22.1.10

Detrás de estas paredes

Mira, hijo mío, el mundo que hemos preparado para ti. Es demasiado asimétrico: unos tienen de todo y otros no tienen de nada. Es demasiado inestable: se suceden las guerras de unos hombres contra otros. Es demasiado inseguro: las armas destructoras nos están apuntando. Y hay armas suficientes para acabar con todo (sí, hijo, contigo también).

Tu cuarto es agradable: la cuna, los juguetes, el columpio, la caja de música que te ayuda a dormir, las cortinas que cosió mamá… Y también nuestro hogar es acogedor.

Pero más allá de estas paredes no hemos podido darte algo parecido.

Mira, hijo mío, el mundo que entre todos hemos preparado para ti. Tan sucio, tan adverso...

Ojalá que, cuando tú tengas un hijo, no tengas que decirle esto (aunque por vergüenza no te lo digo: solamente lo pienso). Ojalá tú sí puedas decirle, en voz alta, a tu hijo “Te ofrezco un mundo cálido, agradable también de puertas para fuera”.

3 comentarios:

BLANCA dijo...

Hola Saiz, ¿no crées que inmemorialmente, los padres siempre hemos pensado que ese ha sido el legado a los hijos, un mundo de porquería, tremendo, nefasto, prácticamente donde es imposible vivir? y eso desde hace cuantos siglos...¿no será siempre la misma idea, el mismo temor? sin embargo, hemos llegado a disfrutar de este mundo, y lo hemos disfrutado como locos, quien mas , quien menos, pero hay momentos de increíble felicidad que a todos los que se despiden ha de hacer decir: VALE LA PENA VIVIR...
Entonces, ¿en que quedamos?
Te saludo.
Te aseguro que al iniciar este comentario, no tenía pensado escribirte ésto,estaba aqui,escondido entre el teclado.
Una sonrisa para ti.

saiz dijo...

Desde luego, Blanca, si nos paráramos a pensarlo fríamente, es probable que decidiéramos no traer hijos a este mundo. Al menos hasta que no lo arregláramos y adecentáramos. Aunque, tal como está, es tan difícil que antes de limpiarlo y prepararlo para traer nuevos inquilinos, se habría extinguido la humanidad por falta de nacimientos.

En cuanto a que hay instantes de felicidad que hacen que -pese a todo- la vida valga la pena, estoy de acuerdo. Al final no cuenta tanto si lloramos más que reímos (o al contrario), sino la evidencia de que para reír -mucho o poco- es necesario estar vivo.

Pero de todas formas deberíamos proponernos adecentar el mundo, limpiarlo al menos de sus aspectos más sórdidos, para que traer hijos aquí no conlleve un cargo de conciencia. Ojalá que nuestros hijos puedan tener descendientes sin experimentar esa sensación de "¡ a menudo sitio voy a traerlos !"...

(Por favor: Escribe siempre aquí lo que tu teclado guarde escondido.)

Blanca dijo...

Eres lindo....
gracias.