Antes de la batalla los gorriones trinaban. Entre lanzamisiles volaban cortejándose. Algunos se posaban en tanques, en cañones, en carros de combate…
Tras el bombardeo era el turno de los cuervos y moscas. Hoy toca carne humana. No sabe muy distinta.
En el suelo de Auschwitz, junto a los barracones y cámaras de gas, en agosto las hormigas buscaban alimento: bayas, semillas, hojas, tal vez algunos restos de piel o de sangre. Imperturbablemente, como todos los veranos e igual que en cualquier sitio.
Y en sus pequeñas mentes, en sus microcerebros de pájaro o de insecto, cada especie intuía: “Esto no va con nosotros. No nos atañe, no nos incumbe. Es cosa de humanos. De modo que, nosotros, a lo nuestro”.
4.1.11
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