Se suicidó en el búnker de Berlín en abril de 1945. Tras lo cual un soldado (siguiendo las instrucciones que el propio H. le había dado antes de quitarse la vida) quemó su cadáver.
Al arder, algunos átomos de H. se hicieron humo y pasaron al aire.
Se mezclaron con el aire de la Tierra. Con nuestro aire.
Y ahí siguen: fundidos, ocultos, respirables.
Como antes de H., como después de H.
Los átomos del Horror siempre han estado, siempre estarán ahí.
(¿Evitaremos que otra vez se junten?)
20.1.09
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