24.8.16

Suéltate


La tigresa ha cuidado al cachorro durante muchos días, primero lamiéndolo y amamantándolo, luego llevándole piezas muertas cazadas para él, después enseñándole a acechar y perseguir. Esto último es un juego divertido pero exige paciencia y atención, y no siempre se gana. Finalmente el cachorro, inducido y vigilado por su madre, lo ha intentado solo. Y ha conseguido atrapar un lagarto. Entre tanto ha ido creciendo su cuerpo, le han salido los dientes definitivos, le han brotado las garras…

Un día el cachorro, bajo la mirada de la tigresa, logra cazar un conejo. Orgullosamente se vuelve para enseñárselo a su madre, pero de pronto ella no está. Sobrecogido, con el conejo en la boca, la busca ávidamente durante varias horas. (¿Por qué se ha ido?, ¿por qué me ha abandonado? Es verdad que me he alejado más que otras veces pero ¿no debía estar ella ahí, como siempre, esperándome?) Por fin se resigna y, como tiene hambre, mastica su presa.

En lo sucesivo tendrá que ir por libre, cazar y caminar solo.

Sucede en un mes sin nombre de un año sin número. La especie humana todavía no existe, de modo que en la Tierra aún no hay palabras para decir “hijo”, “adultez”, “separación”.

2 comentarios:

Noite de luNa dijo...

Te encuentro y me emociono un poco.

Un abrazo

Saiz dijo...

Muchas gracias por tu visita y lectura. Yo también tengo bastante abandonado tu blog. ¡La falta de tiempo! Ahora me pongo al día.