29.7.11

Detrás de estas paredes

Mira, hijo mío, el mundo que hemos preparado para ti. Es demasiado asimétrico: unos tienen de todo y otros no tienen de nada. Es demasiado inestable: se suceden las guerras de unos hombres con otros. Es demasiado inseguro: las armas destructivas nos están apuntando. Y hay armas suficientes para acabar con todo (sí, hijo, contigo también).

Tu cuarto es agradable: la cuna, los juguetes, el columpio, la caja de música que te ayuda a dormir, las cortinas que cosió mamá… Y también nuestro hogar es acogedor.

Pero fuera de estas paredes no hemos podido darte algo parecido.

Mira, hijo mío, el mundo que entre todos hemos preparado para ti.

Ojalá que, cuando tú tengas un hijo, no tengas que decirle esto (aunque por vergüenza no lo digo; sólo lo pienso). Ojalá tú sí puedas decir, en voz alta, a tu hijo “Te ofrezco un mundo cálido, agradable también de puertas para fuera”.

26.7.11

El tiempo de los verbos

Como el apartamento de la playa me corresponde, he venido a traer algo de ropa. Revolviendo cajones he encontrado las cartas que me escribiste cuando éramos novios. Ni me acordaba de haberlas guardado aquí.

“Te echo tanto de menos… Cuando estoy sin ti soy medio yo. Cuento los minutos que faltan para estar contigo”, decías en una.

Por un momento pensé en romperlas: ¡como si tirando cartas o fotos pudiera uno abolir el pasado! Pero no pude. Y ahora no sé qué hacer con ellas. Tampoco sé si son de tu propiedad o de la mía (se nos olvidó incluirlas en la liquidación de gananciales). Por eso te las envío: un viaje de vuelta a través del correo, después de tantos años.

Te mando también mis nuevas señas. Para los flecos del divorcio.

Volviendo a las cartas, me cuesta creer que fui la persona a quien iban dirigidas (claro que ¿es uno el mismo toda su vida?). Y también me cuesta recordar lo que sentía al leerlas.

No sé qué le pides tú al tiempo, pero yo le pido que sea justo. Que trate igual al pasado y al presente. Que el mismo empeño que puso en desgastar nuestro amor, lo ponga ahora en disolver nuestros reproches.

22.7.11

Para tener la alegría

Registro civil. Sección de matrimonios.

El encargado examina el expediente. Los solicitantes están divorciados. Cada uno se había casado dos veces antes. Sigue pasando hojas y apenas da crédito a sus ojos cuando observa que ambos enlaces fueron… entre ellos. O sea: que se casaron, se divorciaron, se reconciliaron, volvieron a casarse, se divorciaron otra vez… y ahora de nuevo se casan.

El funcionario especula: ¿Será para evadir impuestos? ¿Será para escaquearse del trabajo (quince días de permiso por cada boda)?

Como no hay impedimento, finalmente se aprueba el enlace. Junto al salón nupcial, los novios e invitados esperan el momento de la boda. Vestidos con atuendo flamenco, palmean y cantan:

Si me enamoro algún día
me desenamoraré
para tener la alegría
de enamorarme otra vez.

Y entonces se entiende todo.

21.7.11

De ida y vuelta

Mientras algunos soldados escriben, en la carcasa metálica del misil, exabruptos y burlas contra el enemigo -"Disfrutad del bombazo", "Que os aproveche"...-, otro de ellos anota, calladamente y con caracteres minúsculos, "Además de un misil es un bumerán".

20.7.11

Gira

-Ave María purísima.

-Sin pecado concebida.

-Una docena de huevos.

-Son siete pesetas. Deja la huevera con el dinero.

Unos segundos después el torno gira. Reaparece la huevera, con sus doce (¿por qué doce?) cubiles llenos y las monedas del cambio.

-Madre, ¿hay "recortes"?

-Espera, voy a ver.

El torno vuelve a girar. Ahora un cucurucho de papel de estraza. Dentro, trozos de oblea. (Antes de consagrar, las hostias se llaman obleas.) El niño empieza a comerlos.

Los "recortes" no saben a nada. No pueden compararse con las chuches de Joaquinica. Será por eso que los regalan. Sin embargo apetece licuarlos en la boca, tragarlos sin masticar. (Los chicles se mastican pero no se tragan; los "recortes" se tragan pero no se mastican.)

Le gusta comprar huevos, cerezas, dulces del convento.

A veces envidia a sus habitantes secretos. Junto al torno imagina ese mundo prohibido: un jardín con gallinas, vacas, árboles, horno de pan; sin colegio ni deberes. El paraíso. Y piensa: “Qué mala pata: sólo las mujeres pueden ser monjas”.

Aunque han pasado décadas, cuando atraviesa una puerta giratoria (en el hotel, el aeropuerto…) se acuerda del torno.

El torno –ya lo dice su nombre- siempre vuelve.

19.7.11

Un hombrecillo blanco

Tuvimos que llevar a mi padre a un hospital para que le operasen. Como el hospital estaba a 200 kilómetros, hubo que dejar a mi hijo de ocho años con una cuidadora. Antes de viajar preparé a mi hijo para lo peor:

-Es una operación muy delicada. No sé si tu abuelo la superará.

Y él:

-Quieres decir que puede morirse.

-Podría ser. La muerte es una cosa natural. Hay que aceptarlo así. Podemos intentar retrasarla, pero nada más. Es como tu muñeco de nieve –dije, señalando al hombrecillo blanco que el día anterior él había hecho en el jardín-. Cuando le dé el sol, se derretirá.

Dos semanas después regresamos, con mi padre restablecido. En cuanto saludé a mi hijo, la cuidadora me abordó:

-El niño se ha portado bien, pero no pude quitarle de la cabeza la idea del frigorífico.

Entonces observé que alrededor del frigorífico había un montón de botellas, latas y envases. Mi hijo los había sacado del aparato.

Al igual que vosotros, antes de abrir el frigorífico ya imaginé lo que había dentro.

14.7.11

No es palabra

Esta mañana he vuelto al tiempo, clase de francés, trece años, en que Marie dice “vamos a leer Le Petit Prince”. Es un libro raro, con emociones conocidas que creía inexpresables. Cada día un par de páginas, pero ahora es imposible dejarlo. Necesito leerlo entero, llegar hasta el final.

Busco con fruición las palabras que no sé. Sin embargo, en el diccionario no viene baobab. Pregunto a Marie y contesta “no es palabra francesa, es un árbol africano”.

Fue a causa de los baobabs que el Principito vino a la Tierra. Necesitaba un cordero que comiera los brotes de baobabs, antes de que éstos crecieran e hicieran reventar su asteroide.

Esta mañana hemos hecho la comprobación. Esos pequeños monos se avisan entre sí cuando ven un depredador: si quien ataca es un águila emiten un sonido para que sus congéneres se oculten en los arbustos; si quien viene es un felino vocalizan otro grito distinto para decirles que trepen a un árbol. Algunos zoólogos las llamamos protopalabras. Y esta mañana, desde nuestro puesto de observación, lo he oído. Al ver acercarse una leona, el mono ha movido sus labios y ha dicho claramente baobab.

12.7.11

1945

Mientras hacía pasar a la princesa por el puente y silbaba imitando el soplido del viento, y hacía caer al agua su sombrero, donde unos patos lo cogían y llevaban río adentro… Mientras hacía todo eso su madre cocinaba, así que la princesa de arcilla rompió a llorar y mandó a sus sirvientes recobrar el sombrero, por lo que éstos se arrojaron vestidos desde el puente. No lograron recuperar el sombrero porque en ese momento mamá dijo su nombre y añadió: -Ven a desayunar. La niña guardaba las figuras mientras, encima de ella, el avión que sobrevolaba Kokura no podía localizar su objetivo porque nubes bajas cubrían la ciudad, de modo que el piloto desistió y puso rumbo a su blanco alternativo: Nagasaki.

Plutonio

Ese mismo día de 1945 otra niña se despertó en Nagasaki y jugó también con muñecos de arcilla y porcelana, pero de pronto un resplandor

5.7.11

Mal hablados

Para que tú aprendieras ínclitas reglas gramaticales
(se me y no “me se”
anduve y no “andó”
croqueta y no “cocreta”
no “mu”
ni “cuála”
ni “difiriencia”)
fue necesario que ellos bajaran a la mina
hicieran las camas
fregaran tu baño
todo para que tú
mientras tanto
aprendieras ortofonía
Así que cuando oigas
”me se ha caído”
”mu grandísimo”
”jarto”
”mercer”
”cuála de las dos”
no les reduzcas
no les desdeñes
no corrijas sus palabras
Desprecias mucho cuando dices
si es más fácil decir
harto
mecer
diferencia
Porque mientras tú reglas de la sintaxis
ellos tragaban sílice
guisaban para ti
limpiaban tu mierda niñato de eso