15.2.10

Los años perdidos

Mi perra desapareció hace cuatro años. La dejé atada junto a la puerta de un supermercado (al que no dejaban pasar con perros) y cuando salí ya no estaba. Probablemente me la robaron.

Fue un duro golpe para toda la familia, especialmente para mis hijos, tan acostumbrados a jugar con ella.

La buscamos por todas partes, pusimos carteles con su foto, incluso ofrecimos una recompensa a quien la devolviera o encontrara... Pero fue inútil.

Poco a poco fuimos asumiendo su pérdida. Nos resignamos a no volverla a ver.

Sin embargo, hace una semana mi perra apareció. Nos telefonearon desde una ciudad que dista más de cuatrocientos kilómetros de la nuestra. Según nos dijeron, unos policías locales la habían encontrado suelta, en la calle, y la habían llevado a la perrera municipal. Allí leyeron, con un aparato adecuado, el microchip que llevaba en una oreja (se lo habían puesto la primera vez que la llevamos a vacunar) y de ese modo dieron con nosotros.

Ya podéis imaginar nuestra sorpresa y nuestra alegría.

Al día siguiente recorrimos en coche los cuatrocientos kilómetros para recoger a la perra. Estaba casi irreconocible: demacrada, sucia, llena de mordiscos y arañazos. Había perdido varios kilos. Pero era ella. Empezó a lamernos y a mover el rabo en cuanto nos acercamos. Y, por supuesto, seguía atendiendo a su nombre (Nala).

Ahora, como digo, lleva una semana en casa. En este tiempo ha mejorado su aspecto. Está limpia y ha ganado algo de peso. Ha reanudado sus hábitos: las carreras por el parque mientras yo hago footing, el mismo cesto de dormir… Todo igual que antes de desaparecer hace cuatro años.

En este momento me está mirando. Yo la acaricio y le digo: “Cuéntame tu historia. Sí, dime, ¿qué te pasó? ¿Te robaron? ¿Te perdiste? ¿Qué caminos has andado? ¿Has tenido que cazar para comer? ¿Has sentido miedo y frío y tristeza? ¿Has conocido a otra gente? ¿Has conocido a otros perros?... Vamos, cuéntamelo todo”.

Y sé que, si pudiera -si sus labios se lo permitiesen-, me lo contaría.

Pero no puede. Ella conoce su historia (“Los años perdidos de Nala”) pero no puede narrármela. Así que me quedo con la intriga, con la decepción de no oír tan fascinante relato.

4 comentarios:

Yahaira Julissa dijo...

Cada vez que pones un relato me meto tanto en el que creo que lo estoy viviendo.

¿Es real o no?. Sea cual fuere el caso...me parece una suerte que la hubieran encontrado y que se encuentre bien ahora.

Cuando sacaba a mi perro, me arrastraba por la calle y Lima es diferente... en muchos sentidos.

Así que andaba con miedo de que se me escapara. Tengo muchos anécdotas con mi perro. Lo bueno es poder recordar.

Creo que cuando tienes un grado alto de intimidad hasta las palabras sobran, se comprende todo y a la vez nada.

Estoy segura que ellos tiene mucho que decir.

Y deben de tener un punto de vista diferente, "muy diferente".

Muy buen relato. Gracias Isidro.

M. Carme dijo...

Un relato fantástico.Los perros són muy listos, de buen seguro que tambien os hechó de menos, tanto si la raptaron, como si se perdió.Un perro perdido que ha regresado, es mucho más agradecido a su amo.

saiz dijo...

Gracias, Yahaira y M. Carme. Lo que aquí cuento no me pasó a mí, sino a una familia que conozco.

Tienes razón, M. Carme, en que los perros son muy inteligentes. Yo tuve una perra que sabía cuando mis padres se acercaban a casa porque, entre todos los ruidos de coches, identificaba el motor del nuestro.


Ah, los relatos que pongo aquí, aunque algunos estén escritos en primera persona, no son necesariamente vivencias personales.

Gracias por vuestras visitas.

Blanca dijo...

Mi perro se fué, para siempre