14.1.09

Di buenas noches

Levántate.

Vístete.

Desayuna.

Despídete de tu mujer.

Cierra la puerta despacio, no despiertes a los niños.

Sal a la calle. Camina.

Saluda a tus compañeros. Espera el autobús.

Apéate al llegar al campo de prisioneros.

Identifícate. Firma el control de entrada.

Incorpórate a tu puesto.

Separa a los reclusos. A un lado, los válidos para el trabajo. A otro, los inútiles (viejos, enfermos). Finalmente las mujeres y los niños.

Destínalos: talleres para unos; gas para otros.

No mires a los ojos. Has de creer que son objetos. Sólo di números y al taller o revisión higiénica.

No oigas sus gritos. Canturrea mientras sollozan. No mires que se abrazan. No compartas su espanto. Piensa es mi trabajo, sólo cumplo órdenes.

Comprueba que el dispositivo ha funcionado. Abre la puerta. Manda llevar los cadáveres al horno.

Mira el reloj. Pausa para comida.

Charla con los colegas. Comenta chismes, rumores de guerra.

Vuelve al trabajo. Ordena que recojan a los de los talleres. Haz recuento.

No admitas preguntas. Silencia, sanciona a quienes quieran saber.

Ve al pabellón de guardias. Date una ducha, quítate ese olor.

Firma el parte de salida. Espera el autobús.

Baja. Camina hasta casa. Besa a tu mujer. Besa a tus hijos. Acaricia al perro. Sácalo a orinar.

Piensa en frivolidades: el partido del domingo, el lavabo que gotea… Prohíbete pensar en ojos o en gemidos.

Vuelve a casa. Ayuda a los niños con los deberes. Busca una emisora que ponga música. Cena con la familia.

Di buenas noches, niños. Ponte el pijama. Buenas noches, mi amor. Dale la mano, quizá algo más. Y ahora la pastilla de dormir. No pienses en nada. Sobre todo no pienses. Duerme. Duerme. Mañana espera otro día de trabajo.

3 comentarios:

Julissa dijo...

Me dio tristeza el leer este relato y pensar que no está muy lejos de la realidad.

Es lo que llamo falsa moral. Como pueden seguir con su vida normal mientras hacen todas esas barbaridades.

Me hiciste acordar a un personaje de una película del "Holocausto Nazi", alguien de la SS; no recuerdo su nombre ahora. Llevaba su vida igual al de tu relato bueno como muchos en ese tiempo.

Gracias Sáiz.

saiz dijo...

Era justo lo que quería transmitir: ¿Cómo es posible llevar una vida normal, besar a tu mujer y a tus hijos, acariciar a tu perro, reír con los colegas... mientras uno se dedica "profesionalmente", como guardia de un campo de concentración, a exterminar seres humanos?

Ojalá fuera imposible, ojalá fuera ficción, pero no. Fue así, fue real, ocurrió... y eso es lo estremecedor.

Leo estos días "Al pie del patíbulo", que es un libro de Julius Fucik, periodista checo que en 1942 fue apresado por los nazis ya que era miembro activo de la resistencia. Estuvo encarcelado y finalmente fue decapitado en Berlín.

Durante su permanencia en prisión escribió un reportaje sobre la vida en las cárceles nazis, y ello gracias a los papeles que furtivamente le fue entregando un guardia de la prisión (otra persona obligada por las circunstancias a realizar este trabajo, aunque ya se ve que también entre ellos hay diferentes clases de personas), el cual también sigilosamente los fue sacando y escondiendo, haciéndolos después llegar a la mujer de Fucik, quien los ordenó y editó después de la II guerra mundial.

En un lugar del libro, Fucik dice “Éste es mi testamento para ustedes, padre, madre y hermanas; para ti, mi Gusta, y para ustedes, camaradas, para todos aquellos que he querido. Si creen que las lágrimas borrarán el triste torbellino de la pena, lloren un momento. Pero no se lamenten. He vivido por la alegría y por la alegría muero, y sería un agravio poner sobre mi tumba el ángel de la tristeza”.

La lectura de este libro me ha inspirado el relato. Cuando lo termine espero colgar alguna entrada sobre él en otro blog ("Ráfagas") donde voy poniendo reflexiones e ideas ajenas a la ficción.

Gracias, como siempre, Yahaira, por tus visitas y comentarios.

Julissa dijo...

Esperaré para leerlo en "Ráfagas".

Y gracias a ti Sáiz por compartir.