20.4.09

Hemorragia interna

Entra en la habitación del hospital como si temiera llegar tarde a una cita. Mira al enfermo y éste, tras la mascarilla y los tubos, reacciona con sorpresa. El visitante y el hombre encamado se estrechan las manos, fuerte, largamente, hablándose con la mirada. El silencio lo ocupa todo, así que la hija del enfermo tiene que salir. Fuera, con la vista nublada y una presión que crece en la garganta, la muchacha identifica a aquel hombre como el viejo amigo de su padre. Recuerda las charlas y risas de ambos, años atrás, cuando ella era pequeña. Ahora el visitante sale abatido al pasillo. Se acerca a la muchacha y dice: “Dejamos de hablarnos hace años. No recuerdo el motivo. Por una sandez…”. Se gira y echa a andar, haciendo gesto de despedirse con una mano y llevándose la otra a los ojos.

2 comentarios:

Carla dijo...

Me ha hecho llorar, desde hace algun tiempo he perdido la alegria de mi vida, sin embargo leerte me erconforta. Cuantas veces uno deja de hablar por estupideses, cosas sin sentido?
Besos

saiz dijo...

Gracias, Saphira. Me duele eso que dices, que has perdido la alegría. Oí que un psicoterapeuta pedía a sus pacientes que pensaran las cosas (no muchas, tal vez 2, ó 3, ó 4) que para ellos eran importantes. Y a continuación les decía: "-Muy bien, pues dedique a eso (a esas pocas cosas importantes) toda su energía, toda su fuerza, toda su vitalidad."

No sé si esto te servirá. Ojalá que sí.

[El Dr. en cuestión se llamaba Viktor Frankl, era judío austríaco y estuvo preso durante años en un campo de concentración nazi, experiencia a la que sobrevivió y -según decía- le fue muy útil para su posterior trabajo como psicoterapeuta.]