Ahora que estás en el lugar de quienes tanto criticabas, actúas del mismo modo que un día censuraste.
Comprendes por fin que, en esa circunstancia (en la circunstancia de ellos, que ahora es la tuya), no era fácil obrar de otra manera.
Y tienes suerte de que no haya nadie dispuesto a juzgarte con tu propia saña. A valorarte con tu propia dureza. A condenarte con tu propia severidad.
Reconócelo y di “Menos mal que ellos son más blandos, más grandes, más clementes que yo…”.
Ahora que estás en el sitio de quienes tanto criticabas, tienes suerte de que nadie te mida con tu personal rasero. Tienes suerte de que nadie te aplique tu código.
4.3.10
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5 comentarios:
Efectivamente, es muy fácil juzgar a los demas, y pocas són las veces que nos ponemos en su lugar. Si fuesemos más generosos al hablar de los demas, todo seria distinto.
Gracias, M. Carme. Realmente creo que todos hemos tenido esa experiencia: haber juzgado a alguien con dureza, y luego, cuando a nosotros nos ha sobrevenido una coyuntura similar, darnos cuenta de que en esas circunstancias no era fácil actuar de otro modo. Sólo entonces hemos cobrado conciencia de nuestra propia severidad, nuestra propia intransigencia, nuestra propia incomprensión.
Pues tienes toda la razón.
A ver si se me va pasando todo y vengo a comentar...
Un abrazo
Bueno, ya leyendo aqui los comentarioss,veo que no me estuviste investigando jajaja,
no recuerdo haberme visto en el lugar de ser juzgada, ah,pero soy durísima como juez. Gracias por la nota. me sirve. Hasta lueguín.
Gracias, Aquí me quedaré y Blanca. Luego paso a visitaros.
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