7.6.10

La bolsa o la vida

Fui al cajero automático a sacar 100 euros. La máquina me dio cinco billetes de 20. Acababa de guardarlos en la cartera cuando un hombre joven, con acento extranjero, me dijo: “Se le ha caído un billete al suelo”. Extrañado, miré hacia abajo, lo que el chico aprovechó para arrancarme la cartera de la mano y salir corriendo. Intenté perseguirle inútilmente. Corría más que yo y se perdió por una esquina.

Como en la cartera llevaba mi documentación y las tarjetas de crédito, me dirigí a la Policía a denunciar el robo. De camino a la comisaría telefoneé a mi empresa para avisar de que llegaría tarde. Normalmente a esa hora (siete y media de la mañana) tendría que estar en la estación de Santa Eugenia para coger el tren a Madrid-Atocha.

En la comisaría tuve que hacer cola. Había varias personas delante de mí. Sin embargo, cuando ya iban a atenderme noté una repentina tensión en los agentes. Varios policías salieron a toda prisa. Uno de ellos dijo que volviéramos al día siguiente, que ese día no tramitarían denuncias, DNIs ni pasaportes.

Me dirigí a la estación para tomar el cercanías pero el acceso estaba cortado. Sirenas de policía, trasiego de ambulancias… Era el 11 de marzo de 2004.

De no haber sido por el robo que sufrí aquella mañana, habría estado allí, en la estación de Santa Eugenia, en el momento de la explosión.

Nunca sabré si habría resultado muerto o herido, pero es probable que sí.

Finalmente no denuncié el robo y me limité a anular las tarjetas. Una semana más tarde la policía encontró mi cartera arrojada en un jardín. Sólo faltaba el dinero.

Aquel 11 de marzo perdí 100 euros y gané una vida.


[Alguien llamó a la radio para contar esto. Yo lo oí en una noche de insomnio. Como tantas veces, me pregunté para qué necesitamos la ficción si ya tenemos la realidad.]

10 comentarios:

Blanca dijo...

Hola estimado Saiz, si la realidad nos ha hace de ficción muchas veces, y te digo, en muchas, no nos enteramos así tan clarito, cada vuelta a la esquina, no, a derecha no, a izquierda, nos lleva a el nuevo destino.O lo forja, creo, creamos el desenlace encada segundo, ¿ por que estóy aqui sentada? si me hubiese levantado hace 5 minutos, estaría en otra historia.
Escribimos diario nuestras vidas, que son fantásticas, aunque no lo sepamos. Gusto en leerte amigo Saiz, me intereso por tu salud, espero que todo bien. Un abrazo y también a Aqui, cuando venga.

Noite de luNa dijo...

Ya he llegado
Supongo que os encontraís bien...

Saiz a las 9,15 de ese día, estaba en la calle Téllez.
Dos amigas mías y hermanas entre sí, estaban en el de Santa Eugenia.
Las dos se fueron...

saiz dijo...

Sí, Blanca. La vida es una permanente sucesión de azares. Cualquier hecho trivial e insignificante puede condicionar toda nuestra vida. Como decía una canción, "la vida es una tómbola". Alguien, en plan humorístico, sostenía que, más que una tómbola, la vida es una ruleta; concretamente una ruleta rusa. Bueno, no creo que sea exactamente esto último, pero sí una lotería, una continua serie de suertes y casualidades.

Aquí, nos pudo tocar a todos. Yo estuve en la estación de Atocha tres días antes para coger el tren por la muerte de un familiar. Si éste hubiera fallecido unos días después, habría estado allí, en Atocha, aquel 11 de marzo.

PD: Aquí, gracias a ti me he dado cuenta del error y lo he corregido. Había puesto "Santa Engracia" y el verdadero nombre de la estación objeto del atentado es "Santa Eugenia". Gracias.

Blanca dijo...

Lo siento, Aquí, pero también, cuantos y cuantos compatriotas tuyos cuentan una historia como esta . Yo estuve, no estuve, ellos si estuvieron, gracias a Dios, no estuvieron...

Lo siento, por el sufrimiento
Perdón, por aquellos que nunca les han pedido perdón a ustedes.
Los amo,como hermanos que somos.
Gracias, por ser y estar, amorosos seres.
Buena noche.

Noite de luNa dijo...

Blanca:
he aceptado la muerte como parte de vivir.
Así de sencillo. No sé explicarlo de otra forma.
En los últimos años, he perdido a demasiada gente de los que oficialmente les quedaba toda una vida por delante.

Siempre me quedo con las cosas pequeñitas. Esas me marcan más que la propia muerte.

Os cuento algo.

Hace años, conocí a una señora que su marido había muerto en un atentado de los tantos que hemos tenido en Madrid. Habían pasado más de cinco años de aquello cuando la conocí. La señora había superado y aceptado la muerte del marido. Sin embargo no había superado algo mucho más sencillo de aceptar a la vista de todos. Esa mañana, antes de salir el marido a trabajar, habían discutido por una tontería y él marchó de casa sin decir adiós y dando un portazo muy enfadado.
Ella se sentía culpable incluso de su muerte. No era así, pero para ella sí.

Me di cuenta que las pequeñas cosas hace mucho más daño de lo que parecen y entonces me dije que de casa hay que salir diciendo adios, alegres y sin problemas por resolver por pequeños que sean.

Besos a los dos y buenos días

saiz dijo...

Sí, Blanca, en España hemos sufrido dos clases de terrorismo: El de una organización que pretende la independencia de una zona de España y que, en lugar de defender esta idea pacífica y democráticamente (cosa que pueden perfectamente hacer), han optado por la vía del asesinato y el secuestro, habiendo causado la muerte de casi 1.000 personas. Y el del integrismo islámico, que produjo los atentados del 11-marzo-2004, con casi 200 muertos. Está muy bien que pidas perdón en su nombre. Ellos no lo han hecho. Tal vez algún día lo hagan, aunque no por eso los muertos resucitarán.

Aquí, lo que cuentas es estremecedor. Daría pie a un relato de ficción, como tantos hechos que cuentas (no sé de dónde sacas tantas vivencias, tantas historias reales).

Gracias y un abrazo para las dos.

Noite de luNa dijo...

No dudes, no dudeis que son ciertos lo que os cuento.

La vida, la de todos, está compuesta de esas pequeñas cosas que quedan rezagadas en la memoria y surgen en un momento dado.

Me di cuenta cuando abrí el primer blog - hoy cerrado y guardado- con cariño.

Puedo deciros que en mi vida hay grandes y dolorosas tragedias. También hay grandes y maravillosas historias.
Entre las unas y las otras, intento encontrar el equilibrio que me permita caminar con seguridad dentro de la vida.

un beso a los dos

Blanca dijo...

Los quiero.
Aqu´, Saiz, me han recordado mi vida, con historias tan terriblemente dolorosas desde mi visión de niña. Historias que por salud he diluído, pero que si, son materia de muchos posibles escritos, y tal vez, me anime a escribirlos, aunque ocupo prepararme para ello, no quiero volverlos a sentir.
Jajaja, veo la posibilidad, doy marcha atrás, por lo que representan, Quizá. Hasta luego

saiz dijo...

Bueno, Blanca, precisamente una de las pocas utilidades (si no la única) de la experiencia dolorosa es que de ella se nutre, muchas veces, la creación. A mí me llama la atención que las obras artísticas más valoradas beben de las fuentes del dolor. Si lo piensas, pasa con casi todas las novelas, poesía, cine... Por ejemplo: la injusticia social es deplorable, pero por ella surgieron las novelas de Dickens. La arbitrariedad y el absurdo son un mal, pero sin ellos Kafka no se habría inspirado para sus obras... Así que, si el dolor puede reportar esta ínfima utilidad, quizá no sea mala idea aprovecharlo... Pero, en fin, esto lógicamente es elección de cada uno. Un abrazo.

Blanca dijo...

Gracias amigo Saiz,ya empecé, puse hace dos días, creo la primera.
ya...luego vendrán otras.