30.1.09

De estreno

Cuando mamá enfermó, mis hermanos y yo tuvimos que turnarnos para cuidarla.

Uno de los días que la acompañé tuve que abrir su armario para coger un pijama. Sin saber por qué, me detuve un momento a mirar su ropa. Toda me era familiar, salvo un bonito vestido de color violeta. No sólo nunca se lo había visto puesto, sino que no me imaginaba a mi madre vestida con él.

Se lo comenté, y entonces mi madre me contó un pequeño secreto. Su secreto.

Aquel vestido lo había comprado hacía quince años, con idea de lucirlo en la boda de unos parientes. Aquel año mi familia pasaba una mala situación económica, por culpa de la sequía y las malas cosechas. Hubo que suprimir gastos. A mis hermanos y a mí nos borraron del comedor del colegio y, en su lugar, llevábamos el almuerzo en una fiambrera. Mi madre se privó de todo. No gastaba en peluquería ni en ropa o calzado para ella. Compró gallinas y conejos y habilitó un corral para así disponer de carne y huevos.

Pero, a pesar de todo, un día que mi madre fue a la ciudad y vio en una tienda aquel vestido, quedó prendada de él. Dado que iba a ser la boda de su prima, decidió comprarlo. Fue uno de los pocos caprichos que se permitió en toda su vida.

Sin embargo, unos días después le remordió la conciencia por el gasto que había hecho. Así que decidió autocastigarse: no se pondría el vestido. De hecho nunca llegó a estrenarlo. Lo guardaba en el ropero como recordatorio de su desliz y para que le sirviera de lección.

Cuando semanas más tarde mi madre murió, sugerí a mis hermanos que la veláramos con aquel vestido. A ellos les pareció bien, así que se lo pusimos. Un poco tarde, pero lo estrenó.

Después, en el crematorio, mientras su cuerpo y el vestido ardían me pregunté si con ellos se quemaba también el sacrificio de mi madre. Si era indiferente que mi madre hubiera renunciado a tanto por nosotros. Si, a la postre, habría dado lo mismo que no se hubiera privado de nada. Y dentro de mí una voz respondía “no puede ser no puede ser…”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado, gracias.

saiz dijo...

Gracias a ti, Aurora, por tu lectura y comentario. Este relato podría decirse que está basado en una historia real. Lo oí contar, en una noche de insomnio, a una señora en uno de esos programas de radio que hay de madrugada (creo que era "Hablar por hablar"). Bueno, uno de esos programas en que la gente llama y cuenta sus vivencias. La historia era básicamente ésa. Se me quedó grabada y, puesto que me impactó tanto, al día siguiente (no podía dejar de hacerlo) la escribí.

Julissa dijo...

Es una preciosa historia, me hizó pensar en los muchos sacrificios que ha hecho mi madre, en las oportunidades que ha dejado pasar por cuidarme. Gracias por relatarlo.

saiz dijo...

Así es, Yahaira. Están los sacrificios que conocemos y están además los que no conocemos: las veces en que nuestros padres renunciaron a cosas por nosotros pero ni siquiera nos enteramos, porque su renuncia o su sacrificio los guardaron para sí y no lo dijeron.