9.3.10

Mientras huye

Desde que leí esa frase, “tempus fugit”, dedico el tiempo a disfrutar del tiempo. Sostengo el reloj en la mano y veo, cada segundo, moverse la aguja de los segundos. Sé que ha pasado un segundo porque lo indica la aguja. A mí, la verdad, se me hacen unos más largos que otros. Pero ella es exacta, rigurosa. Y aunque se detuviera, el tiempo seguiría su flujo: imparable, continuo, intemporal. También avanzan los minutos y las horas. (Hay quien a las agujas las llama manillas o manecillas.) A estas últimas, las de las horas y los minutos, nunca las he visto moverse. Pero cambian de posición, eso seguro. A veces mi pensamiento vuela hacia otras cosas, pero enseguida lo llamo al orden: -Vamos, a tu tarea, a ver pasar el tiempo. Sé que los demás no actúan igual. De hecho, no conozco a nadie que haga lo mismo. Pero no entiendo su actitud. No comprendo que puedan vivir sin disfrutar de las agujas, ocupados en otros quehaceres, dejándolo escapar, perdiendo el tiempo.

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