Tuvo ganas de sentarse junto a su lecho de muerte y cogerle las manos y decirle “te quiero” muchas veces.
Pero no lo hizo. No lo hizo por cortedad, por retraimiento. Por una especie de vergüenza. (¿Vergüenza de qué? ¿De que el propio moribundo, tan frío y reacio a expresar sus emociones, pensara “qué cursi”?)
No lo hizo y ahora se arrepiente todo el tiempo: “Se fue y no se lo dije. Se fue y no se lo dije… Qué ridículo sentido del ridículo”.
1.7.10
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4 comentarios:
A menudo el sentido del ridículo o la vergüenza es superior a nuestras fuerzas y a nuestros deseos, en cualquier situación... algo demasiado triste para admitirlo.
Un saludo.
Así es, AnimaPersa. Es como una fuerza o resistencia que se opone a ello. ¿Y por qué será? ¿Tal vez porque esta vida y esta sociedad que entre todos hemos construido no nos permiten exteriorizar los sentimientos? ¿Tal vez porque expresar ternura equivale a mostrar debilidad, y no podemos permitirnos parecer débiles? (porque para ser respetados hay que ser fuertes, hay que mantener a raya las emociones...). No sé bien por qué será.
Cada vez creo más que no es la sociedad en su conjunto. Es más bien algo personal.
A mi padre se lo dije miles de veces antes, no dió tiempo.
A mi madre, como se veía venir, se lo dije millones. Nunca me enfadé con ella, nunca.
Hablaba con ella aunque no me reconociera. Le contaba cosas graciosas que me inventaba y se reía mucho.
Me alegra no haber dejado nada sin decir.
Saiz. Sacas cosas de mí, que nnca contaría
Gracias y besos y para Blanquita y AnimaPersa
Un abrazo
Pues me alegro por ti, Aquí, de que no hayas dejado nada sin decir. Ojalá todos pudieran, pudiéramos, decir lo mismo.
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