13.5.09

Un hombrecillo blanco

Tuvimos que llevar a mi padre a un hospital para que le operasen. Como el hospital estaba a 200 kilómetros, hubo que dejar a mi hijo de ocho años con una cuidadora. Antes de viajar preparé a mi hijo para lo peor:

-Es una operación muy delicada. No sé si tu abuelo la superará.

Y él:

-Quieres decir que puede morirse.

-Podría ser. La muerte es una cosa natural. Hay que aceptarlo así. Podemos intentar retrasarla, pero nada más. Es como tu muñeco de nieve –dije, señalando al hombrecillo blanco que el día anterior él había hecho en el jardín-. Cuando le dé el sol, se derretirá.

Dos semanas después regresamos, con mi padre restablecido. En cuanto saludé a mi hijo, la cuidadora me abordó:

-El niño se ha portado bien, pero no pude quitarle de la cabeza la idea del frigorífico.

Entonces observé que alrededor del frigorífico había un montón de botellas, latas y envases. Mi hijo los había sacado del aparato.

Al igual que vosotros, antes de abrir el frigorífico ya imaginé lo que había dentro.

2 comentarios:

Carla dijo...

Jajajaja los niños son maravillosos, gracias a dios todos pasamos por eso. Ojala nunca lo olvidemos aunque hay algunos que parece. Como en el principito...

saiz dijo...

La ventaja que tienen los niños es que aún no tienen anulada la capacidad de sorpresa y fascinación. Para ellos todo o casi todo es nuevo; todo o casi todo está por descubrir.

Los adultos estamos ofuscados por nuestras convenciones. Pero los niños pueden mirar limpiamente, sin que ni hábitos ni rutinas les impidan ver con claridad.

Por desgracia, esto dura poco y ( como dice una canción de Serrat, la de los "locos bajitos"), los niños "cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir".