Tras poner el último punto a su novela, iniciada dos años atrás, se asomó al patio de luces para sentir el fresco. Justo en ese instante una voz con acento andaluz, procedente de algún apartamento, entonó a modo de copla:
No canto pa que me escuchen
ni pa sentirme la voz.
Canto pa que no se junten
la pena con el dolor.
Oído lo cual, el escritor exclamó: “Eso sí que es literatura”. Y aunque el primer impulso fue quemar su novela, finalmente optó por guardarla en un cajón bien hondo.
22.2.06
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