3.2.11

Un lugar en el mundo

Bienvenido a esta ciudad. Suponemos que, si ha elegido instalarse aquí, conocerá nuestra principal regla. No obstante y para evitar equívocos, queremos recordarle que quienes fundamos esta ciudad éramos (posiblemente) débiles, feos, bajos o torpes. Sin embargo, la razón por la que padecimos no fue ser débil, feo, bajo o torpe. La razón por la que padecimos fue que se nos comparó con otros (hermanos, parientes, vecinos…) más fuertes, más esbeltos, más altos, más listos. Muchos de nosotros sufrimos desde niños la comparación, a menudo persistente, con otras personas. Puede que fuera un proceder irreflexivo, incluso bienintencionado, pero a nosotros nos dolió. Por eso fundamos esta ciudad, la llamamos Sin Comparación y promulgamos su norma suprema: “Nadie puede ser comparado con nadie”. Si algún residente infringe esta regla, será obligado a irse de aquí. Por lo demás, la nuestra es una ciudad acogedora y –creemos- grata para vivir. Esperamos que, si decide quedarse con nosotros, su estancia le resulte feliz y, por encima de todo, incomparable.

3 comentarios:

Blanca dijo...

Hola Saiz, buen día.
Que difícil ha de ser vivir en ese pueblo, aunque me encantaría no caer en comparaciones, no es sencillo oy moderarse a no hacerlas. Bien, me gusta. Un abrazo

saiz dijo...

Hola, Blanca. Yo una vez leí que un psicólogo consideraba la comparación como una enfermedad. No una comparación aislada, claro,0sino el espíritu comparativo: la forma de ver habitualmente las cosas (y las personas) por comparación con otras, y no por sí mismas. A esto lo llamaba "comparopatía".

Blanca dijo...

Mmm, entiendo.
Fijaciones, supongo, como tantas otras.Buena noche.