30.10.10

Uno de ellos

Treinta años después, él también tiene una cita con la madera. Durante todo ese tiempo algún gallo le ha hecho recordar, diariamente, el momento en que negó a su maestro.

Recuerda que al principio estuvo dispuesto a correr la misma suerte que él. Incluso estuvo a punto de arrancarle una oreja a uno de los que le prendían. Pero en el último momento se achantó. Luego una mujer dijo “Éste es uno de los que iban con el preso”. Él lo negó tres veces y a continuación cantó un gallo. Desde entonces, quiquiriquí significa deslealtad.

Recuerda también que al maestro lo crucificaron, entre dos ladrones, en el monte de la Calavera. Y que él ni siquiera se acercó a verlo.

Sin embargo, hoy va a arrancarse aquella espina. Está lejos de donde pasó aquello, pero le espera una cruz parecida. Como la del hombre al que, de no haber negado, pudo acompañar hasta el final.

Han pasado treinta años. Ya no es joven ni fuerte. Sabe que va a sufrir, pero aguarda anhelante.

El viento trae ladridos y relinchos. No se oye ningún gallo.

Pero da igual: el gallo que ahora cantase no llevaría razón.

2 comentarios:

M. Carme dijo...

Es fácil ser desleal cuando las cosas se ponen feas, ahí es donde se conocen los amigos, cuando estan en las buenas y en las malas.
Pero en la mayoria de los casos,la misma vida se cobra la deuda.
Saludos.

saiz dijo...

Gracias, M. Carme. A mí ese instante del gallo cantando y Pedro "llorando amargamente" (así lo dice el relato evangélico) siempre me ha impresionado. Al margen de creencias religiosas, me parece una escena sobrecogedora. Por eso se me ocurrió el relato. Un abrazo.