9.2.10

Verano del 72

Miedo al aburrimiento, a la mañana vacía y a las calles
abrasadas. Pero es distinto si sube en la bici de su hermano.
Hay que sentarse detrás de él, en unos barrotes que se hincan
en el culo. Entonces la mañana se hace corta. El viento le da
en la cara mientras bajan a La Yedra. Árboles y zarzas a los
lados. En otra bici va Lucas, van a la piscina (el padre de Lucas
tiene allí un bar). Después, al volver, Agustín se alza sobre los
pedales, jadea y suda. No le pedirá que se baje. Al final de la
cuesta, la fábrica de piensos. Lo ha conseguido: Baeza otra vez.


En el siguiente verano sabe montar en bicicleta. Ya no
necesita que su hermano le lleve. Pero el tedio amenaza el resto
del día. No hay nadie con quien jugar. Pedrito está con sus tíos.
Los otros van al campo con sus padres, ayudan, se entretienen.


Por fin un verano llegan unos amigos. Vivían, sin él saberlo,
en los estantes. Tienen nombres raros: Nemo, Robinson
Crusoe… Algunos (Phileas Fogg, Sawyer, Huckleberry) no
sabe pronunciarlos. Son gente de otro mundo que viene a
rescatarle.

Es verdad que después surgieron otros temores, pero aquel
verano perdió el miedo a no volar.

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