12.6.09

200 metros lisos

Pero ¿cómo pudo meterse, escabullirse entre las vallas, los vigilantes, las gradas, y colarse en el estadio olímpico? ¿O fue que alguien del público lo soltó? El caso es que arrancó a correr poco después que los atletas. Y qué humillación tan espantosa verle cruzar la meta por delante del plusmarquista. (Se comprende que éste no levantara los brazos.) Así que ¿a quién le adjudicamos el oro: al tricampeón o al más rápido? Porque en el reglamento no dice que el vencedor tenga que ser humano. Y es que, en fin, ¡si hubiera sido un ejemplar de raza (qué digo yo: un pura sangre, un galgo…)!, pero coño, ¿cómo vamos a permitir que suba al pódium un gato callejero?

4 comentarios:

Blanca dijo...

jajajajaja.

saiz dijo...

Me alegro de que te haya hecho reír. Se me ocurrió a raíz de una entrevista, que leí en un periódico, a un deportista cuyo nombre no recuerdo. Decía que todas las mañanas, como parte de su entrenamiento, salía a correr por un parque, y lo hacía acompañado de su perro (así aprovechaba para pasearlo). Y añadía "por cierto, casi siempre gana mi perro".

Blanca dijo...

Adoro a los perros, siempre he tenido hasta tres ( en casa grande), hoy que vivo en una casa pequeña, solo uno, pequeño y consentido. ¿ a ti te gustan los perros?

saiz dijo...

Sí, Blanca. Ahora no tengo perro, pero de pequeño tuve una perra a la que no olvidaré nunca. La gente que no ha tenido perro no puede creer el grado de empatía que llegan a desarrollar con los humanos. Esa perra que tuve entendía un montón de palabras. Y no sólo las palabras: también los gestos, con los que adivinaba la intención.

Ahora no tengo perro, pero sí una gata. Y la verdad es que, aunque estos felinos tienen una psicología distinta, me he dado cuenta de que también son animales entrañables.