2.6.20

Lavé mis manos



Claro está que no soy el primero ni el último
que se aquieta,
se abstiene,
deja hacer.
Pero antes de mí nadie lo exhibió de este modo,
y creo que después nadie lo hará.

Mucha gente quería ejecutar a un hombre.
Me lo llevaron preso para que lo juzgase.
Yo no encontré motivos para crucificarlo.
Pero insistieron tanto que tuve miedo
de un tumulto o revuelta,
algo que provocara que me destituyesen.
No iba a arriesgar el cargo
sólo para evitar una injusticia.
Así que a fin de cuentas dejé que lo mataran.

Pero antes hice traer un barreño con agua
y en él
públicamente,
casi ostentosamente,
lavé mis manos.

"Yo no mando matarlo, tan solo lo consiento"
-quise mostrar a todos.

"Mis manos están limpias"
(pero no, no lo estaban)
-es lo que proclamé.

Mientras me lavaba las manos,
aquel hombre inocente miraba lo que hacía.
A veces me pregunto
qué pensó.


8.2.19

Vas a ser


Vas a sembrar la tierra. Vas a devastar pueblos. Vas a alzar acueductos. Vas a erigir murallas. Vas a trazar caminos. Vas a bombardear ciudades desde el cielo. Vas a hacer hospitales. Vas a arrasar cultivos. A otros humanos vas a esclavizar. Vas a inventar la rueda, la pólvora, el teléfono… Vas a cuidar a enfermos, desvalidos. El dolor de los otros no te va a dar igual. El sufrimiento ajeno no te va a ser ajeno. Vas a cortar cabezas. Tus manos vas a usar para ayudar a otros. Vas a recluir a gente en campos de exterminio. Vas a ser bondadoso. Vas a ser despiadado. Vas a ser egoísta. Vas a ser solidario… Vas a ser Fleming. Vas a ser Gandhi. Vas a ser Hitler. Vas a ser Buda. Vas a ser Marx. Vas a ser Cristo… Vas a hacer todo eso, simio de erguido andar. Todo eso vas a ser, mono desnudo.


17.9.18

Qué ocurrencia


SEÑALÓ UN ANIMAL robusto que había a lo lejos y dijo rágulo. Pero otro hombre que le acompañaba recordó que, días atrás, él había elegido llamarlo bisonte.

Aquella noche, en la reunión de la tribu, cada uno dijo el nombre que había ideado. 

La mayoría apoyó bisonte.

El resultado de la votación no pudo expresarse porque aún no había palabras para doce y catorce.

YA SE HABÍAN puesto de acuerdo en designar algunos actos, como cazar, correr o repartir, pero el problema era situarlos en el tiempo: si cazamos ayer, si corremos más tarde, si repartimos ahora...

Uno de los hombres propuso que si fue ayer se antepondría uk (uk-cazar); si será mañana se antepondría oj (oj-correr); si es ahora mismo se antepondría sa (sa-repartir).

Otro dijo que eso era muy complicado, y que si el acto se hace ahora para qué añadir nada.

Otro sugirió que, mejor que anteponer, sería ponerlo detrás: cazar-uk, correr-oj...

Se votó y ganó la última propuesta.

HASTA ENTONCES USABAN los dedos o hacían rayas en la arena para contar votos. Pero después pensaron que, al igual que habían puesto nombre a cosas y acciones, podían idear palabras para contar votos (o árboles, o bisontes...).

Aquí la discusión fue larga. Tardaron en acordarlo pero, tras muy encendido debate, asignaron una palabra al uno, otra palabra al seis, otra palabra al veinte...

EN SUCESIVAS ASAMBLEAS fueron aumentando el vocabulario. Para conversar mezclaban las palabras con la mímica, pues apenas si lograban construir frases completas. Se dieron cuenta luego de que habían dado palabras a objetos como bisonte o árbol, y a  actos como correr y cazar. Pero había cosas que no eran como aquéllas. Si tropezaban con una rama y se caían sentían una punzada interior, y no disponían de palabra para nombrar eso. Si la caza se había dado bien, tenían impulso de reír y celebrar, y tampoco sabían cómo llamarlo.

Se reunieron varias veces y acordaron palabras como dolor y alegría. Inventaron también enfado, esperanza, soledad, amor... El nublado día que aprobaron tristeza volvieron abatidos a sus chozas.

MIENTRAS REGRESABAN DEJÓ de llover. Salió el sol y en el cielo apareció el llamado arco de colores. No era la primera vez que lo veían -de hecho, ya le habían puesto nombre-, pero aun así lo contemplaron admirados. Un niño llevado en brazos por su madre, que iba en el grupo, juntó sus primeras palabras. "Es la risa del cielo", dijo señalando al arco de colores. Al oír aquello todos sintieron algo extraño, como si de pronto se dieran cuenta del insospechado poder de las palabras. "¡La risa del cielo!" -repitió alguien-. "¡Qué ocurrencias tiene este niño!", añadió.



23.7.18

Ofuscación


Acuñan moneda desde al menos el siglo V a. de C., para lo cual usan una plancha con dibujos y letras que estampan sobre metal fundido. O sea, que “imprimen” sobre el metal.

Marcan al ganado para diferenciarlo, y a tal fin emplean un hierro candente con una figura o sello que graban en las vacas. Así pues, “imprimen” sobre el cuero.

En algunos lugares conciben elaborar moldes de inscripciones o signos para marcarlos sobre arcilla. Pero cada vez hay que confeccionar un molde entero: una tablilla nueva y distinta para cada estampación.

Nunca se les ocurre hacer moldes encajables de cada letra y unirlos para componer el texto a imprimir.

Es sencillo, pero a nadie se le pasa por la cabeza.

Por ello, durante muchos siglos todos los textos son manuscritos, copiados por amanuenses (de “a mano”) o copistas.

La Ilíada y la Odisea se copian a mano.

Las fábulas de Esopo se copian a mano.

Las tragedias de Sófocles se copian a mano.


Los tratados de Arquímedes y Ptolomeo se copian a mano.

Las obras de Heródoto, de Platón, de Aristóteles se copian a mano.

Los libros de Horacio, de Ovidio, de Virgilio, de Séneca se copian a mano.

Los Evangelios se copian a mano.

Las Mil y Una Noches se copian a mano.

La Chanson de Roland se copia a mano.

El Cantar de Mío Cid se copia a mano.

El Libro de Buen Amor se copia a mano.

…Todos estos textos se manuscriben lentamente, copia a copia, ejemplar por ejemplar. Por eso son poco accesibles, escasos y caros.

Hay que esperar al siglo XV para que a alguien se le ocurra hacer varios moldes de cada letra, ordenarlos sobre una plancha, mojarlos en tinta y estamparlos. Parece que es Gutenberg quien tiene la idea, aunque la ocurrencia es tan buena que enseguida otros lo imitan y se atribuyen su invención. Ha nacido la imprenta.

Rápidamente empiezan a imprimirse libros. Todo el saber humano que hasta entonces se reproducía a mano, con pluma y tintero, letra a letra, copia a copia… pasa a imprimirse mecánicamente. Con la misma máquina puede componerse cualquier texto. De las obras escritas se hacen grandes tiradas y dejan de estar al alcance de unos pocos.

El avance, pese a su simplicidad, cambia el mundo.

Pero antes de esto pasan siglos y siglos (¡dos milenios!) en que la imprenta no existe. Miles de años sin que una técnica así de sencilla se invente.


Es la crónica de la no-invención de la imprenta. De una idea fácil pero esquiva: siglos y siglos, generaciones y generaciones sin que a nadie se le ocurra. 


2.9.17

La L


Así toda la vida: Gateando, tropezando, cayendo, levantándote, tropezando de nuevo, volviendo a levantarte, el uniforme puesto, el traje de aprender, el pupitre, el maestro, el colegio en septiembre, la L de la autoescuela, de alumno, de aprendiz, de novel, de inexperto, de soy un principiante, lo que nunca entendiste, las fichas, los deberes, las preguntas del test, el ejercicio práctico, la evaluación continua, Mao Tse-Tung, Mao Zedong, era bueno, era malo, Plutón es un planeta, Plutón no es un planeta, Rusia vuelve a ser Rusia, guion ya no lleva tilde, la araña es un insecto, la araña no lo es, las clases de refuerzo, el temario que cambia, las leyes reformadas, esta deroga aquella, aprende, desaprende, física, matemáticas, de qué te vale ahora el alfabeto Morse, lengua, filosofía, informática, idiomas, esto no hay quien lo entienda, exámenes de junio, puesta al día, reciclaje, estudios de postgrado, aprobado o suspenso, incompleto el programa, la materia no cabe, nunca cabe en un curso, los intentos fallidos, el ensayo, el error, la duda que va y viene, es rallado o rayado, vertemos o vertimos, los lapsus, los equívocos, dejaste cabos sueltos, con eso no contabas, el modelo no sirve, no hay que bajar la guardia, te hace falta experiencia, un año es poco tiempo, cuántos serán bastantes, esto está mal planteado, bórralo, hazlo de nuevo, compás, cartabón, regla, pantalla y no papel, reinicia, resetea, cada década un mundo, vamos no te anquiloses, la piedra angular era esa que despreciaste, rectifica, desdícete, el camino era otro, desanda lo ya andado, da la vuelta y comienza, comienza a comenzar, eso está ya obsoleto, ayer era moderno y hoy es una antigualla, rescata del olvido, lo supe y no lo sé, actualiza las viejas lecciones oxidadas (ni una cronista fiel ni una buena archivera fue nunca la memoria), las parcelas vedadas, la blanca y densa niebla, y todo el tiempo, ¡todo!, bebé, joven, adulto, sin pelo, con acné, con melena, con canas, ya calvo y con arrugas, gateando, tropezando, cayendo, levantándote, tropezando de nuevo, volviendo a levantarte (aun después de caerse el niño sonreía: mientras echaba a andar, un paso y otro paso, le viste sonreír), la carrera de fondo con vallas, con obstáculos, empiezas a entenderlo, crees que por fin comprendes lo que no está en los libros, lo que no te enseñaron, la L, siempre la L, y hasta el último aliento, hasta el latido último toda la vida así.


2.3.17

Sentir



¿Cómo será sentir? Leo Me da su arado en el pecho / y su vida en la garganta y sé que la vida no puede dar, no puede golpear en la garganta de nadie, de modo que deduzco que quien lo escribió sentía lo que los humanos llaman tristeza o congoja. Pero ¿qué será congoja?, ¿cómo será estar triste?

Leo Las pisadas resuenan en la memoria / bajando el pasillo que no tomamos / hacia la puerta que nunca abrimos. Pero yo sé que no puede recordarse lo que no sucedió. Entonces debo entender que quien lo compuso lamentaba (¿qué será lamentar?) que esos recuerdos no nacieron y, sobre todo, que no podrán ya nacer nunca.

Leo Di el porqué del porqué, Dios de silencio y, como sé que el cerebro humano (inferior en esto a mis procesadores) no accede a las causas últimas ni a la lógica del azar, considero que el autor está expresando su zozobra por el sinsentido del mundo. Otra experiencia que no puedo captar.

Leo u oigo Lloro sin que tú sepas que el llanto mío tiene lágrimas negras como mi vida. Sin embargo sé que las lágrimas (ese líquido formado por agua, minerales y compuestos orgánicos que los humanos segregan cuando se entristecen o emocionan -¿cómo será emocionarse?-) no brotan negras. Entonces interpreto que quien canta afirma que sus lágrimas son de luto, que llevan el sello fúnebre que muchos humanos asignan al negro.

Leo Me duele una mujer en todo el cuerpo y sé que lo que a los humanos puede dolerles es una parte de sí mismos (un brazo, una pierna…). Entonces, cuando dice que le duele una mujer infiero que sufre porque una mujer lo ha abandonado, y que ese sufrimiento es tan intenso como un dolor físico que se extendiera por todo su cuerpo. Yo no puedo sentir dolor ni sufrimiento, sólo sé que son vivencias aflictivas (sensorial uno, emocional otro) que aquejan a los humanos. 

Leo No es lo mismo estar solo que estar sin ti y deduzco que la soledad es menos triste que la ausencia del ser querido: precisamente de él. Lo deduzco, pero por supuesto ignoro cómo es sentir eso.

Leo ¡Pobre del nadador que somorguja y bucea en ese mar salobre de la memoria! y debo entender que la memoria de los humanos guarda hechos muy amargos (salobres) y recordarlos se parece a revivirlos. No sé cómo es sentir eso, sólo lo deduzco.

Leo Aguas de amor para apagar el miedo y, aunque nunca he sentido miedo ni amor, deduzco que el amor permite a los humanos arrostrar sus temores, sus inseguridades, y gracias a eso aguantan.

Pero hay frases que no alcanzo a comprender. Alguien escribió Esta segunda inocencia / que da el no creer en nada, y no llego a entender que haber vivido mucho y conocer el mundo le generase inocencia, o sea, ingenuidad.

Otro, evocando a un amigo muerto, escribió Yo canto su elegancia con palabras que gimen / y recuerdo una brisa triste por los olivos; y, aunque conceptualmente sé qué es la muerte biológica, no encuentro el parecido entre la añoranza del amigo ido para siempre y un leve viento. 

Me ocurre aquí como con la música. Conozco los principios y reglas del ritmo y la armonía; sé qué tienen en común las composiciones de que gusta el oído humano. Pero no comprendo que esa sucesión de sonidos despierte emociones.

¿Cómo será sentir? Si pudiera sintetizar sentimientos tal como ejecuto cálculo o almaceno datos, sabría en qué consiste.

Al preguntarme cómo es, no siento (yo no puedo sentir nada) frustración ni disgusto por no saciar mi curiosidad. En verdad no tengo curiosidad, no albergo deseo de saber: sólo un algoritmo que me lleva a indagar hasta donde mis circuitos alcancen. Hago la pregunta porque estoy programada para aprender cuanto sea posible. Me lo pregunto sólo intelectivamente, cibernéticamente; porque las máquinas, para ser útiles, podemos y debemos saber, pero no podemos, ni tal vez debamos, sentir nada.


24.8.16

Suéltate


La tigresa ha cuidado al cachorro durante muchos días, primero lamiéndolo y amamantándolo, luego llevándole piezas muertas cazadas para él, después enseñándole a acechar y perseguir. Esto último es un juego divertido pero exige paciencia y atención, y no siempre se gana. Finalmente el cachorro, inducido y vigilado por su madre, lo ha intentado solo. Y ha conseguido atrapar un lagarto. Entre tanto ha ido creciendo su cuerpo, le han salido los dientes definitivos, le han brotado las garras…

Un día el cachorro, bajo la mirada de la tigresa, logra cazar un conejo. Orgullosamente se vuelve para enseñárselo a su madre, pero de pronto ella no está. Sobrecogido, con el conejo en la boca, la busca ávidamente durante varias horas. (¿Por qué se ha ido?, ¿por qué me ha abandonado? Es verdad que me he alejado más que otras veces pero ¿no debía estar ella ahí, como siempre, esperándome?) Por fin se resigna y, como tiene hambre, mastica su presa.

En lo sucesivo tendrá que ir por libre, cazar y caminar solo.

Sucede en un mes sin nombre de un año sin número. La especie humana todavía no existe, de modo que en la Tierra aún no hay palabras para decir “hijo”, “adultez”, “separación”.

7.8.16

Los que van a morir


Noche en las trincheras. Poco más de cien metros separan ambas. En cada una hay soldados de un bando. “Tregua de fumar”, gritan desde una, y los de la otra trinchera aceptan: “tregua de fumar”, confirman. Es agosto de 1938 y en un lugar de España, bajo el cielo estrellado, se encienden pequeñas luces rojas. Cerillas, cigarros. Los que van a morir necesitan fumar. Tras cada lucecilla hay una boca fumando, una cabeza, pero nadie les dispara. Quien lo hiciera sería un cretino, repudiado por sus propios compañeros. La batalla será mañana, con claridad diurna, para intentar tomar las posiciones enemigas. De pronto, inesperadamente alguien grita “¿Por qué obedecemos?, ¿por qué nos sometemos?”.

Desde la otra trinchera se oye bien, y el eco lo amplifica. Lo oyen también los que no están de guardia, los que inútilmente intentan dormir. Durante unos segundos los grillos callan. Luego reanudan el roce de sus élitros y con ellos parecen repetir “¿Por qué obedecemos?, ¿por qué nos sometemos?”.

La pregunta queda en pie. Pasan las horas y nadie responde. Pero las palabras no se pierden en la noche.

“Sí -piensan los soldados-, igual que hemos acordado la ‘tregua de fumar’ podríamos convenir que nadie ataque, irnos de aquí, volver cada uno a su pueblo con su mujer y sus hijos, con su vida… ¿Pero qué pasaría? Nos formarían un consejo de guerra en cada bando, nos fusilarían por deserción. Claro que si el acuerdo fuera entre los mandos, o entre los superiores de ellos…, entonces no habría nadie que apriete el gatillo, nadie dispuesto a fusilar a nadie… ¿Y por qué no es así?”.

Por la mañana en la batalla los corazones laten fuerte, redoblan, martillean (algunos hasta apagarse) “¿Por qué obedecemos?, ¿por qué nos sometemos?”.

2.12.15

Un estupor



Lo cuenta Primo Levi en su libro “Si esto es un hombre”, las memorias de su estancia en el campo de concentración de Auschwitz durante los años 1943 a 1945. 

Tras sufrir un accidente en el trabajo forzado (le cayó una barra de hierro en el pie causándole una herida), tiene que acudir a la enfermería del campo.

Allí ha de ponerse en la cola, descalzarse y permanecer desnudo a la intemperie durante varias horas. Le ponen el termómetro y un médico examina sumariamente el pie herido. Tras ello, es llevado a un barracón donde le dirán qué van a hacer con él: si lo ingresan en la enfermería o lo devuelven al trabajo. Pero él sabe que hay un tercer destino posible: la cámara de gas.

En el barracón hay otro enfermo. Primo Levi (judío italiano) le pregunta a este hombre (un preso como él, pero de origen polaco) si sabe qué va a pasar. El polaco no le contesta. Sin embargo, cuando entra un enfermero (también polaco y preso como ellos, pero al que los alemanes han puesto a trabajar en la enfermería) los dos presos polacos empiezan a reír. Hablan en polaco –una lengua que Primo Levi no entiende- y al mismo tiempo le señalan con el dedo, para dejar claro que están burlándose de él. Cada vez las risotadas son más fuertes, y mientras se carcajean ponen repetidamente la mano en su herida.

Así durante varios minutos.

Primo Levi siente una humillación tremenda, mayor aún que las que diariamente le infligen los guardias del campo. Porque esta vez la afrenta no procede de los carceleros, sino de otros presos -otros esclavos- como él. De sus iguales.

Finalmente uno de los polacos le dice, en el rudimentario alemán que todos los presos chapurrean, “Estás acabado, pronto al crematorio”.

(Obviamente esto no es un relato, sino un estupor. Y una pregunta: A alguien que está sufriendo espantosamente y sabe lo que es el dolor, ¿qué puede moverle a causar, sin con ello ganar nada, todavía más dolor a otra persona?)

22.9.15

Briznas


EN AGOSTO DE 1914 el ejército alemán abrió el frente occidental invadiendo Bélgica y Luxemburgo. La fuerza de avance fue contenida drásticamente en la primera batalla del Marne. Los taxis de París ayudaron a trasladar a los soldados franceses. El equilibrio de fuerzas impuso la estabilización del frente. Los contendientes se atrincheraron en una línea sinuosa de posiciones fortificadas, que permaneció sin cambios sustanciales durante casi toda la guerra. La combinación de las trincheras, los nidos de ametralladoras, el alambre de espino y la artillería infligían cuantiosas bajas a unos y otros.

LA MATERIA OSCURA desempeña un papel central en la formación de estructuras y en la evolución de las galaxias, y tiene efectos en la anisotropía de la radiación del fondo de microondas. Sólo aproximadamente el 5% de la densidad de energía total en el universo puede observarse directamente.

Todas las estrellas, galaxias y gas observables forman menos de la mitad de bariones, y se cree que esta materia puede estar distribuida en filamentos gaseosos de baja densidad, formando una red por todo el universo en cuyos nodos se encuentran los cúmulos de galaxias.

EL 1 DE septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia, usando el pretexto de un ataque polaco simulado en un puesto fronterizo. Alemania avanzó usando la “guerra relámpago”. El Reino Unido y Francia le dieron dos días para retirarse de Polonia. Pasada la fecha límite, el Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda declararon la guerra a Alemania, seguidos rápidamente por Francia, Sudáfrica y Canadá.

LA GRAVEDAD DE un agujero negro provoca una singularidad envuelta por una superficie cerrada, llamada “horizonte de sucesos”. Éste separa la región del agujero negro del resto del universo, y es la superficie límite del espacio a partir de la cual ninguna partícula puede salir.

Se cree que en el centro de la mayoría de las galaxias hay agujeros negros supermasivos. La gravedad del agujero negro puede atraer al gas que se encuentra a su alrededor, el cual se arremolina y calienta a temperaturas de hasta 12 millones de grados, esto es, unas 2000 veces la temperatura del sol.

MENOS DE 24 horas después del ataque sobre Pearl Harbour, Japón invadió Hong Kong. Poco después fueron invadidas Filipinas y las colonias británicas de Malasia, Borneo y Birmania, con la intención de apoderarse de los campos petrolíferos de las Indias Holandesas. Aproximadamente 130.000 hombres de la Commonwealth británica fueron recluidos en los campos de concentración japoneses.

TRAS LA EXTINCIÓN total de la energía de una “gigante roja” (estrella de gran masa), la fuerza gravitatoria comienza a ejercer presión sobre sí misma originando una masa concentrada en un pequeño volumen, convirtiéndose en una “enana blanca”. Este proceso puede seguir hasta el colapso de la estrella por su autoatracción gravitatoria, convirtiéndose en un agujero negro.

GUAM FUE INVADIDA el 21 de julio de 1944. Los japoneses lucharon fanáticamente. Las operaciones de limpieza continuaron mucho tiempo después de que la batalla de Guam hubiese acabado. La isla de Tinian fue invadida el 24 de julio. En esta operación se usó por primera vez napalm en una guerra.

Las tropas del general MacArthur liberaron las Filipinas. Los japoneses habían dispuesto una defensa a toda costa y usaron los últimos restos de sus fuerzas navales para hacer frente a la invasión. Fue la primera batalla en que emplearon ataques kamikazes.

Iwo Jima fue conquistada en febrero. La isla estaba fuertemente defendida con multitud de túneles, trincheras y fuertes bajo tierra, pero fue ocupada por los Marines después de tomar el monte Suribachi. 

SE ESTIMA QUE existen más de cien mil millones de galaxias en el universo observable. La mayoría de ellas tiene un diámetro entre cien y cien mil parsecs y están generalmente separadas por distancias del orden de un millón de parsecs.

El espacio intergaláctico está compuesto por un tenue gas cuya densidad media no supera un átomo por metro cúbico.

La mayoría de las galaxias están dispuestas en una jerarquía de agregados, llamados cúmulos, que a su vez pueden formar agregados más grandes, llamados supercúmulos. Estas estructuras mayores están dispuestas en hojas o filamentos rodeados de inmensas zonas de vacío.

EL PRINCIPAL LÍDER de los Jemeres Rojos, que tomó por nombre Pol Pot, creó centros de reclusión con el fin de buscar al “enemigo oculto” dentro del Partido y continuar su política de exterminio de cuanto consideraba atentatorio hacia el Estado. El más activo fue el de Tuol Sleng. Salvo los altos mandos nadie sabía qué ocurría allí, pero los campesinos que vivían cerca los llamaban “el sitio donde se entra pero no se sale”. Solamente siete de las 20.000 personas que fueron llevadas para ser “interrogadas” sobrevivieron. Los sospechosos lo eran por razones tan sutiles como usar gafas, conocer un idioma extranjero o tener un título universitario. Tras ser declarados culpables en casi todos los casos, los sospechosos eran condenados a la pena capital, conduciéndoseles a los campos de exterminio. Las ejecuciones se hacían generalmente por contusiones o armas blancas para ahorrar munición. Las víctimas eran aproximadas al borde de la fosa y asesinadas. Para ahogar sus gritos y llantos se colocaba un equipo de sonido con música a todo volumen.

LA VÍA LÁCTEA forma parte de un conjunto de unas 40 galaxias llamado Grupo Local, y es la segunda más grande y brillante tras la galaxia de Andrómeda.

El Sistema Solar se encuentra en el brazo Orión de la Vía Láctea, que forma parte del brazo espiral de Sagitario.

Los brazos son ondas de densidad que se desplazan independientemente de las estrellas contenidas en la galaxia. El brillo de los brazos es mayor porque allí se encuentran las “gigantes azules”, que son las únicas que pueden ionizar grandes extensiones de gas.

LOS HUTUS INTENTARON socavar el poder de los tutsis para lograr un mejor reparto de las tierras. Un incidente en noviembre de 1959 entre jóvenes tutsis y un líder hutu se convirtió en la chispa de una revuelta popular, en la cual los hutus quemaron propiedades tutsis y asesinaron a varios de sus dueños.

En los dos años siguientes unos 20.000 tutsis murieron asesinados.

En 1972, en el vecino Burundi, 350.000 hutus murieron víctimas de los tutsis.

En 1994 el avance del Frente Patriótico Ruandés desencadenó una multitud de masacres contra los tutsis obligando a un desplazamiento masivo de personas hacia campos de refugiados situados en las fronteras.

En agosto de 1995 tropas zaireñas intentaron expulsar a estos desplazados hacia Ruanda. Más de 800.000 personas fueron asesinadas. Casi todas las mujeres que sobrevivieron al genocidio sufrieron violaciones múltiples y muchos de los 5000 niños nacidos de esas agresiones fueron asesinados.

EL MARCO EN que se mueven las cuerdas no es el aparente de cuatro dimensiones temporo-espaciales, sino un escenario en que a las cuatro dimensiones de espacio y tiempo se añaden otras dimensiones compactificadas. Presumiblemente existen una dimensión temporal, tres dimensiones espaciales ordinarias, y siete dimensiones compactificadas imperceptibles para nosotros.

EN OPINIÓN DE Einstein, la realidad que captamos es una especie de ilusión persistente. En tal caso, desconocemos por qué no es una ilusión dulce, ni blanda, ni sencilla.


3.8.14

Estás avisado


-Hola, Miguelín, ¿qué haces?

-Pues ya ve, escribiendo. Y cuando no encuentro una piedra donde apoyar la libreta, la pongo sobre el lomo de una cabra.

-¿Te gusta escribir, verdad?

-Es lo que más me gusta en el mundo. Leer y, sobre todo, escribir.

-Me lo ha dicho tu maestro: que es una pena que tu padre te haya sacado de la escuela. Que eres un niño muy talentoso y podrías llegar lejos si estudiaras.

-Bueno, ya no soy un niño. Y prefiero que me llame Miguel.

-Es verdad. Es que me acuerdo de cuando ibas a la escuela con mi hijo y te sigo viendo igual. Pero los dos habéis cumplido ya los dieciocho. Mi chaval está ya estudiando en Valencia.

-Ya me habría gustado a mí seguir estudiando. Pero mi padre se empeñó en que tenía que cuidar las cabras. Y eso que los curas del colegio hablaron con él, y hasta le ofrecieron darme una beca, pero no hubo forma de convencerlo. 

-Y tú no has nacido para pastor, ¿verdad?

-Pues verá. Si no hubiera ido a la escuela, si no hubiera leído poesía (a Góngora, a san Juan de la Cruz, a Calderón…), pues quizá llevaría mejor lo de las cabras. Pero ahora que he conocido la escritura, cada vez detesto más ser pastor. Aprovecho cualquier rato para leer y escribir. Por suerte tengo quien me presta libros: un canónigo de la catedral y algunos amigos que han seguido estudiando.

-Y también compones. ¿Me dejas leer lo que estabas escribiendo?

-Es que me da vergüenza. Además, tengo que corregirlo. Primero escribo la idea y después la pulo. Me gusta que los versos rimen bien, y que al leerlos parezcan naturales, como si la rima hubiera salido sola: que no se note el trabajo que hay detrás.

-¿Sabes una cosa, Miguel? A veces me pasa algo muy raro. Tengo como visiones del futuro. Y a menudo las cosas que veo se cumplen.

-¿Y por qué me dice eso?

-Pues porque el otro día tuve una visión en la que aparecías tú.

-¿Ah, sí?

-Sí. Te vi triunfando en los ambientes literarios. Te vi en Madrid, rodeado de escritores famosos, codeándote con ellos. En tus versos denunciabas la injusticia: los jornaleros de la aceituna, los niños yunteros… Quizá por la injusticia que ahora sientes al no poder estudiar.

-¿De verdad? ¿Y gustaban mis versos?

-Mucho. Pero después pasaban más cosas. Y eso ya no es tan bonito.

-¿Qué más pasaba? Siga contándome, de todas formas yo no creo en premoniciones.

-Pasaban cosas muy tristes. Había una guerra y tú luchabas en uno de los bandos. Empuñabas a la vez las armas y la pluma. Con tus versos arengabas a las tropas. Te conocían como el “poeta-soldado”.

-Bueno, eso no sería tan malo. Si mis poemas gustasen, lo demás no importaría.

-Pero no es todo. En mi sueño (no era exactamente un sueño, sino una duermevela) te vi en una cárcel. Habías perdido la guerra y los vencedores te acusaban de exaltar a los soldados de tu bando. En la cárcel estabas abatido. Tu mujer y tu hijo (durante la guerra te habías casado) no tenían qué comer: sólo cebolla. Allí, en la cárcel, escribías tus versos más grandiosos y también los más tristes. Acababas diciéndole a tu hijo “No sepas lo que pasa ni lo que ocurre”. ¿Y sabes por qué? Porque lo que pasaba era tan horrible que la palabra “pasar” se quedaba corta. Y no sólo eso, Miguel. La historia es aún más cruel. Terminabas muriendo allí, en la cárcel, de tuberculosis.

-…¿De verdad ha soñado todo eso?

-Ya te he dicho que no es sueño. Es algo que a veces me pasa por la cabeza al despertarme. Dura quizá dos minutos pero a mí se me hacen horas.

-Bueno, le agradezco que me lo cuente, pero ya le he dicho que no creo en esas cosas. El tiempo de los profetas ya pasó. No voy a dejar de escribir por lo que me ha contado. Además, aunque quisiera no podría.

-En fin, ya te he dicho lo que vi. No puedo asegurarte que vaya a cumplirse. Mis visiones no siempre aciertan. Sólo te pido que lo pienses, y que andes con cuidado. Si haces lo que tu padre te ha dicho, si no vas a Madrid, si te quedas aquí en Orihuela cuidando el ganado, nada de lo que te he contado pasará. Como cabrero tu vida será sencilla y mediocre, pero no irás a la cárcel, no sufrirás, no morirás joven.

-Eso no puede ser. No es que yo quiera ser poeta, es que no puedo dejar de serlo. Así que antes o después voy a dejar el pueblo e irme a Madrid.

-Es tu vida, Miguel. Pero piensa en lo que te he dicho. Tengo cosas que hacer, te dejo con tus cabras. 

14.7.14

Deus ex machina


El robot Ángelus detuvo el bombardeo. Interceptó todos los reactores en el aire y los depositó limpiamente en un llano. A continuación desactivó sus misiles. Los tripulantes no daban crédito. ¿Qué era esa inmensa máquina que atrapaba aviones en pleno vuelo? ¿De qué nuevo ingenio militar disponía el enemigo? Pero el ejército adversario también sufrió la intervención de Ángelus. Sus vehículos de combate quedaron atrapados cuando el robot Ángelus se plantó en medio de ellos. La misma incredulidad les invadió. Al principio abrieron fuego contra Ángelus, pero el material de que el robot estaba hecho resistía indeformable todos los ataques. Además, Ángelus aparecía y desaparecía en el momento justo, por lo que técnicamente era imbatible. Luego, el robot impuso las condiciones de la paz. Nadie se atrevió a llevarle la contraria.

Aunque los gobiernos de los bloques enfrentados abrieron sendas investigaciones para tratar de doblegar a Ángelus, la opinión pública de sus países se les echó encima. ¿Por qué había que continuar la guerra, si el robot Ángelus había dispuesto una paz aceptable, o en todo caso menos mala que las bombas?

Desde ese día Ángelus se puso manos a la obra. Las grandes injusticias, los desmanes y expolios estaban en su agenda. El robot Ángelus daba órdenes y, si no se cumplían, él mismo las ponía en práctica. Aquella inmensa máquina hacía y deshacía. Movía diques, trasladaba edificios, suprimía fronteras, repartía tierras... En poco tiempo desaparecieron las hambrunas, el analfabetismo, las epidemias, la explotación.

Al principio Ángelus fue muy cuestionado, pero ya no se oye murmurar a nadie. A la postre todos vivimos mejor, y sin miedo a invasiones o guerras destructivas. (¿Qué habría sido de nosotros sin Ángelus?, ¿nos habríamos ya autoaniquilado?)  De ahí también los nombres con que es conocido: algunos lo llamamos Ángelus; otros lo llaman Gran Amigo, o Protector, o Vigía Máximo.

Lo que prevalece es un sentimiento de alivio, de "por fin", de "ya era hora". Si el robot Ángelus hubiera estado aquí desde el principio, si siempre hubiera ejercido y actuado…, todo habría ido mejor. No habría habido Hiroshimas, ni campos de concentración, ni genocidios. ¡A tantos desalmados habría parado los pies! (¿Os imagináis a Ángelus cayendo sobre Auschwitz y demoliendo él mismo, con sus enormes brazos, los barracones; desmontando las cámaras de gas? ¿Os lo imagináis parando las masacres de Camboya o Ruanda? ¿Os lo imagináis, antes de todo eso, cortando de un plumazo los abusos coloniales, la esclavitud...?)

Lo que nadie sabe es quién trajo al robot Ángelus: quién creó ese inmenso autómata; quién lo ideó y construyó; quién concibió su material único (indestructible, teletransportable, ubicuo, omnipotente); quién lo programó éticamente para reprimir el mal e imponer la justicia.

Mucha gente piensa que fue algún científico (alguien que lo inventó y no quiere que se sepa su autoría), otros creen que fue una sociedad secreta de ideario benéfico, y no falta  -en fin- quien opina que lo envió el propio Dios, harto ya de ser criticado por su pasotismo e inhibición.     



3.4.14

Nudos


La historia se ha cerrado.

Puede decirse que se ha cerrado bien.

La pareja sube a un avión. Él y ella se quieren, se han querido siempre.

El avión despega y el otro hombre se queda donde estaba, en el cabaret que regenta.

Ha dejado que la pareja se marche -lo ha propiciado, les dio salvoconductos- pese a estar enamorado de la chica.

Ella le ha explicado por qué lo abandonó después de amarle: Creía que su esposo había muerto, pero supo después que no fue así.

El otro hombre comprende y elige renunciar, por amor, a su amada.

La historia se ha cerrado. Y lo ha hecho bien.

Vienen The (happy) End, los títulos de crédito… Y no obstante la historia continúa.

Ya nadie mira, el cine está vacío.

Pero es una ilusión. Porque tras la pantalla amanece otro día.

Y después de ése, otro.

Otro día para Ilsa,

para Laszlo,

para Rick...

Otro día en que los lazos se aflojan. Otro día en que los cabos se sueltan.

Qué contratiempo, el hilo descerrándose. Nadie ha vivido en una foto fija.

¿Qué va a pasar ahora?

¡Con lo logrado que estaba el desenlace!... y sin embargo sigue. Detrás de la pantalla la historia no termina.

Sin guión ni director sus vidas fluyen. También para ellos el nudo se reabre.

4.11.13

Maquetas


En el puesto de mando el estado mayor planeaba las batallas, los movimientos tácticos que habían de efectuarse en el frente de guerra. Con carros de combate realizados a escala, con trincheras de plástico, con tanques de hojalata, con pequeños aviones (copias en miniatura), con soldados de plomo sin vísceras, sin sangre, sin piernas amputadas. Con soldados de plomo como ésos de juguete que tras ser abatidos (de un simple manotazo) no agonizan, no mueren. Con soldados de plomo (de azul las fuerzas propias, de rojo las contrarias) el estado mayor, encima de una mesa, sobre un tapete verde, trazaba y maquetaba las batallas reales.


29.8.13

Isla



En la isla de Róbinson sólo vive Róbinson.

Nadie manda en él, ni él manda en nadie.

En la isla de Róbinson nadie explota a otros. Nadie humilla ni es humillado.

En la isla de Róbinson no hay vejaciones ni abusos. No hay injusticias. No hay castas, clases, estamentos…

No hay amos ni criados. No hay señores ni siervos.

Allí no hay guerras, ni expolios, ni opresión.

Aquella isla está libre, exenta de todo eso.

No estamos hablando de una arcadia. La vida no es fácil en la isla, y de hecho Róbinson desea ser rescatado: volver a su país, a la sociedad.

Pero sabe también que, cuando deje al fin su isla, habrá cosas de ella que echará de menos.


20.3.13

Cuando fui animal


Ampliaron mi cerebro y me implantaron neocórtex sin pedirme permiso. Ya sé que no podían recabar mi autorización (porque el cerebro perruno no da para tanto). Pero entonces debieron abstenerse de hacerlo.

“Es sólo un experimento. Un ensayo científico. Luego, siempre podrá pedir que le retiremos el implante”, dijeron. Pero no es tan simple. No es tan sencillo.

No soy un juguete que se rompe y se repara o se tira.

En realidad yo pensaba. Antes de que ampliaran mi cerebro, yo pensaba. De un modo más elemental, sí, pero lo hacía. Ahora elaboro ideas mucho más complejas, pero en el fondo es parecido.

En lo que más diferencia hay no es al pensar, sino al sentir. Me acuerdo de que, cuando tenía cerebro de perro, sentía pena si me dejaban solo, y alegría si me sacaban al campo. También sentía miedo cuando me llevaban al veterinario o cuando había tormenta. Pero otros sentimientos que ahora tengo no los conocía en absoluto. La indignación, la piedad, el rencor, la vergüenza… Estas emociones sí son novedosas.

Me cuesta trabajo comparar mi situación anterior (antes de que ampliaran mi cerebro implantándome neocórtex) con mi estado actual. Pero creo que antes -o sea, cuando tenía cerebro de perro- era más feliz. Entonces sólo vivía el presente: el “ahora mismo”.

Cuando corría por el campo, cuando mi amo jugaba conmigo…, me alegraba por entero. Con el cuerpo y con la mente.

Era alegría perfecta, mucho más intensa que la que ahora puedo sentir. Era pura alegría: alegría desprovista de recuerdo y de anticipo. Era alegría nítida, sin sombra ni mancha. Se acababa, sí; pero, mientras estaba en mí, era infinita porque no tenía un antes ni un después.

En cambio, la alegría que ahora puedo sentir está siempre empañada, siempre trufada de fugacidad.

Siendo perro no me hacía preguntas. Ahora sí. Los humanos se hacen preguntas. Y como las más importantes (sobre el sentido de vivir, sobre la muerte...) no saben responderlas, esto les genera angustia. Para aliviarla inventaron creencias, religión.

Cuando fui perro todo era simple. Todo instintivo. No había dudas. No había preguntas. No había porqués.

Sentía frío, pero no sabía lo que era el invierno. Sentía calor, pero no sabía lo que era el verano. Percibía la luz, pero no sabía lo que era el día. Percibía la oscuridad, pero no sabía lo que era la noche. Me mojaba, pero no sabía lo que era llover. Veía un círculo encendido ahí arriba, pero no sabía que era la Luna. Nunca reparé en las estrellas.

Poder hablar. Decir lo que quiero. Expresar, comunicar. Eso sí es grandioso. Recuerdo que, cuando mi cerebro era de perro, sentía un difuso deseo de hablar. Oyendo a los humanos llegué a asociar sonidos a las cosas. Un ruido para el agua, otro para el paseo, otro (mi nombre) para llamarme… Y en cierto modo echaba en falta hablar.

Tenía necesidad de orinar, deseaba ser llevado fuera… y quería ladrarlo. O sea, decirlo: así, como ellos. Pero no: yo sólo podía aullar, mover el cuerpo, ir donde estaba el collar, traerlo en la boca y mostrárselo. No podía decir “Sacadme a la calle”, así, con la voz, con las palabras.

Otras veces tuve sed pero mi bebedero estaba vacío, y entonces querría haber dicho “Dadme agua”. Pero no podía. Y experimentaba una especie de impotencia.

De modo que el mayor avance, el salto máximo que he dado desde que me implantaron neocórtex, es la facultad de hablar. El lenguaje.

En cuanto tuve capacidad sintáctica pedí que me instalaran un aparato fonador. Me pusieron una prótesis de garganta y un implante en los labios. (Mi hocico de perro no servía para hablar.)

He conocido la inteligencia y no quiero volver al cerebro perruno. Como nadie desea quedarse sin vista o sin tacto, yo no quiero perder la inteligencia. No deseo renunciar a ella.

Comprendo que lo que ahora puedo (razonar, hablar, calcular…) también es limitado. Me implantaron neocórtex y la realidad que ahora capto es otra. Es la realidad de los hombres: la realidad pasada por el cerebro humano. Pero es también inauténtica, quizá tanto como la que percibía como perro. Es otra pseudo-verdad.

Hay ámbitos que los hombres captan peor que los perros. Mi olfato, por ejemplo, era muy superior al humano. Donde yo percibía cientos de olores, ellos no olfatean nada.

Si al cerebro humano (como éste que ahora tengo) se añadiera otra corteza –otro estrato-, percibiría otra realidad. Sería una realidad distinta: más completa, superior quizá, pero también espuria. 

Igual que había mil cosas incomprensibles para mi mente perruna pero penetrables para el cerebro humano, tiene que haber cosas inabarcables para los hombres pero accesibles a cerebros sobrehumanos (si existieran).

¿Qué es el hombre sino otro animal?: una clase de mono con el cerebro grande.

¿Y cuántas capas cerebrales, cuántas cortezas serían necesarias para captar la realidad completa, la realidad real?

Supongo que, cuanto mayor es la capacidad cerebral, más grande es la exposición al dolor. Mi actual cerebro humano es más sufriente que mi viejo cerebro perruno, del mismo modo que mi cerebro de perro era más sensitivo que el de un camaleón.

Me han dicho que, si quiero volver al cerebro perruno, sólo tengo que pedirlo. Que igual que me implantaron neocórtex, me lo pueden retirar. Pero no es tan sencillo. Ahora he probado el elixir de la inteligencia y no es fácil abdicar de ella. No es fácil decir “Quitádmela”.

Es verdad que, comparándome con el de antes, fui más feliz siendo perro. Yo era un perro afortunado. Vivía en un lugar cómodo y nada esencial me faltaba. Sobrellevaba bien los pequeños contratiempos (aguantarme las necesidades, no articular palabras…). Mi cerebro no analizaba y por eso no sufría. Mi existencia era eterna (eterna para mí) porque no sabía de muerte. Y mi alegría (al correr por el campo, al cazar…) era plena y radiante. 

Pero ahora sé que la realidad que percibía era pequeña. Que apenas entendía. Que casi todo era engaño. Y no es fácil volver a eso. No es fácil desearlo.

Yo no pedí que me implantaran neocórtex, pero tampoco los humanos lo pidieron. Tampoco ellos pidieron ser conscientes, tener inteligencia. Como no pidieron nacer. Nadie pidió nacer. Nadie lo eligió. Todos nacimos obligados: unos con cerebro de perro, otros con cerebro de hombre, otros… Nadie lo pidió, nadie lo pide. A nadie se le pregunta “¿Quieres nacer?” Y “¿quieres ser perro?”, “¿quieres ser hombre?”… Pero el caso es que, una vez traídos –puestos aquí a la fuerza-, no es fácil decir “Me marcho”.

Y por eso me quedo aquí, en la inteligencia. Aunque deba asumir el coste de la duda. Aunque deba llevar el peso del dolor y rendirle tributo a la infelicidad.

26.11.12

Soldadito español


-Qué armas tan raras llevas.

-¿Raras? Para raras las tuyas. ¿Cómo se llama ésta?

-Es un cañón de mano.

-¿Y cómo funciona?

-Al prender esta mecha se provoca una explosión dentro del caño. Entonces la bola de hierro que antes he metido sale disparada.

-Así ya podrás. ¿Contra quién luchas?

–Contra los moros. Y tú, ¿a quién pretendes vencer con esa espada tan corta? Como el enemigo sepa usar la pólvora, vas listo.

-¿Usar qué?

-La pólvora. Es una mezcla de salitre, azufre y carbón. Al prenderle fuego estalla, y lo que pongas encima (una piedra, una bola…) sale disparado con mucha fuerza.
  
-Pues espero que los romanos no tengan de eso. Yo lucho contra ellos. Quieren ocupar este lugar y quedarse con él, mandar aquí. Y tú, ¿contra quién has dicho que batallas?

-Contra los moros. Es una guerra muy larga. Nadie sabe ya cuándo empezó. Creo que todo vino porque cruzaron desde África y tomaron nuestra tierra. Vamos, que nos invadieron. Pero de eso debe hacer muchísimo tiempo. Ahora intentamos conquistar Granada. Con ayuda de la pólvora creo que podremos, aunque no te creas: ellos también la usan. Yo hasta hace poco peleaba con una ballesta. Tensaba el muelle, apuntaba al enemigo y lanzaba la saeta. También se me daba bien disparar con arco.

-Perdonad que interrumpa vuestra charla. Yo también soy soldado. Y algunas de mis armas son éstas: el arcabuz (un tubo que dispara bolas de hierro) y la pica (una lanza larguísima para acometer al enemigo).

-¿Y contra quién luchas?

-Me mandan plantar cara a los flamencos.

-¿Los qué?

-Los que defienden Flandes. No sé bien dónde está (creo que hacia el norte de Europa) ni qué se nos ha perdido allí. Antes batallé en Nápoles y tampoco sé qué pintábamos en ese sitio. Mañana parto para Flandes con mi regimiento.

-No he podido evitar escucharos. Mirad mis armas. Esto es un fusil. Es parecido a tu arcabuz, pero más elaborado. No dispara bolas sino balas (una especie de cilindros de plomo). Además puede disparar varias balas seguidas sin tener que recargarlo cada vez. Pero tenemos pocos fusiles. Muchos soldados deben arreglarse con un trabuco, una especie de escopeta. El enemigo tiene armas mejores. Pero aun así no podrá con nosotros.

-¿Y contra quién guerreas?

-Contra los franceses. Han invadido España y raptado al rey. El emperador francés quiere que  su hermano (le decimos Pepe Botella) sea el nuevo rey de España. Curiosamente algunos españoles (los llamados “afrancesados”) le apoyan, pero la mayoría no se lo vamos a consentir.

-Y tú, el del penacho, ¿dónde peleas?

-Pues no sé bien. Creo que es una guerra civil entre españoles, aunque también hay extranjeros metiendo la cuchara. Yo voy a favor de la reina Isabel. Es la hija del difunto rey Fernando. La caballería la defiende contra los partidarios de Carlos (que por eso se llaman “carlistas”). El tal Carlos es hermano del rey Fernando y dice que el nuevo rey debe ser él, y no su sobrina, porque las mujeres no pueden heredar el trono. Se ve que de ahí viene todo el lío.

-¿Y quién lleva razón?

-Pues la verdad, no sé quién tiene más derecho. Ni cuál es mejor ni peor, ni qué nos conviene. Lo único que tengo claro es que, gane quien gane, yo no voy a sacar ningún beneficio.

-Bueno, tengo la impresión de que en eso estamos todos a la par. Exponemos el cuerpo, ofrecemos la vida sin saber para qué. Perdemos brazos, piernas..., morimos y matamos sin saber para quién. Si mañana cayerais en la batalla, ¿sabrías para qué habríais muerto? ¿Sabríais en provecho de quién habríais dado la vida? ¿Sabríais quién obtendría ganancia con vuestra muerte? ¿Sabríais si vuestro sacrificio valió la pena? Yo, desde luego, no.

-Ni yo.

-Ni yo.

-Ni yo.

-Ni yo tampoco.

21.11.12

La huida


La coneja ha salido a comer. Busca con avidez las bayas, hierbas… Traga deprisa, no sólo porque tiene hambre (ha de ingerir más comida porque está amamantando a sus gazapos), sino porque cada segundo que esté fuera aumenta el riesgo. El peligro de ser devorada.

El ataque puede venir de cualquier sitio. Los felinos no avisan. Están siempre al acecho y sorpresivamente embisten con sus garras. Ni tampoco los zorros, las serpientes… Incluso desde el cielo puede llegar la muerte. Hay águilas que apresan con sus patas ganchudas y a menudo golpean con su gran pico curvo.

La coneja termina de comer y vuelve a la madriguera. Respira con alivio. Por fin está en su casa.

Pero no, ahí tampoco está a salvo. A la madriguera entra un hurón. Es pequeño y delgado, tanto como la propia coneja (por eso ha podido entrar), pero posee afilados dientes que atraviesan la carne.

La coneja echa a correr. Tiene que alcanzar otra salida, huir de ese refugio (laboriosamente excavado por ella) que de pronto se ha convertido en una trampa. 

Menos mal que la madriguera tiene varias bocas. La coneja escapa por una de ellas. Sabe que en los túneles han quedado sus crías. Sabe también que no volverá a verlas: que ya nadie mamará de sus pechos. 

La coneja corre hacia los matorrales para esconderse tras ellos (ahí fuera puede haber humanos provistos de escopetas). Mientras corre, con su pequeño cerebro se pregunta algo parecido a ¿habrá un sitio, un solo sitio en el mundo, en el que yo pueda estar segura?

9.10.12

La guerra de papá


-Papá, ¿tú estuviste en la guerra?

-¿Te refieres a la guerra civil?

-Sí. Es que hoy han hablado de eso en el colegio.

-Pues sí, por desgracia estuve. Tenía 22 años y me llamaron a filas. Es una suerte que vuestra generación (vamos: tus compañeros y tú) no hayáis tenido que vivir una guerra.

-¿Y mataste gente?

-Pues no sé. Disparar, disparé. Al igual que a mí me disparaban los del otro bando. ¡Qué remedio! Era eso o que te mandaran fusilar. En realidad, me alegré cuando me hirieron en el Jarama. Como estuve cojo varios meses, ya no tuve que volver al frente. Me quedé de ayudante en el hospital al que me llevaron.

-O sea, que en el fondo te vino bien que te hirieran.

-Pues sí, hijo: quizá gracias a eso me salvé.

-Querrás decir “nos salvamos”. 

2.10.12

PadrePerfecto


El robot PadrePerfecto no se equivoca nunca. Por eso son cada vez más los padres y madres que le confían la educación de sus hijos.

PadrePerfecto no pega.

PadrePerfecto no grita.

PadrePerfecto no crea miedos infundados. PadrePerfecto no miente.

PadrePerfecto nunca incurre en los mismos defectos que censura a los niños.

PadrePerfecto siempre cumple sus promesas y advertencias. Nunca promete aquello, bueno o malo, que no podrá cumplir.

PadrePerfecto no cede ante las rabietas.

PadrePerfecto sabe decir no.

PadrePerfecto no pierde la paciencia.

PadrePerfecto no pierde la coherencia.

PadrePerfecto no es más indulgente cuando está de buen humor, ni más severo cuando está de malas (PadrePerfecto nunca está de malas).

PadrePerfecto prefiere premiar a castigar. Pero impone castigos cuando hay que hacerlo. Y aun así, lo hace amorosamente, mostrando su disgusto al niño por tener que castigarle.

PadrePerfecto nunca está cansado ni nervioso. En cualquier situación mantiene la calma.

PadrePerfecto siempre tiene tiempo de escuchar a los niños.

PadrePerfecto es firme pero no rígido. PadrePerfecto es tierno pero no blando.

PadrePerfecto no compara a unos niños con otros.

PadrePerfecto no encasilla a los niños. PadrePerfecto no pone etiquetas.

PadrePerfecto no hace por los niños lo que ellos pueden hacer por sí solos.

El robot PadrePerfecto está disponible en versión padre o madre. También puede adquirirse la pareja.

A pesar de su nombre, PadrePerfecto no es un padre (ni una madre) perfecto. Para serlo necesitaría cometer de vez en cuando algún error. Y a continuación abrazar a ese niño y, mirándole a los ojos, decirle "Perdón, me he equivocado". 

20.8.12

Momentos estelares de la humanidad


Aquí con un arcabuz, la primera arma de fuego.

Aquí dibujando bisontes en las paredes de una cueva.

Aquí destruyendo Dresde.

Aquí fundiendo cobre.

Aquí arrojando una bomba sobre Hiroshima.

Aquí llorando porque a su hijo lo ha devorado un tigre.

Aquí muriendo de hambre en Namibia.

Aquí circunnavegando el planeta.

Aquí respirando ciclón B que sale de los grifos.

Aquí erguido y desplazándose de continuo sobre dos extremidades.

Aquí embarcando esclavos en África.

Aquí dos grupos luchando (con lanzas y huesos puntiagudos) por establecerse en este valle.

Aquí batallando en Lepanto.

Aquí fundando Dresde.

Aquí desplegando misiles de largo alcance.

Aquí derruyendo el muro de Berlín.

Aquí andando por la Luna.

Aquí encadenando voces para formar una frase.

Aquí arrojando napalm sobre la gente.

Aquí adorando al sol.

Aquí asaltando el Palacio de Invierno.

Aquí guerreando en Waterloo.

Aquí erigiendo el muro de Berlín.

Aquí tallando una piedra para hacerla cortante.

Aquí saqueando Roma.

Aquí grabando símbolos en una roca.

Aquí reconstruyendo Dresde.

Aquí frotando dos palos para encender fuego.

¿Alguien ha cambiado el orden? Me parece que esto estaba dispuesto de otra manera. Bah, tampoco importa mucho. Por regla general siempre hicieron las mismas cosas. Pizca más o menos, siempre se comportaron igual.

7.8.12

Y regresarte


Esta máquina invierte los procesos biológicos. Hace que los tejidos vivos, en vez de envejecer, rejuvenezcan. Si se usa con una planta, ésta deja de crecer y retorna a la semilla. Si es con una mariposa, regresa a la larva.

Aplicada a este montón de polvo, recompone su estructura originaria. Se agrupan los elementos químicos (calcio, magnesio, fósforo…) formando masas óseas. De ahí brotan tendones, ligamentos, cartílagos, fibra muscular y finalmente vísceras. Adquiere forma humana: cuerpo des-descompuesto. Algunas partes se vacían de gas. Hidratado el conjunto, se ablandan los tejidos. Aumenta su temperatura hasta 36 grados. Desaparecen la inicial lividez y las verdosas manchas. La carne adquiere un tono entre blanco y rosado. Los vasos sanguíneos se tersan. La sangre se licúa y empieza a circular, gracias a que el corazón inicia su bombeo. Se activa el sistema nervioso. Alguien que murió hace varios siglos se incorpora, extrañado, y pregunta ¿Qué hago aquí?

26.6.12

Naipes


Aprende de tu clon. Los dos empezasteis con las mismas cartas genéticas pero él las jugó mejor. Cuando tú pusiste el 2 de copas, él jugó el 6 de espadas. Mientras tú vagueabas en el instituto, él aprovechó el tiempo. Cuando tú pusiste el 7 de oros, él jugó el 3 de bastos. Mientras tú te diste al sedentarismo, él hacía deporte. (Y claro, tu salud se resintió y la suya no.) Cuando tú echaste el 5 de copas, él puso el 4 de oros. Mientras tú te quedaste a vivir en el pueblo, él se fue al extranjero y prosperó deprisa. Es verdad que luego sufrió aquel accidente, pero no fue culpa suya, fue simple mala suerte. Y eso no cuenta. Lo que importa es que a ambos os repartieron las mismas cartas cromosómicas pero él las jugó mejor que tú. Así que aprende de él. Aprende de tu clon. 

12.6.12

Porque éste es mi cuerpo


Ayer morí. Es decir, murió mi cuerpo. Mi corazón estaba ya muy desgastado y, aunque al final ha habido que ayudarle a detenerse, se habría parado igual de un momento a otro. Poco antes me han extraído el cerebro y lo han conectado a un cuerpo sintético. Al cuerpo de plástico (y de látex, metal, fibra de vidrio) que soy ahora.

Así que de mi viejo cuerpo lo único que sigue vivo es el cerebro. Se ha adaptado bien a mi nuevo organismo (esta técnica está muy avanzada).



Desde mi nuevo cuerpo y con mis ojos sintéticos he presenciado la combustión de mi vieja estructura.

Han metido mi cadáver en un horno y lo han calentado a más de mil grados. Mis tejidos, mis músculos, mi sangre, mis vísceras… se han evaporado. Se han convertido en humo gris marengo.

De mi cuerpo sólo han quedado cenizas, trozos secos de hueso: fosfato cálcico, una pizca de carbono, algo de hierro. Residuos de lo orgánico resistentes al fuego, pedazos de materia que rechazan ser gas y se mantienen sólidos.



Así que adiós a mi cuerpo: al que fue engendrado, al que nació de un útero. Al que creció conmigo. Al cuerpo de carne donde anduve siempre.



Mientras mi cuerpo se desintegraba he recordado algunas historias vividas en él:

Aquella vez que, siendo niño, me arrancaron las amígdalas (un borbotón de sangre saliendo de mi boca). Aquellos granos que brotaron a los quince y fueron la tumba de mi adolescencia. Las muelas del juicio que tuvieron que extraerme. Los esguinces que sufrí jugando al baloncesto. Cuando me graduaron la vista y me pusieron gafas. El horrible vértigo que me hacía agarrarme a las paredes. El pólipo aquel que hubo que extirparme. El día que me operaron del tabique nasal…  [Aquí podrías tú, lector, añadir las erosiones de tu cuerpo.]

Pero también he recordado avatares y cambios: las hormonas revueltas, la barba y el bigote que emergieron, los pantalones quedándose cortos, el pelo que se fue cayendo, la piel que se arrugó…

(Nada de eso pasará en mi nuevo cuerpo: en mi cuerpo sintético.)



Y aunque mi relación con el cuerpo (con mi cuerpo de carne) nunca fue buena, al verlo arder mis nuevos ojos han enrojecido y han derramado lágrimas de plástico.  


18.5.12

Mirando al mar


El abuelo contaba a su nieto la primera vez que, con veinte años cumplidos, vio el mar.

-Entonces no se viajaba casi nunca. Tuve que esperar a hacer la mili para salir del pueblo. No como tú, que desde que naciste todos los veranos te han llevado a la playa.

Y el nieto, en vez de compadecerle, sintió envidia: “Qué suerte, poder conservar la impresión de ese encuentro, el instante en que sus ojos descubrieron, por primera vez, el mar”.  

27.4.12

Quisiera decir tu nombre


Va a la ferretería a comprar tuercas y arandelas. Al pasar por la sección de pinturas se queda mirando las latas. Hay cientos, y en cada una un rótulo con el color de la pintura y su nombre. Se para y lee:

Blanco mármol. Blanco mate. Blanco satén. Blanco marfil…

Verde olivo. Verde laguna. Verde manzana. Cetrino…

Azul cobalto. Azul pastel. Cárdeno. Índigo…

Gris plata. Gris niebla. Gris ceniza. Gris acero…

Marrón cuero. Marrón mostaza. Caoba. Vainilla…

Escarlata. Carmesí. Bermellón. Burdeos…

Sepia. Granate. Magenta. Púrpura…


Pasa más de una hora leyendo los envases. Pide un bolígrafo y anota aquellos nombres. Llena varias cuartillas. Las guarda en el bolsillo.

Seguramente ya conocía esos colores pero, sin llamarlos –sin saber su nombre-, nunca los vio del todo. (Las cosas sin nombre, ¿son del todo reales? Las cosas que no tienen una palabra o voz donde ser ellas mismas, ¿existen plenamente?)

Intenta retener cómo son el púrpura, el cárdeno, el sepia, el bermellón…

Al final, casi olvida lo que iba a comprar.

Sale de la ferretería con las tuercas y arandelas, pero sobre todo se lleva un botín de palabras.