11.5.10

Voy a tener suerte


El bombo gira dieciocho veces. Tras la última vuelta, 2.182 bolas caen por el centro, 2.555 por la derecha y 2.263 por la izquierda. De ellas, hay veinticuatro que se dirigen hacia el orificio de extracción. Parece que la bola con el número 2.114 va a introducirse en el agujero pero es empujada por la número 3.531, que caía por la derecha. Al quedar libre un pequeño hueco se sitúa ahí la bola 6.429, que cae verticalmente. Va a meterse en el agujero pero tropieza con una arista, una imperceptible irregularidad que hay en el bombo. Este ínfimo movimiento es suficiente para empujar a la bola 318, que no entra porque otra bola (la 5.470) cae y le cierra el hueco. Al chocar ambas bolas queda un espacio por el que se cuela la 1.727, que venía por la izquierda, y se introduce en el agujero.

Un empleado de Loterías coge la bola, que acaba de caer en un pequeño vaso colocado bajo la abertura del bombo, y dice:

-El número agraciado en el sorteo de esta noche es el 1.727.

Seguidamente muestra la bola a una cámara de televisión.

Por último, un notario certifica la corrección y aleatoriedad del proceso.


………………………………….................



En otro lugar, alguien celebra el resultado del sorteo. Es la persona que diseñó el bombo, la que cuidadosamente dispuso la colocación inicial de las bolas, la que lo programó para dar justo dieciocho vueltas a una determinada velocidad. Es la persona que suprimió cualquier cambio de temperatura o corriente de aire que pudieran alterar la cadena de causas y efectos. Es quien, tras asegurarse de que en esas condiciones la bola que saldría iba a ser la 1.727, se cuidó de comprar precisamente ese boleto.

Y mientras festeja el premio conseguido, exclama:

-A mí me van a decir que el azar existe.

5 comentarios:

Noite de luNa dijo...

Me dejas con la boca abierta de la sorpresa.
Nunca había pensado en algo así.

Y los demás gastando el dinero a ver si nos toca algo

Felicidades y por favor, puedes llamarme solamente Aquí, que entero es muy largo.

Besos y para Blanca cuando aparezca

saiz dijo...

Pero bueno, es un relato. Yo creo que las loterías, bingos, etc son realmente juegos de azar, siempre que por azar entendamos "incertidumbre".

O sea, no creo que nadie programe de antemano el número de vueltas que va a dar el bombo, ni la posición en que al principio se introducen las bolas, ni su velocidad giratoria, ni los posibles elementos que puedan incidir (desde una brisa de aire a un cambio de temperatura, pasando por la posible inclinación del suelo, o el polvo que se cuela entre las bolas e interacciona con su movimiento...). No sé, tantos factores imponderados (pero quizá no imponderables).

Lo que sí creo es que, si todos esos factores se controlaran, el resultado del sorteo podría ser previsible. Y entonces, obviamente, ya no sería un "sorteo".

Por eso digo que azar significa incertidumbre. Llamamos azar a los resultados cuya dinámica nos es desconocida.

Sobre esto, leí que a una familia (por cierto española) se le prohibió entrar en varios casinos porque habían hecho un estudio estadístico de los resultados en la ruleta y de este modo conseguían acertar la mayoría de las veces. A ver si encuentro algo sobre esto y te lo copio.

saiz dijo...

Lo encontré:

"Iván García Pelayo, además de acompañar a su padre, Gonzalo García-Pelayo, en la experiencia que les hizo ganar sumas increíbles jugando a la ruleta, ha decidido apoyarle también a la hora de escribir la experiencia. El resultado es 'La fabulosa historia de los Pelayos' (Plaza & Janés). Un libro que sale al mercado a petición de Joaquín Sabina, amigo de Gonzalo García Pelayo y primer admirador de su historia.

Estoril, París, Ámsterdam son algunas de las ciudades cuyos casinos visitados por los Pelayos en su periplo.

Mediaba la pasada década cuando García-Pelayo empezó a dar que hablar en los medios de comunicación merced a su sistema para conseguir algo que parecía imposible: ganar a la ruleta en los casinos. Bien podría decirse que, con lo que él llama “esperanza matemática”, los juegos de azar dejan de serlo. El método, en el que no hay ni trampa ni cartón y se explica pormenorizadamente en las páginas del libro, consiste en “el análisis de las desviaciones físicas de la ruleta, que –siempre que la ruleta esté en condiciones- son las mismas y confirman una tendencia de la bola a caer en el número que cae de una manera mucho más frecuente de lo presumible”.

Los autores explican cómo emplearon varios cálculos matemáticos realizados en base a los defectos de la ruleta, “tendencias” para los Pelayos. Para detectarlas hay que recurrir al análisis estadístico de su comportamiento, ésa es la primera incógnita que ha de resolver el jugador. Una vez conocido el comportamiento de la ruleta, se trata de descubrir “la cantidad de veces que un número [de los 37 que tiene la ruleta] sale por encima de su expectativa”, explica García-Pelayo.

“Si en 36 tiradas sale sólo una vez, no será ni positivo ni negativo. Si sale dos veces, tendremos un positivo (+1); si tres, dos positivos (+2). Si no sale ninguna, nos encontramos con un negativo (-1)”, en base a estos cálculos, convenientemente pormenorizados en un extenso anexo en el que se incluyen numerosas ilustraciones, realizó la familia sus apuestas.


“Para maximizar las ganancias solíamos ir a los casinos 4 o 5 jugadores que apostábamos 80.000 pesetas cada 40 minutos. Nuestros números venían a salir una vez de cada 28, perdíamos un día de cada cuatro”. Únicamente en los casinos de Madrid, el montante total de las ganancias de los Pelayos se cifra en torno a los 200 millones de pesetas; en los de Andorra, a 50; en los de Lloret de Mar a 27.

Después de haberle prohibido la entrada en los establecimientos de este tipo de toda España, los casinos se han visto obligados a volverle a admitir por una disposición judicial. “Se ha demostrado que no hacía trampas y no había ningún motivo para que no me dejaran entrar”.

Blanca dijo...

Hola SAiz,hola Aqui, vine antes, pero no terminé de leer, recordé una lectura, acerca de trampas n un casino, se llenaban los números a ganar con una sustancia y la boquilla por donde pasarían las seleccionadas con otra sustancia que hacía que unas pelotitas
fueran atraídas y otras repelidas, asi se sabía cual iba a salir
en en sorteo".Ahí la trampa estaba en los trabajadores del casino,y un complice a las apuestas. Según eso, ficción.
Hasta lueguito. Portense mal, y me invitan.

saiz dijo...

Hola, Blanca. Claro: son formas de conjurar el azar, o sea, de hacer que lo fortuito o aleatorio deje de serlo. Cuando algo deja de ser incierto, ya no es aleatorio. A la postre, azar es sinónimo de incertidumbre. Si arrojamos un dado, no sabemos el número que va a salir. Pero si se estudiasen concienzudamente la posición inicial del dado, el impulso que se da al cubilete, la forma como se tira..., se podría prever el número que va a salir. En los casos que comentamos, dado que hay dinero por medio (pues se trata de sorteos, ruletas de casino, etc) alguien se ha tomado la molestia de estudiar eso y hacer trampas para anular el azar. Tal vez llegue un día en que conozcamos datos acerca de un montón de cosas que hoy consideramos fortuitas. Si eso se aplica para prevenir hechos que ahora nos resultan imponderables -terremotos, etc- puede ser un avance.

Saludos.