28.9.10

Vuela

Yo, que he integrado tus circuitos, que inserté en ti una red para que crees tus interconexiones, tu combinatoria, tu propia estructura, tu propia inferencia, tu propia evolución…

Yo, que te he ensamblado -pequeña criatura mineral y plástica- como quien concibe un hijo…

Yo, que no he hecho de ti un engendro mecánico, que no te he hecho un autómata sino un nudo de nexos agregables y cambiantes...

Tal como si procedieras de la carne, de los genes y no de la robótica…, yo no puedo saber cómo vas a ser.

2 comentarios:

Blanca dijo...

jajajaja, se te perdió el instructivo,jaja, por eso no sabes,jajaja.
Ups, perdón.

saiz dijo...

Hola, Blanca. En España decimos "manual de instrucciones", nosotros siempre alargamos las palabras. Y sí, sería estupendo que todo -incluso los hijos- vinieran con ese "instructivo": o sea, que al venir al mundo trajeran un manual de instrucciones para tratarlos, educarlos, hacerles felices... Pero no, no vienen con manual de instrucciones. Y al final son ellos su propio manual. En el relato jugaba con la idea de un ingenio o máquina capaz de gobernarse a sí mismo. No como los ordenadores actuales (que, aunque tienen memoria, analítica, cálculo matemático, etc, carecen de capacidad para autoprogramarse). O sea, pensaba en ingenios con autodeterminación, con voluntad propia. Entonces nos pasaría como cuando traemos un hijo al mundo: que hacemos a ese hijo sin saber cómo va a ser aquél a quien hacemos. Con una máquina o robot sería sin duda más inquietante. ¿Lo veremos?

Un beso.