7.10.09

Rosa y Rosario

No es coherente ir con un libro de Rosa Luxemburgo en el bolsillo y dejar que otra persona te haga la cama. A los 18 años en la residencia universitaria uno puede admitir que le preparen la comida, le laven la ropa…, pero no que le hagan la cama. Esto último es degradante, indigno, servil. Por eso, cuando Rosario entra en mi habitación encuentra la cama hecha.

-Gracias, pero ya la hice yo.

Rosario barre el cuarto y sale sin despedirse.

Tres días después dice:

-Tengo que hablar contigo. Si todos hicieran lo que tú, me echarían. Sobraría aquí, ¿me entiendes? Y vivo de esto. Soy viuda y tengo tres hijos. Así que, por favor, no te hagas más la cama.

Comprendo que tiene razón. Dejaré que Rosario haga mi cama cada día.

Saco el libro del pantalón y, mirando la portada, intento explicárselo a Rosa Luxemburgo.

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