Se decía que son frases huecas y circulares, aforismos vacíos del derecho romano: Vivir honestamente. No dañar a otro. Dar a cada uno lo suyo. Porque, carajo, vaya forma de definir la justicia: eso obliga a precisar qué es honestidad, dónde acaban los derechos y dónde empieza el daño, qué es lo propio y qué es lo ajeno. Con lo cual estamos como al principio. Creo que las pronunció un tal Ulpiano, hace dieciocho siglos, y se quedó tan pancho.
Pero ahora es distinto porque tenemos redes lógicas que interactúan; nudos de análisis casuístico; motores de inferencia que seleccionan opciones… Y si pueden calcular trigonometría o jugar infaliblemente al ajedrez, ¿por qué no van a producir justicia?
Se opera con los campos “vivir honestamente” - “no dañar a nadie” - “dar a cada cual lo suyo”, y el sistema genera decisiones.
Así que fíjense de lo que nos hemos librado: opiniones, debates, tergiversación dialéctica, egoísmos revestidos de pátina respetable… Por fin la justicia es maquinal y neutra: como el diseño técnico o como el ajedrez.
28.9.09
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