-¿Quién es?
-Buenos días, doña Gema. Soy un amigo de su hijo Enrique. ¿Puede abrirme?
-¿Le manda mi hijo?
-Verá, señora. Es que su hijo ha tenido un accidente con el coche. Nada grave, pero los médicos quieren hacerle unas pruebas. Le han llevado al hospital para sacarle una radiografía. Y el problema es que el coche hay que retirarlo de la calle. Por eso Enrique ha avisado a una grúa. Y yo vengo de su parte: para que le deje algo de dinero con que pagar la grúa. Es que, claro, él ahora no puede pasar por su casa.
-Ya comprendo. ¿Pero de verdad que mi hijo está bien?
-Se lo aseguro. Yo pasaba por allí cuando chocó y Enrique ha salido por sus pies. Sólo tiene alguna magulladura.
-Vaya por Dios… Espere, que le dejo el dinero que tenga en casa. A ver, ¿será suficiente?
-Seguro que sí. Bueno, señora, encantado de conocerla. Adiós.
Gema ansía que el hombre se marche para poder preguntar por Enrique, averiguar su verdadero estado.
Llama a casa de su hijo.
-Dígame.
-Belén, soy Gema. ¿Cómo está Enrique?
-¿Enrique? Bien. Está aquí, en el despacho… Si quieres te lo paso.
-¿Pero ya ha vuelto del hospital?
-¿Qué hospital?
-Mujer, pues por lo del accidente.
-Pero Gema, no sé de qué me estás hablando.
Gema empieza a entender que ha sido estafada. Aquel hombre, habiéndose enterado de su nombre y el de su hijo, le ha arrancado el dinero que tenía en casa.
Una parte de ella se indigna con el timador. Otra parte se llena de euforia al constatar que su hijo está ileso, que no ha sufrido ningún daño.
Sí: de pronto Gema cae en la cuenta de que, no solo su hijo sino también todas las personas a las que ella más quiere, viven y están sanas.
Una parte de Gema marca el número de la policía. Otra parte interrumpe la llamada, cuelga el teléfono y descorcha el vino de las grandes ocasiones.
3.1.11
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4 comentarios:
Hola Saiz,que el 2011 sea un poco mejor que el 2010, eso nos bastará, ¿verdad?.
Si, muchas son las veces que nos quejamos, y pocas las que nos damos cuenta de la suerte que tenemos. A todos nos ocurren cosas que prefeririamos que no pasarán, pero si somos optimistas veremos las cosas de otro color, y quizá seamos unpoco mas felices.
Saludos
Hola, M. Carme. Sí, esperemos que 2011 sea mejor.
Es verdad lo que dices. A mí me llama la atención que para valorar algo tiene que faltarnos.
Sólo somos conscientes del agua corriente cuando el grifo deja de funcionar. Sólo valoramos la electricidad cuando se va la luz... Supongo que tiene que ser así, que lo llevamos en nuestra naturaleza. A fin de cuentas, nadie valora el oxígeno que respira aunque no podríamos vivir sin él. Tampoco valoramos la libertad de expresión salvo que se nos privase de ella, ni la libertad de andar más que si se instaurase el "toque de queda", ni la paz salvo que se declarase la guerra... Quizá por lo mismo guardamos mejor en la memoria el mal que nos han hecho que el bien que hemos recibido.
Tal vez deberíamos escribir en un cuaderno todo lo bueno que tenemos y en lo que habitualmente no reparamos, para tenerlo ahí presente y no olvidarlo del todo.
Saiz, me gustaría llevarme esta reflexión tuya a publicar en mi face, es tan clara. ¿ puedo?
Hace un rato escribí sobre esto unos comentarios pequeños.
Toda mi vida he coleccionado negativos, las cosas positivas ¿ existieron? Aún me queda la duda.No he podido llegar al blog, para escribir sobre algo de ésto, je, algunas distracciones.
Me encanta ver tantas entradas nuevas tuyas. ciao.
Blanca, puedes llevarte todas las reflexiones que quieras. A mí también me encanta verte por aquí.
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