17.5.09

Los años perdidos

Mi perra desapareció hace cuatro años. La dejé atada junto a la puerta de un supermercado (al que no dejaban pasar con perros) y cuando salí ya no estaba. Probablemente me la robaron.

Fue un golpe duro para toda la familia, especialmente para mis hijos, tan acostumbrados a jugar con ella.

La buscamos por todas partes, pusimos carteles con su fotografía, incluso ofrecimos una recompensa a quien la devolviera o encontrara... Pero fue inútil.

Poco a poco fuimos asumiendo su pérdida. Nos resignamos a no volver a verla más.

Sin embargo, hace una semana mi perra apareció. Nos telefonearon desde una ciudad que dista más de cuatrocientos kilómetros de la nuestra. Según nos dijeron, unos policías locales la habían encontrado suelta, en la calle, y la habían llevado a la perrera municipal. Allí leyeron, con un aparato adecuado, el micochip que llevaba en una oreja (se lo habían puesto la primera vez que la llevamos a vacunar) y por ese medio dieron con nosotros.

Ya podéis imaginar nuestra sorpresa y nuestra alegría.

Al día siguiente recorrimos en coche los cuatrocientos kilómetros para recoger a la perra. Estaba casi irreconocible: demacrada, sucia y llena de mordiscos y arañazos. Había perdido varios kilos. Pero indudablemente era ella. Empezó a lamernos y a mover el rabo tan pronto nos acercamos. Y, por supuesto, seguía atendiendo a su nombre (Nala).

Ahora, como digo, lleva una semana en casa. En este tiempo ha mejorado su aspecto. Está limpia y ha ganado algo de peso. Ha reanudado sus hábitos: las carreras por el parque mientras yo hago footing, el mismo cesto de dormir… Todo igual que antes de desaparecer hace cuatro años.

En este momento me está mirando. Yo la acaricio y le digo: “Cuéntame tu historia. Sí, dime, ¿qué te pasó? ¿Te robaron? ¿Te perdiste? ¿Cuántos caminos has andado? ¿Has tenido que cazar para comer? ¿Has sentido miedo y frío y tristeza? ¿Has conocido a otra gente? ¿Has conocido a otros perros?... Vamos, cuéntamelo todo”.

Y sé que, si pudiera -si sus labios se lo permitiesen-, me lo contaría.

Pero no puede. Ella conoce su historia (“Los años perdidos de Nala”) pero no puede narrármela. Así que me quedo con la intriga, con la decepción de no poder oír tan fascinante relato.

2 comentarios:

Carla dijo...

Hola amigo! Tiendo a creer contra cualquier cuestionamiento de la ciencia que los perros no hablan simplemente porq no tienen ganas, o porq se enojaron con la humanidad y tienen ese tabu...
jajaja
Al mio no le hace falta decirme nada yo lo miro y comprendo absolutamente todo
Besos

saiz dijo...

Saphira, los perros llevan tanto tiempo conviviendo con nosotros que sus cerebros se han humanizado mucho. Dicen que hay animales más inteligentes que ellos (chimpancés, delfines). Es posible, pero su mente es bien distinta de la nuestra ya que no han convivido con nosotros. Pero los perros sí. La aventura humana es también la aventura canina, pues el perro es la única especie que ha evolucionado a la vez que nosotros, a nuestro mismo ritmo y compás. Tal como nosotros evolucionamos desde el simio, el perro lo ha hecho desde el lobo. Y siempre en contacto con los humanos. En cuanto a por qué no hablan, probablemente su configuración física (disposición de su garganta y de su aparato fonador) no les han permitido desarrollar esta cualidad. Pero quienes hemos tenido un perro sabemos que entienden gran parte de nuestro lenguaje (no sólo oral sino también tonal y corporal) y sobre todo de nuestros sentimientos. Besos también para ti.