22.5.09

Una sombra, una ficción

Pensabas asistir a un coloquio sobre cooperación internacional cuando de pronto te encontraste oyendo una conferencia sobre el tiempo. No el de los barómetros: el de los relojes. Se ve que te confundiste de sala. Y una vez allí te dio apuro levantarte.

Era un físico, al parecer eminente, quien hablaba. Ya que habías llevado folios para tomar notas, apuntaste algunas frases. Como éstas:

“El tiempo es el modo como percibimos el aumento de entropía o desorden termodinámico subsiguiente a la expansión del universo. La dirección del tiempo en que el desorden aumenta es la misma en que el universo se expande”.

Así lo dijo, textualmente.

O sea: que según eso el tiempo es una alucinación, pura entelequia sin base objetiva. Un espejismo producido por la expansión del cosmos. Se supone entonces que, en puridad, nada ocurrió. No hubo guerras, campos de concentración ni genocidios. Tampoco sufrimiento, piedad ni decencia. A nivel cósmico todo es una engañifa. No es que la historia sea mentira, es que no hay historia. Algo así como el sueño o las ilusiones ópticas: percibimos cosas irreales. Y oye, para ser ficción podría al menos tener gracia…

No lo comprendes, pero tampoco sabes cómo funcionan muchos artefactos que usas (máquinas, ordenador…), y no por eso los cuestionas. De modo que, si siempre es nunca, no vale la pena preocuparse por nada. Visto así, es tranquilizador que el tiempo no exista. Lástima no haberte enterado antes.

2 comentarios:

aurora dijo...

Creo que San Agustín decía que, si le preguntaran si sabia lo que es el tiempo, contestaría que sí. Pero si le pidieran que lo explicase, no sabría explicarlo.

saiz dijo...

Gracias, Aurora. Me alegra verte de nuevo por aquí.

Es verdad lo que dices, y también lo había oído atribuido a San Agustín.

El caso es que yo tampoco sé lo que es el tiempo. Una vez lo busqué en el diccionario y decía algo así como "duración de las cosas"; y a continuación busqué "duración" y decía "tiempo que tarda en ocurrir algo". O sea, una tautología: tiempo remitía a duración y duración remitía a tiempo.

Lo que está claro es que el tiempo es algo a lo que no podemos escapar. Aunque nos escondamos en el sitio más oculto y recóndito del mundo, el tiempo seguirá ahí: presente en nosotros, pasando por nosotros.