No es la primera matanza de esta clase. La primera fue en Hiroshima en 1945 y a los pocos días hubo otra. Pero varias décadas después hubo más. Varias más. Y mucho más mortíferas.
Las primeras masacres, con unas 100.000 muertes, fueron pequeñas en comparación con las siguientes.
Esta última ha dejado varios millones de cadáveres. Y ya no habrá más.
No habrá más porque no hay más humanos a los que matar. Los últimos que había son los afectados por esta explosión. Y los que aún no han muerto están agonizando.
Quedan sólo unos pocos con vida. En unos minutos morirán y entonces ya no habrá humanos en el planeta. Se acabó: fin de una especie.
¿Quién será el último humano en extinguirse? Poco importa. A lo sumo resistirá unos minutos más que el resto. ¿Y cuál será la última palabra que pronuncie, el último sonido de una voz hablada?
El único que aún vive no puede ver ni oír. Pero sí siente: todavía conserva esa capacidad.
A punto de expirar hace un gesto de dolor, mueve su boca -seca y sedienta- y con el residuo de voz que le queda dice “Ay”.
“Ay”: éste es el último asomo de lenguaje que suena en la Tierra. Ni siquiera una voz articulada. Casi un lamento, un gemido animal.
Y luego no más voces ni más palabras.
21.1.10
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2 comentarios:
Me recuerda la película La Carretera, o sea el mundo después de una catástrofe nuclear. La he visto el fin de semana y es impresionante.
Gracias, Aurora. No he visto aún la película, pero sí he leído el libro, y ciertamente el panorama post-nuclear que describe es desolador. Qué triste que llevemos tantos años "haciendo oposiciones" para eso (guerra fría, carrera de armamentos, misiles con cabeza nuclear apuntando a un lado y otro...). Probablemente lo único que ha frenado su uso es la constatación de que una guerra nuclear no se puede ganar, porque al final provocaría también la destrucción de quienes se atrevieran a usar ese armamento. Ojalá que, ni lo que se cuenta en "La carretera" ni lo que este modesto relato refiere, no sean reales nunca.
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