24.10.07

O bien

A un niño se le caerá el helado de chocolate. Sobre la acera quedará una mancha marrón.

Poco después cruzarás tú. No repararás en la mancha y la pisarás. El helado aún estará líquido. Resbalarás. Caída aparatosa, posible fractura. Te llevarán a un hospital. Allí reencontrarás a Ana, una amiga de tu infancia. Ahora es traumatóloga. ¡Qué casualidad! Os pasaréis los teléfonos y, tras tu restablecimiento, quedaréis para cenar. Después más llamadas, más citas. Un año más tarde, te casarás con ella. Tendréis tres hijos y envejeceréis juntos.

O bien:

Al niño no se le caerá el helado. Cruzarás tranquilamente la calle. Llegarás a la oficina (porque te diriges a la oficina). Trabajarás como cualquier día. Nunca sabrás que Ana (aquella amiga de tu niñez) es traumatóloga, nunca volverás a verla. Obviamente no convivirás con ella. Tampoco te casarás, ni tendrás hijos.

Obviedad:

El futuro de mucha gente depende de un niño anónimo y de su helado de chocolate. También se puede escribir con mayúscula y llamar Destino.

(Confidencia del autor: En la versión inicial el objeto resbaladizo que motivaba la caída no era un helado, sino una caca de perro. Poco importa.)

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