He sabido (no importa cómo) que mis padres me concibieron a las 23 horas 48 minutos 31 segundos.
Si la concepción hubiera sido un segundo antes (a las 23:48:30), la persona concebida habría sido yo, pero tendría los ojos verdes en vez de marrones.
Si la concepción hubiera sido un segundo después (a las 23:48:32), la persona concebida también habría sido yo, pero mediría un centímetro menos y tendría el pelo castaño en vez de rubio.
Si la concepción hubiera sido más de un segundo antes (a las 23:48:29) o más de un segundo después (a las 23:48:33), entonces no me habrían concebido… a mí. Los cromosomas se habrían combinado de tal modo que los genes serían muy distintos: no sólo un centímetro de más o de menos, no sólo el color del cabello o del iris…, sino una diferencia más profunda.
Y el concebido sería otro. Tendría otra yoidad, otra subjetividad, otra autopercepción.
Tal vez le habrían puesto mi nombre, pero sería otra persona.
Y entonces yo no existiría. Nunca habría nacido.
Como tantos: tantos otros que no nacen nunca.
24.1.09
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