19.1.06

Nunca en mi corazón.

“Seguramente le extrañará que le remita una carta alguien que no conoce. Lo hago, en primer lugar, porque es usted la persona a quien más admiro. En segundo lugar, porque hace tiempo que necesitaba comunicarle algo. Y finalmente, porque no quiero perder toda oportunidad de exponérselo.

He sabido que está usted hospitalizado. Deseo sinceramente que se recupere. Sin embargo, esta circunstancia me ha llevado a expresarle mi inquietud, antes de que sea tarde.

Sé que usted ha dedicado su existencia a luchar contra la injusticia. Ha pasado encarcelado la mayor parte de su vida por oponerse a la segregación racial, y tras ser liberado viajó a otros países para enfrentarse a la oligarquía. De resultas de ello ha sufrido persecuciones y torturas. He oído que lo que le tiene ahora en el hospital es consecuencia de la malnutrición padecida en sus años de cautiverio. Está claro que sólo la lucha por la justicia ha dado sentido a su vida.

Mi existencia ha sido muy distinta. A mí me faltó todo su coraje. Desde niño he sentido repulsión ante la injusticia, una furia impotente al ver la iniquidad. Pero, a diferencia de usted, me tragué la rabia y no fui valiente. No tuve madera de héroe.

Guardé la indignación para mí mismo y me dediqué a otras actividades que no comprometían mi estabilidad.

Estudié biología celular, me especialicé en aplicaciones clínicas. Me hice investigador. Durante algún tiempo participé incluso en programas militares reservados. Experimentos, ensayos biológicos secretos. Cómo me avergüenzo de ello. Finalmente cesé a petición propia y volví a la universidad.

Bien; le ahorraré detalles e iré directo a la cuestión. Lo que quiero decirle es que conozco un modo de acabar con la injusticia, de extirparla para siempre.

Sí: lo que usted y yo anhelamos existe. Es un virus, un virus que puedo poner a su disposición. Mejor dicho: puedo liberarlo. Bastará que usted me lo indique y activaré el programa de transmisión. El virus es letal para la especie humana y se contagia a la vez por varias vías. Nadie puede escapar. No distingue entre razas ni clases. No hay remedio ni curación. En pocos días toda la humanidad habrá desaparecido.

¿Se da cuenta? Si se extingue la humanidad terminará toda injusticia. Desaparecerán las guerras, la explotación, los expolios, los genocidios.

Con la abolición del ser humano se esfumará todo eso. Seguirá habiendo vida en la Tierra, vida animal y vegetal, porque el virus no infecta a los demás seres. Sólo los hombres nos extinguiremos. Y no existiendo humanos en el planeta, no habrá nadie con capacidad para el mal. Con nosotros desaparecerá la injusticia.

A fin de cuentas, ¿qué otra solución hay? ¿Acáso podemos entrever otro medio de acabar con lo injusto?

Puede que en un pasado remoto los enfrentamientos tuvieran sentido: no había bastante alimento para sobrevivir todos. Pero actualmente la tecnología ha suprimido esa escasez, y sin embargo sigue habiendo sometimiento y explotación. El progreso no ha eliminado las guerras, sólo ha sofisticado las armas. No hay justicia entre las personas ni entre los pueblos. Una pequeña parte de la humanidad vive en la opulencia mientras el resto carece de lo básico. Los países ricos no sólo no comparten su bienestar, sino que esquilman los recursos de los pobres. ¿Hay acáso esperanza de que esto cambie?

Extinguida la humanidad, seguirá habiendo vida en el planeta, pero será vida sin voluntad moral, sin aptitud para lo malo y lo injusto.

Contésteme si aprueba mi propuesta. Sólo le reconozco a usted autoridad para decidirlo. Bastará una indicación suya y pondré en práctica el plan: el único que aseguraría la erradicación de la injusticia.”

-Enfermero, por favor, tire esto a la papelera.

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