20.7.11

Gira

-Ave María purísima.

-Sin pecado concebida.

-Una docena de huevos.

-Son siete pesetas. Deja la huevera con el dinero.

Unos segundos después el torno gira. Reaparece la huevera, con sus doce (¿por qué doce?) cubiles llenos y las monedas del cambio.

-Madre, ¿hay "recortes"?

-Espera, voy a ver.

El torno vuelve a girar. Ahora un cucurucho de papel de estraza. Dentro, trozos de oblea. (Antes de consagrar, las hostias se llaman obleas.) El niño empieza a comerlos.

Los "recortes" no saben a nada. No pueden compararse con las chuches de Joaquinica. Será por eso que los regalan. Sin embargo apetece licuarlos en la boca, tragarlos sin masticar. (Los chicles se mastican pero no se tragan; los "recortes" se tragan pero no se mastican.)

Le gusta comprar huevos, cerezas, dulces del convento.

A veces envidia a sus habitantes secretos. Junto al torno imagina ese mundo prohibido: un jardín con gallinas, vacas, árboles, horno de pan; sin colegio ni deberes. El paraíso. Y piensa: “Qué mala pata: sólo las mujeres pueden ser monjas”.

Aunque han pasado décadas, cuando atraviesa una puerta giratoria (en el hotel, el aeropuerto…) se acuerda del torno.

El torno –ya lo dice su nombre- siempre vuelve.

No hay comentarios: