17.11.11

Ponte en mi lugar

Salgo de la oficina con el maletín en la mano y de pronto, ¿qué pasa?, de pronto soy el inmigrante de la esquina que ofrece La Farola (el periódico de los sin techo). Mientras sostengo en mis manos los periódicos veo al inmigrante cruzar la calle, vestido con mi chaqueta y llevando mi maletín. Lo veo convertido en mí.

Apenas doy crédito a mis ojos: ahora él es yo y yo soy él.

El inmigrante (transformado en ejecutivo) pasa de largo, no me compra el periódico, ni siquiera se para a mirarme.

El que en este momento cruza la calle es el alcalde. Sólo que ahora es quien recoge los cubos de basura. Los pone boca abajo y vierte su contenido en un camión. Se me hace extraño verle sucio y con un mono de trabajo.

Pero aún más raro se me hace ver al basurero, con chaqueta y corbata, en el asiento de atrás del coche oficial de la Alcaldía.

Y esa chica con la que diariamente me cruzo mientras hace footing, ¿por qué va hoy en silla de ruedas? ¿Acaso se ha invalidado? ¿Habrá sufrido un accidente?

¿O será otro intercambio, otra permuta de destinos? Sí, debe ser eso, porque en este momento pasa junto a mí, corriendo como una gacela, la mujer parapléjica que vive en este barrio.

Han pasado varias horas. Sigo en la misma esquina, ofreciendo La Farola. Tengo hambre, estoy cansado y me duelen los pies. En todo este tiempo sólo he vendido dos ejemplares. Con lo que me han dado por ellos (la limosna, a fin de cuentas, del mendigo que soy) tengo que comprar la comida, la cena, el desayuno de mañana...

De mañana: porque es posible que mañana yo siga siendo el inmigrante en paro, el excluido social que vende La Farola. Porque es posible que nunca vuelva a ser el que era: el ejecutivo que ayer mismo salía de la oficina con un maletín en la mano. Porque es posible, en fin, que estos trueques no tengan marcha atrás.

3 comentarios:

Blanca dijo...

Tu sabes que tus escritos me encantan, pero este me lo llevo,a ver si alguien entiende.
Un abrazo, mil felicidades todos los días. Te aprecio.

Noite de luNa dijo...

No vendría mal de vez en cuando que hicíeramos esos cambios y nos viéramos en la piel de los demás.

Además en esa situación nos podemos ver cualquiera en cualquier momento.

A mí, desde luego, no me gusta olvidarlo.

Besos a los dos

saiz dijo...

Gracias, lectoras incondicionales, por vuestras visitas. Besos para vosotras.