Mi perra desapareció hace cuatro años. La dejé atada junto a la puerta de un supermercado (ya se sabe que no dejan pasar con perros) y cuando salí no estaba. Probablemente me la robaron.
Fue un duro golpe para toda la familia, especialmente para mis hijos, tan acostumbrados a jugar con ella.
La buscamos por todas partes, pusimos carteles con su foto, incluso ofrecimos una recompensa a quien la devolviera o encontrara... Pero fue inútil.
Poco a poco fuimos asumiendo su pérdida. Nos resignamos a no volver a verla más.
Sin embargo, hace una semana mi perra apareció. Nos telefonearon desde una ciudad que dista cuatrocientos kilómetros de la nuestra. Según nos dijeron, unos policías locales la habían encontrado suelta, en la calle, y la habían llevado a la perrera municipal. Allí leyeron, con un aparato, el micochip que llevaba en una oreja (se lo habían puesto la primera vez que la llevamos a vacunar) y de esa forma dieron con nosotros.
Ya podéis imaginar nuestra alegría.
Al día siguiente recorrimos en coche los cuatrocientos kilómetros para recoger a la perra. Estaba casi irreconocible: demacrada, sucia y llena de mordiscos y arañazos. Había perdido varios kilos. Pero indudablemente era ella. Empezó a lamernos y a mover el rabo en cuanto nos acercamos. Y, por supuesto, seguía atendiendo a su nombre (Nala).
Ahora, como digo, lleva una semana en casa. En este tiempo ha mejorado de aspecto. Está limpia y ha ganado algo de peso. Ha reanudado sus hábitos: las carreras por el parque mientras hago footing, el mismo cesto de dormir… Todo igual que antes de desaparecer hace cuatro años.
En este momento me está mirando. Yo la acaricio y le digo: “Cuéntame tu historia. Sí, dime, ¿qué te pasó? ¿Te robaron? ¿Te perdiste? ¿Qué caminos has andado? ¿Has tenido que cazar para comer? ¿Has sentido miedo, frío, tristeza? ¿Has conocido a otra gente? ¿Has conocido a otros perros?... Vamos, cuéntamelo todo”.
Y sé que, si pudiera -si sus labios se lo permitiesen-, me lo contaría.
Pero no puede. Ella conoce su historia (“Los años perdidos de Nala”) pero no puede narrármela. Así que me quedo con la intriga, con la decepción de no poder oír tan fascinante relato.
31.3.11
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3 comentarios:
Saiz, escribir sobre esos años perdidos de Nala, sería precioso.
Anímate. Puedes hacerlo y muy bien
Ya ves, he tardado, pero me estoy empapando de todo.
Gracias, Aquí. ¿Te imaginas un relato en el que sólo apareciesen animales, pero no en plan fábula (con animales humanizados), sino con animales-animales: con su instinto animal, su inteligencia animal, su miedo animal, su esperanza animal...? No, no creo estar en condiciones (es decir, con la capacidad) de escribir algo así.
Pues, podrías sorprender..
A veces, creo de verdad que no es tan fiero el animal como lo pintan.
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