón o al más rápido? Porque en el reglamento no dice que el vencedor tenga que ser humano. Y es que, en fin, ¡si hubiera sido un ejemplar de raza (qué digo yo: un pura sangre, un galgo…)!, pero coño, ¿cómo vamos a permitir que suba al pódium un gato callejero?