29.4.09

Favores y deberes

Aquéllos que vienen de la derrota
guardan en el fondo cierta ufanía
(M. BENEDETTI)



Si aquí hubiera un Paul Auster, alguien que dijera “envíenme historias reales, vivencias que les marcaron; y las publicaré”, yo le habría remitido ésta:

Román era conserje en mi edificio. Mejor dicho: uno de los conserjes, pues era una comunidad de varios inmuebles.

Román era amable y resuelto. No obstante, a veces al hablar arrastraba las palabras y su aliento olía a alcohol.

Cuando me veía sacar la bici de mi hija, Román se ofrecía a ajustar el sillín con su llave inglesa.

Un día que celebré el cumpleaños de mi hija en un local del edificio, Román, al enterarse, compró una muñeca y se la regaló.

Otra vez recogió un gorrión que había caído en el patio y no podía volar. Se lo pedí y él me lo dio. Advirtió: “No aguantará encerrado; es un pájaro salvaje y necesita vivir suelto”. Acertó.

Pero lo que más le agradezco es que, cuando mi hija tropezó y se abrió una brecha en la frente, Román corrió a avisar a un vecino médico para que la asistiera.

Esto sucedió casi al mismo tiempo que fue incluido, en el orden del día de la junta, el punto “Decisión sobre el conserje don Román…: propuesta de despido”.

Al día siguiente Román me abordó:

-Si al final me despiden y hay juicio, ¿querrá usted ser testigo?

Yo le expliqué que en el juicio se decidiría sólo si la causa de despido (desatención de sus deberes por embriaguez) era real o no. Que no se trataba de juzgar todos sus actos ni los favores que había hecho. Y que además esos favores (que yo tanto agradecía) no estaban dentro de sus obligaciones laborales.

Y Román:

-O sea, como los guardias de Tráfico: te multan si te saltas un semáforo, pero no tienen en cuenta los que sí has respetado.

Y añadió:

-Si al final me echan, me iré al pueblo. A lo mejor puedo cobrar el paro. La vida allí es más barata.

En la junta expusieron sus quejas varios vecinos y se informó de que también los demás conserjes habían protestado. Después de un debate y una votación (en la que defendí darle otra oportunidad), Román fue despedido.

Román impugnó el cese. Yo trabajo en un juzgado laboral, pero la demanda correspondió a otro juzgado. (De haberme correspondido, habría tenido que abstenerme.)

El día señalado para el juicio vi a Román, de lejos, en el pasillo de los juzgados. Él también me vio. Durante un segundo nuestras miradas se cruzaron. No era sólo la cara de Román: era la cara de la dignidad. A continuación se giró, simulando no haberme reconocido.

Después supe que el abogado de Román había llegado a un acuerdo con la comunidad. Se pactó una indemnización, el juez la aprobó y no hubo juicio.

No he vuelto a saber de Román. Lo deseo viviendo en el pueblo, libre del alcohol y rodeado de gorriones.

2 comentarios:

Carla dijo...

Cuantos Romanes andan por ahi en la vida, veo que nadie es malo o bueno, somos como un revuelto de colores y actos. Dicen que nuestros actos definen lo que somos, imagino que mas alla del alcohol ha de haber sido un buen tipo, hay veces la soberbia esconde en realidad miedo.
Me recuerda al personaje del encargado en "La dama en el agua" una de mis pelis favoritas.
Besos

saiz dijo...

Hola, Saphira. No he visto la película que mencionas, pero la veré si tengo ocasión. ¡ Hay tantas películas interesantes por ver !

Para mí la historia de Román viene a confirmar las palabras de Mario Benedetti, aquello de que "quienes vienen de la derrota guardan en el fondo cierta ufanía": o sea, cierto orgullo, cierta dignidad.

Benedetti seguía diciendo que ello es porque esas personas "escogen
ser derrotados antes que corruptos".

Y añade:

"Aquellos que vienen de la derrota
con ojos apenados y sedientos
saben cómo espantar los menosprecios y los anuncios y los ecos falsos.

La derrota suele ser de madera
noble como las viejas salvaciones.
Nos sentimos como un recién nacido
en la limpieza de la vida triste"

(Por cierto, ahora M. Benedetti está enfermo; ojalá que pronto se recupere).

Seguro que mucha gente desarraigada, muchas de esas personas que a veces vemos por la calle (mendigos, vagabundos, "sin techo"...), tienen una historia personal detrás, algo que explica su actual estado. Y en todo caso está claro que ellos no eligieron la corrupción ni el saqueo.

Gracias por tus visitas y comentarios.