14.2.11

Aire

Iba en un viejo tren sin refrigeración. Era verano y las ventanillas estaban abiertas. Cansado del asiento, se puso de pie y, asomado a la ventanilla, dejó que el aire le diera en la cara. Sintió que aquel aire le refrescaba por fuera y por dentro. Sintió que el frescor disipaba todo lo que en su vida le había entristecido, todo lo que alguna vez le hizo sufrir. Se había hecho de noche. Bajo el claro de luna veía pasar los olivos, los senderos, la tierra, las luces de los pueblos dispersos a lo lejos… Y de pronto se dio cuenta de que nunca en su vida, nunca como en ese instante, se había sentido tan bien.

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