12.2.09

Tú, que tanto criticaste

Ahora que estás en el pliegue de quienes tanto criticabas, actúas del mismo modo que un día censuraste.

Comprendes, por fin, que no era fácil obrar de otra manera. Y tienes suerte de que no haya nadie dispuesto a juzgarte con tu propia saña. Con tu propia dureza. Con tu severidad.

Ahora que estás en el enclave de quienes tanto criticabas, tienes suerte de que nadie te mida con tu propio rasero. Tienes suerte de que nadie te aplique tu código.

2 comentarios:

Julissa dijo...

Esto tiene que ser aplicado y recordado cada vez que hablamos, no sòlo para las criticas, para todo. Creemos que nunca nos va a tocar, que nuestras acciones no tienen consecuencias.

saiz dijo...

Así es. Y, sobre todo, criticamos conductas ajenas sin ponernos en la piel de quienes las realizan.

(Ponerse "en la piel" de alguien es muy difícil, casi imposible, porque supone no sólo imaginarse a uno mismo en su lugar, sino asumir el pasado, los motivos, el lastre vital y circunstancial de esa otra persona...).

A mí me ha ocurrido, y supongo que no seré el único, haber criticado (con dureza) un comportamiento ajeno, y luego, cuando me he visto en las mismas circunstancias de esa persona, incurrir yo en la misma conducta. Y entonces he pensado: "Menos mal que los demás no son árbitros tan severos; menos mal que son más comprensivos que yo".