8.7.09

Negocio

Pisé ayer por despiste uno de esos cedés que en una acera ofrece el hombre de la manta. Se partió la carátula, pero no el disco.

Y, aunque pude decirle “¿con qué derecho ocupa usted la calle?”, le pagué los tres euros, me llevé el cedé y me ahorré el regomeyo.

Lucrativo negocio: maquillé mi conciencia y, encima, era un cedé de tangos argentinos.






2 comentarios:

Carla dijo...

Espero que los tangos sean de esos buenos que supieron hacer los grandes de este pais. Creo que mas allá de lavar la conciencia como tu dices, era lo legitimo. Lo que correspondía yo hubiera hecho lo mismo.
Besos

saiz dijo...

Saphira, me encantan los tangos. Su música y sus letras. A veces, en determinadas situaciones, me salen letras de tango para definir o caracterizar esa vivencia: "Y todo a media luz"; "Que veinte años no es nada"; etc.

A algunos relatos les he puesto títulos de tango, como "Gira" o "Adiós, muchachos, compañeros de mi vida". Éste último tango puede ser la canción más triste del mundo. Leí que la despedida a que alude no es porque quien lo canta vaya a marcharse de un lugar, sino a que sabe que en breve va a morir y se despide de sus "compañeros de mi vida" (por eso dice "me toca hoy a mí emprender la retirada, debo alejarme de la buena muchachada...").

(Ah, no te tomes demasiado en serio estos relatos. No son un diario personal, sino ficción. En realidad una vez pisé un cedé de un vendedor callejero (en España suelen venderlos los inmigrantes venidos de África) y lo pagué, pero por desgracia no era de tangos.

Besos para ti.