17.2.10

Sobre todo no pienses

Levántate.

Vístete.

Desayuna.

Despídete de tu mujer.

Cierra la puerta despacio, no sea que despiertes a los niños.

Sal a la calle. Camina.

Espera el autobús.

Apéate al llegar al campo de prisioneros.

Identifícate. Firma el control de entrada.

Saluda a tus compañeros.

Incorpórate a tu puesto.

Separa a los reclusos. A un lado, los válidos para el trabajo. A otro, los viejos o enfermos. A otro lado, en fin, las mujeres y niños.

Destínalos: talleres para unos; gas para los demás.

No mires a los ojos. Supón que son objetos. Sólo di números y "al taller" o "revisión higiénica".

No oigas sus gritos. Canturrea algo mientras sollozan. No mires que se abrazan ni contemples su espanto. Piensa "es mi trabajo, tan sólo cumplo órdenes".

Comprueba que el sistema ha funcionado. Abre la puerta. Manda llevar los cadáveres al horno.

Mira el reloj. Pausa para comer.

Charla con los colegas. Cuenta chistes, comenta las noticias que vienen del frente.

Vuelve al trabajo. Ordena que recojan a los de los talleres.

Haz recuento de los útiles. A los otros ya no hay que contarlos.

No admitas preguntas. Silencia y castiga a quienes quieran saber.

Ve al pabellón de guardias. Date una ducha, quítate ese olor.

Firma el parte de salida. Espera que venga el autobús.

Baja. Camina hasta casa. Besa a tu mujer. Besa a tus hijos. Acaricia al perro. Sácalo a orinar.

Mientras, piensa en tus rutinas: el partido del domingo, ese grifo que gotea… Prohíbete pensar en ojos, en gemidos.

Vuelve a casa. Ayuda a los niños con los deberes. Busca una emisora que ponga música. Cena con tu familia.

Di "buenas noches, niños". Ponte el pijama. "Buenas noches, mi amor". Dale la mano, quizá algo más. Y ahora la pastilla para dormir. No pienses en nada. Sobre todo no pienses. Duerme. Duerme. Mañana aguarda otro día de trabajo.

2 comentarios:

BLANCA dijo...

Un día mas en la rutina del obediente. Si, los hubo así,pero también, los que se resistían a dejar el trabajo e irse a casa, porque se perdían de horas de diversión, y aquel otro al que la conciencia le empezó a molestar tanto, que seguro terminó colgado.
Tantas mentes, como seres hay.¿ De cuales seríamos si estuviesemos en el caso? Lo mas fácil es decir "yo no". Saludos Saiz, estuve fura del aire, por problemas técnicos, jeje.

saiz dijo...

Blanca, acabo de ver tu comentario. No sé el tiempo que llevará ahí. Disculpa por no haberte respondido antes.

Sí, es verdad lo que dices. Leí una vez un libro de un austríaco llamado Viktor Frankl ("El hombre en busca de sentido"). Este autor es un psiquiatra que estuvo recluido en varios campos de concentración nazis durante la II guerra mundial. Sobrevivió a ellos y escribió sus recuerdos.

Son vivencias terribles, pero Frankl deja también constancia de que algunos encargados de campos de concentración se las ingeniaban para pasar a los reclusos (obviamente a escondidas) alimentos o medicinas. Este libro rompe algunos estereotipos, como la de que todos los recluidos eran buenos. Por el contrario, Frankl cuenta que había algunos judíos a los que los nazis les habían nombrado capataces para vigilar a sus propios compatriotas, y estos capataces judíos eran muchas veces más crueles y desalmados que los propios nazis.

En fin, no quiero sacar conclusiones rígidas, porque una persona puede verse forzada por las circunstancias a actuar en un sentido que no desearía. Seguramente muchos de los que gestionaron campos de concentración y exterminio se sentían mal por actuar así, pero tal vez no tenían otra opción si no querían arriesgarse a ser, ellos, mismos severamente sancionados.

Lo peor de los monstruos como Hitler es que no solamente son monstruos, sino que a menudo "monstruizan" (convierten en monstruos) a sus subordinados, a quienes tienen a su alrededor, e incluso a un pueblo entero como entonces pasó con Alemania.