29.1.10

4 caminos

Era la primera vez que venía a Madrid. Al salir de la entrevista de trabajo me encontré en una plaza. En el rótulo leí “Glorieta de Cuatro Caminos”. Según pude comprobar, los caminos que de ella salían eran, en efecto, cuatro: la calle Bravo Murillo, la calle Fernández Villaverde, la calle Santa Engracia y la avenida Reina Victoria. No sé por qué, tuve la sensación de que, según la calle que a continuación tomara, me esperaría una vida diferente. Cuatro caminos, cuatro calles, cuatro vidas posibles.

Pasaron las horas, anocheció y allí seguía yo: inmóvil, indeciso en la encrucijada, plantado en medio de los cuatro caminos.

Empezó a llover. Una desconocida pasó a mi lado y, al ver mi expresión angustiosa, se interesó por mí:

-¿Te pasa algo? ¿Puedo ayudarte?

En medio de la plaza y protegidos por su paraguas, le expliqué lo que me ocurría. Entonces me sugirió pasear por las cuatro calles, deambular por ellas sin ningún orden. Y añadió:

-Si quieres te acompaño.

Aquella mujer ya no es una desconocida. De hecho, llevamos diez años viviendo juntos.

27.1.10

Dos botones

Ahora no te valen excusas. No te sirve, por ejemplo decir:

“No tiene sentido renunciar a parte de lo que tengo. ¿Qué podría solucionar una sola persona?”. O

“El problema no lo voy a resolver yo. Han de ser los Estados, los gobiernos”. O

“Tendría que crearse una agencia internacional para el desarrollo de esos países”. O

“¿Quién me garantiza que lo que yo dé no acabará en manos de gobiernos corruptos?”.

Ahora ya no sirve decir nada de eso. No te valen excusas. Porque delante de ti hay dos botones:

El botón rojo: Pulsándolo seguirá todo igual: tú en el lado bueno y ellos en el lado oscuro. Tú con tu derroche y ellos con sus privaciones.

El botón verde: Pulsarlo implica rebajar tu consumo, reducir tus gastos, prescindir de lo superfluo, de todo lo que –en realidad- te sobra. Compartirlo con ellos, para que al menos no carezcan de lo básico.

Y ahora, llegado el momento, ¿cuál de los botones vas a pulsar?

26.1.10

Neutros

La Tierra podía haberse parado y decir:

-O desmontáis ahora mismo las cámaras de gas, o no echo a girar otra vez.

El Sol podía haberse apagado y decir:

-O demoléis los campos de concentración, o no vuelvo a brillar.

Pero no: no podían. No tenían otra opción que inhibirse. No tenían más salida que seguir así, girando y brillando como si tal cosa. Dando soporte a la vida pero sin tomar partido por nada.

(La Tierra. El Sol. Tan necesarios y tan insensibles. Tan grandes y tan neutros...)

Yo al menos quiero pensar que, si no se plantaron –si no se detuvieron, si no se oscurecieron-, fue porque no podían.

22.1.10

Detrás de estas paredes

Mira, hijo mío, el mundo que hemos preparado para ti. Es demasiado asimétrico: unos tienen de todo y otros no tienen de nada. Es demasiado inestable: se suceden las guerras de unos hombres contra otros. Es demasiado inseguro: las armas destructoras nos están apuntando. Y hay armas suficientes para acabar con todo (sí, hijo, contigo también).

Tu cuarto es agradable: la cuna, los juguetes, el columpio, la caja de música que te ayuda a dormir, las cortinas que cosió mamá… Y también nuestro hogar es acogedor.

Pero más allá de estas paredes no hemos podido darte algo parecido.

Mira, hijo mío, el mundo que entre todos hemos preparado para ti. Tan sucio, tan adverso...

Ojalá que, cuando tú tengas un hijo, no tengas que decirle esto (aunque por vergüenza no te lo digo: solamente lo pienso). Ojalá tú sí puedas decirle, en voz alta, a tu hijo “Te ofrezco un mundo cálido, agradable también de puertas para fuera”.

21.1.10

Ay

No es la primera matanza de esta clase. La primera fue en Hiroshima en 1945 y a los pocos días hubo otra. Pero varias décadas después hubo más. Varias más. Y mucho más mortíferas.

Las primeras masacres, con unas 100.000 muertes, fueron pequeñas en comparación con las siguientes.

Esta última ha dejado varios millones de cadáveres. Y ya no habrá más.

No habrá más porque no hay más humanos a los que matar. Los últimos que había son los afectados por esta explosión. Y los que aún no han muerto están agonizando.

Quedan sólo unos pocos con vida. En unos minutos morirán y entonces ya no habrá humanos en el planeta. Se acabó: fin de una especie.

¿Quién será el último humano en extinguirse? Poco importa. A lo sumo resistirá unos minutos más que el resto. ¿Y cuál será la última palabra que pronuncie, el último sonido de una voz hablada?

El único que aún vive no puede ver ni oír. Pero sí siente: todavía conserva esa capacidad.

A punto de expirar hace un gesto de dolor, mueve su boca -seca y sedienta- y con el residuo de voz que le queda dice “Ay”.

“Ay”: éste es el último asomo de lenguaje que suena en la Tierra. Ni siquiera una voz articulada. Casi un lamento, un gemido animal.

Y luego no más voces ni más palabras.

18.1.10

¿Quién he sido?

Creía que esto sólo pasaba en las películas, pero de pronto me ha ocurrido a mí. Sufro amnesia. Supongo que hace unas horas mi coche se ha salido de la carretera, ha caído por un terraplén y se ha estampado contra una roca. El golpe ha debido ser muy fuerte y probablemente mi cabeza ha impactado con algo duro, porque al despertarme no he recordado nada. Y sigo sin recordar. Así que todo esto lo supongo.

He salido del coche a duras penas (mis piernas estaban medio aprisionadas entre hierros) y, sin saber por qué, he empezado a caminar. Al cabo de un rato me he dado cuenta de que no recuerdo nada, ni siquiera quién soy. He mirado en mis bolsillos pero no he encontrado ningún papel. Se me ha ocurrido volver al coche a buscar la documentación, para al menos saber cómo me llamo. Pero ya era tarde: había estado andando por el campo, sin seguir ninguna senda, y ya no sabía regresar al coche. Así que he continuado sin rumbo.

Al cabo de un rato me he topado con una carretera. No sé si es la carretera en la que he sufrido (supongo) el accidente u otra distinta. El caso es que ahora estoy avanzando por ella. Camino por el arcén izquierdo. Cruzan coches pero no les pido ayuda. ¿Para qué? Prefiero seguir caminando hasta llegar a algún pueblo.

Mientras tanto me pregunto quién soy. Me pregunto por mi historia. ¿Qué edad tengo? ¿Dónde vivo? ¿Estoy casado o soltero? ¿Tengo hijos? ¿Trabajo en algo?

¿Cómo ha sido mi vida hasta ahora?: ¿feliz o desgraciada?, ¿blanda o dura?, ¿sencilla o difícil?

¿Qué clase de persona soy? ¿Soy un hombre honesto? ¿Soy sincero? ¿Suelo mentir? ¿Amo a alguien? ¿Hay alguien que me ame a mí? ¿Soy tal vez un estafador, o un asesino? ¿He hecho sufrir a otros?...

Me sorprende no acordarme de nada de mi vida y sin embargo recordar los nombres de las cosas. Veo una colina y sé que es una colina. Veo un árbol y sé que se llama árbol.

Supongo que el lenguaje y la memoria ocupan parcelas distintas del cerebro. Sí, debe de ser eso...

Estoy llegando a un lugar habitado. Veo casas a lo lejos. Tal vez haya un puesto de la policía: una comisaría o un cuartel. Iré allí y les diré lo que me pasa. Les diré, sobre todo, lo que ignoro.

Ellos harán averiguaciones. Me aclararán quién soy, quién he sido hasta ahora.

¿A qué identidad habré, entonces, de adherirme? ¿En qué pasado, en qué biografía me tendré que insertar?

Será como subir a un tren en marcha. Pero ¿qué tren?, ¿cómo será ese tren (ese yo) al que voy a subirme?

Tengo miedo.

14.1.10

Ser o no ser

Has sabido (no importa cómo) que tus padres te concibieron a las 23 horas 48 minutos 31 segundos.

Si la concepción hubiera sido un segundo antes (a las 23:48:30), la persona concebida habrías sido tú, pero tendrías los ojos verdes en vez de marrones.

Si la concepción hubiera sido un segundo después (a las 23:48:32), la persona concebida también habrías sido tú, pero medirías un centímetro menos y tendrías el pelo castaño en vez de rubio.

Si la concepción hubiera sido más de un segundo antes (a las 23:48:29) o más de un segundo después (a las 23:48:33), entonces no te habrían concebido… a ti. Los cromosomas se habrían combinado de tal modo que los genes serían muy distintos: no sólo un centímetro de más o de menos, no sólo el color del cabello o del iris…, sino una diferencia más profunda.Y el concebido sería otro. Tendría otra yoidad, otra sujetidad, otra autopercepción distinta de las tuyas.

Tal vez le habrían puesto tu nombre, pero sería otra persona.

Y entonces tú no existirías. Nunca habrías nacido.

Como tantos. Tantos otros. Porque la mayoría de las personas (o sea, no-personas) innace. Casi toda la gente no nace nunca.

12.1.10

Carné de identidad

A los 14 años le apasionan las rimas de Bécquer, oye en el tocadiscos canciones melódicas y cree en la religión que le han inculcado.

A los 18 años aquellas rimas le parecen cursis. Lee a Sartre, a Nietzsche, a Camus. Oye a Pink Floyd y a Rolling Stones. Detesta la música melódica. La fe religiosa le abandona y se reconoce agnóstico.

A los 20 años decide que no se casará ni tendrá hijos porque no tiene sentido traer más gente a este mundo de mierda.

A los 26 años se casa y poco después trae un hijo a este mundo de mierda. Para apaciguar su conciencia se afilia al Partido Comunista por ser el único que puede transformar la sociedad y construir una vida deseable para todos.

A los 35 años se da de baja en el Partido tras llegar a la conclusión de que el colectivismo suprime el estímulo personal y condena a los pueblos a la ruina económica.

A los 37 años se da cuenta de que no sabe quién es, ni en qué cree, ni lo que quiere.

A los 40 años se divorcia de su mujer y vuelve a pensar que nunca debió haberse casado.

A los 43 años se casa otra vez. Con su nueva pareja decide no engendrar hijos y adoptar una niña. Viaja a la India, con su esposa, para recogerla, y al abrazar a su hija adoptiva se siente reencontrado.

Acaba de cumplir 46 años.

A efectos del Registro Civil ha sido siempre (un nombre y dos apellidos, un único número de DNI) una sola persona: siempre la misma, desde donde dice “nacimiento” hasta donde dirá “defunción”. A todos los demás efectos ha sido seis, siete, tal vez ocho personas distintas.

8.1.10

Y ya otra vez no verte

Procederá el sobreseimiento provisional cuando resulte del sumario haberse cometido un delito y no haya motivos suficientes para acusar a determinadas personas como autores, cómplices o encubridores.


...



Verte cuando te abordaban, cuando te dabas cuenta e intentabas zafarte, cuando agitabas los brazos, cuando gritabas. (Oigo gritos que no suenan.)

Verte cuando eras agarrada, cuando se te caían los libros, cuando te tapaban la boca, cuando te tiraban al suelo, cuando te resistías, cuando ponían el cuchillo en tu cuello, cuando te arrancaban la ropa, cuando te penetraban, cuando volvían a hacerlo.

Éste no lo consigue. Se levanta, con los pantalones bajados. Se agacha sobre tu cabeza. Te obliga a abrir la boca. Tengo que dejar de mirar.

Ver tu cara, tus ojos de niña, tus lágrimas, tu miedo, quizá tu esperanza de que todo acabe y te dejen ir.

(¿En qué pensabas?)

Tus labios se mueven y no sé qué dices. Los mismos que me besaban cada mañana.

Verte cuando comprendías que no iban a dejarte marchar. Ver tu desesperación y tu espanto.

Sigo pese a todo.

Ver a un canalla presionando tu garganta mientras el otro te sujeta por los brazos.

Ver tus espasmos, tus estertores, tu vano amarre a la vida.

Verte, pero no estar allí ni entonces.

Verte y no poder hacer nada, ni cambiar nada.

Verte.


...


-El procedimiento se archivó, el archivo en estos casos es siempre provisional, no puede excluirse que en el futuro aparezcan pruebas. En tal caso el sumario se reabriría.

-Ya sé todo eso.

-Bien, entonces dígame qué quiere.

-No fue usted quien llevó el caso.

-Sólo al final. Cuando me incorporé al Juzgado el asunto ya estaba prácticamente ultimado. Con los elementos de que disponía no daba más de sí. No cabía otra posibilidad que el sobreseimiento, quiero decir archivo. Provisional, por supuesto. Nadie propuso ya más diligencias, se indagó hasta donde se pudo. Supongo que lo sabe, imagino que se le fue notificando todo.

-Bueno, yo vengo a traerle una prueba.

-¿Algo nuevo?

-Sí. Nuevo y viejo a la vez.

-Bien, pues dígame. Ya le he dicho que las actuaciones pueden reabrirse en cualquier momento, siempre que haya algo que lo justifique.

-Le traigo las imágenes.

-¿Perdón?

-Las imágenes de todo.

-¿A qué se refiere?

-A la violación y asesinato de mi hija.

-Bueno, verá, comprendo que siga usted muy afectado, no puede recibirse un golpe así y no sufrir tremendamente. Y luego está esa sensación de impotencia, de que un hecho como ése quede sin castigar, impune, y sin haberse aclarado. Cruzarte con cualquiera por la calle y sentir que pudo ser el asesino de tu hija. Yo no puedo imaginar cómo reaccionaría si me pasara.

-Todo eso ya lo he vivido, han sido ocho años así. Y es mucho peor de lo que imagina. Pero no caí en el abatimiento. Aunque sí, al principio. Pero luego empecé a pensar que tenía que haber algún medio. Y entonces reaccioné.

-¿Algún medio para qué?

-Para saberlo.

-¿A qué se refiere?

-A los culpables.

-Bien, pero ¿qué es lo que quiere decirme?

-Mire, en primer lugar necesito que me escuche. Llevo toda mi vida estudiando la física. La luz es parte de la física. Así que empecé a pensar que la verdad tenía que estar en la luz.

-Está bien, explíqueme mejor lo que quiere decir con eso.

-Si no me interrumpe será más fácil. La luz viaja. La luz de las estrellas que vemos no es la que despiden en el momento en que miramos; es la luz que emitieron hace meses, o años. Por la misma razón, si alguien mirara ahora la Tierra desde alguno de esos puntos del cosmos, la luz que vería no es la que ahora proyecta el planeta, sino la emitida hace varios meses, o varios años. O sea, podría ver lo sucedido en el pasado.

-Sí, claro, es interesante pensar en eso.

-La siguiente cuestión consistía en recuperar la luz.

-Recuperar la luz...

-Recuperar la luz que salió de la Tierra hace ocho años. La luz en que viajaban las imágenes. Porque las imágenes son luz. Esa luz se proyectó en algún lugar, tuvo que reflejarse, como en un espejo. ¿Sabe?: el Universo está lleno de espejos, materias que reflejan la luz. Y después esos espejos tenían que enviarla de nuevo a la Tierra. O mejor dicho, la Tierra tenía que recibir su luz. Había que lograr un modo, un instrumento para verla. Esa luz, salida de la Tierra, se reflejó en algún lugar hace cuatro años. Después tardó otros cuatro años en volver a la Tierra. Sólo había que recuperarla. Y yo la he recuperado. Por último, había que amplificarla. Al final todo es una cuestión de aumentos y lentes. Durante mucho tiempo he vivido sólo para eso. Así que aquí tiene las imágenes.

-Bueno, lo que está contándome resulta bastante extraño, la verdad. De todas formas, estoy dispuesto a ver lo que me trae. Le prometo que lo veré y después le comentaré. ¿Cómo puede verse?

-Ésta es una copia, está grabada en un soporte de vídeo. Sólo necesita un reproductor normal.

-Pero aquí no tengo, lo podría ver después, en casa. ¿Y si sufre algún daño?

-Tengo más copias, no se preocupe por eso.

-De todos modos, habrá que hacer una declaración formal. Deberá decir todo eso en una comparecencia. También tendré que avisar al fiscal, para que esté presente. Espere un momento fuera, si hace el favor.


...


Visto el contenido de la anterior declaración, incorpórese a las actuaciones la grabación videográfica aportada. Practíquese dictamen pericial a fin de constatar si su contenido se corresponde con hechos reales así como la autenticidad de lo registrado, a cuyo fin se designará a tres catedráticos de Física y Óptica. Asimismo se encomienda a la Policía Judicial el examen de la grabación y demás actuaciones conducentes al esclarecimiento de los hechos.


...


la tarde de ayer fueron detenidos por la Policía dos hombres en relación con la violación y asesinato de una joven, hechos ocurridos hace ocho años. Las actuaciones judiciales fueron archivadas un año después, por falta de pruebas. Lo más llamativo del asunto es que, según ha transcendido, la actividad llevada a cabo en este tiempo por el padre de la víctima podría haber resultado decisiva para la resolución del caso. El padre de la muchacha, investigador del Instituto Astrofísico, dejó de trabajar a raíz del crimen y se ha dedicado durante estos años a indagar sobre la muerte de su hija. Según han informado fuentes de la investigación, el padre de la joven habría puesto a la Policía sobre la pista de los ahora detenidos, gracias a un ingenio óptico por él creado capaz de obtener imágenes de los hechos. Si bien en su momento los restos hallados en el lugar del crimen no permitieron la identificación de sus autores, las imágenes ofrecidas por el padre de la víctima parecen haber permitido a la Policía identificar a los responsables del asesinato. El contraste de los vestigios habría confirmado


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tiene todavía un nombre definitivo, y el que va prevaleciendo –recuperador espacial de luz- no se ajusta exactamente a sus características técnicas. Pero, como quiera que se le denomine, está ahí y va a cambiar los modos de actuar en múltiples ámbitos.

La posibilidad de reproducir imágenes del pasado es una realidad, y del mismo modo que se ha aplicado a la investigación de un asesinato (de la hija de su inventor) va a utilizarse en otros casos.

Sin duda modificará nuestra concepción de la intimidad, al menos en lugares abiertos, ya que la posibilidad de que las imágenes sean después recuperadas estará siempre presente. Las cautelas que en su día se objetaron en relación con la videovigilancia (instalación de cámaras en lugares públicos) parecen cándidas en comparación con las posibilidades del recuperador de luz.

Resulta ineludible una reforma legal que permita emplear la recuperación lumínica como medio probatorio en juicios –no sólo penales-; y ha de regularse su incidencia sobre los procedimientos ya concluidos. ¿Deberá permitirse que con su uso se corrijan sentencias firmes? La respuesta negativa parece indefendible, sobre todo cuando la revisión fáctica sea pedida, aduciendo error probatorio, por personas condenadas.

También será necesario, al margen ya de su empleo como medio judicial, establecer las condiciones de su uso privado. Habiendo renunciado su inventor –recientemente fallecido- a toda patente industrial, ¿debe permitirse su libre fabricación y venta? Y en tal caso, la posibilidad de que cualquiera pueda ver imágenes de los pasados ajenos ¿no constituirá una intensa lesión de la privacidad?

¿Y qué ocurre con el derecho a la propia imagen?

Nos enfrentamos a la vulnerabilidad retrospectiva de las intimidades ajenas, las de quienes confiábamos en no ser vistos por terceros (ni entonces ni nunca) en un tiempo en que nadie atisbaba la recuperabilidad de imágenes. Piénsese que, aunque en su versión actual el recuperador lumínico no consigue recobrar imágenes más que de unos cuantos años atrás (justo lo que necesitaba su inventor para esclarecer el asesinato de su hija), es posible que en poco tiempo un mayor desarrollo permita recuperar imágenes más


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Podrá instarse la revisión de sentencia firme por persona que haya sido parte en el procedimiento, o por sus causahabientes, siempre que lo declarado probado en sentencia pueda quedar desvirtuado mediante la recuperación espacial de imágenes.

La petición revisoria deberá indicar el fundamento de la recuperación lumínica y su incidencia en el proceso. También habrá de especificarse el hecho objeto de recuperación así como el lugar, día y hora en que aquél se produjo.

Tal revisión podrá instarse en cualquier tiempo hasta tanto la sentencia no haya sido totalmente ejecutada.

No procederá la revisión de sentencias firmes absolutorias.


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juicio con jurado popular que el Tribunal Superior ordenó repetir, ha vuelto a celebrarse con un jurado distinto. La conclusión del segundo jurado es diferente de la que alcanzó el primero, pese a que en ambos juicios se han practicado idénticas pruebas, a excepción del recuperador lumínico utilizado en la nueva vista. Mientras que en la primera el jurado popular condenó al procesado, en ésta ha emitido veredicto absolutorio, con lo que


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más llamativo de la memoria judicial es el epígrafe de nueva incorporación “Revisiones de sentencias con base en recuperación espacial de luz”, que ascendieron a 1.714, y que dieron lugar a anular 1.221 sentencias firmes. Asimismo destaca, dentro del apartado Penal, el epígrafe “Sentencias condenatorias por falso testimonio” acreditado mediante recuperación lumínica, que ascendieron a


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restregarse los ojos para asegurarse de no estar soñando. Había que sobreponerse a la turbación. Porque ninguno esperaba presenciar las imágenes que vimos ayer. Todo conduce a pensar que era él. Sin duda que la secuencia no era como cada uno había imaginado, como habíamos recreado mentalmente a partir del relato evangélico. Pero allí estaba lo esencial.

Algunos tópicos de la tradición han sido corregidos, como su aspecto físico (más bajo y desgarbado de lo que pensábamos); o la manera como fue asido a la cruz mediante enormes clavos en muñecas y tarsos, llegando a perder la conciencia; o el casco, más que corona, de espinas en su cabeza. Personalmente me ha impresionado la abundancia de insectos posados en sus heridas.

Pero son detalles accesorios, porque lo sustancial coincide con lo que se nos había narrado: la tortura de un hombre en una cruz.

También hemos visto el traslado de su cuerpo a un sepulcro y su salida, 41 horas más tarde, con andar vacilante.

La jerarquía eclesial, que tantas reticencias ha opuesto a la captación de imágenes biográficas de Cristo, advirtió de que, pasara lo que pasara, nada cambiaría; que la resurrección no es consustancial a la fe, y que el verdadero fundamento de ésta no es la resurrección, sino el sacrificio divino en expiación por la Humanidad.

Pues bien, las imágenes que ayer contemplamos no aclaran si quien aparece llegó a morir o no en la cruz. Muestran un tormento al que difícilmente puede sobrevivir un ser humano, y revelan que esa persona abandonó, después, con vida el sepulcro. La huida de los vigías, que también pudimos presenciar, resulta comprensible ante la irrupción de un cadáver viviente.

Después pudimos verlo dirigirse a un lugar cerrado, quizá una cabaña o cobertizo de pastores, por lo que a partir de ahí se corta la secuencia.

Pero probablemente se conseguirán otras imágenes. Quizás alguien espere ver un hombre elevándose hacia las nubes. En todo caso el recuperador lumínico puede aclarar lo ocurrido después de la crucifixión: cuánto tiempo siguió viviendo el crucificado, cómo y dónde.

Es difícil, en cambio, que pueda contestarnos a la otra parte del enigma: el motivo de


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Ahora es cuando llega al colegio, me espera a la salida. Ese niño soy yo, me da la mano. Estamos saliendo a la calle. Pronto me vendrá el estornudo, los mocos colgarán hasta la barbilla. Papá buscará en sus bolsillos, tampoco él lleva pañuelo.

Me lleva a un sitio apartado, va a quitarse el zapato, se saca ahora el calcetín. Me limpia la cara con él, ahí está su pie desnudo.

Termina de limpiarme. Se pone el calcetín empapado de mocos. Está calzándose, me da otra vez la mano.

Volver a verlo, volver a vivirlo.


...


cuanto a la aducida vulneración de los derechos a la intimidad personal y a la propia imagen, procede hacer las siguientes consideraciones.

En primer lugar, es sabido que no surtirán efecto las pruebas obtenidas violentando derechos o libertades fundamentales.

Pues bien, acerca de la utilización del recuperador lumínico para el esclarecimiento de hechos delictivos, es la primera ocasión en que este Tribunal tiene oportunidad de pronunciarse. Ello es explicable porque precisamente en el procedimiento de que trae causa este recurso, fue donde se utilizó por primera vez dicho ingenio óptico, inventado por el padre de la víctima. La agresión infligida a su hija espoleó su afán por identificar a los autores, llevándole a desarrollar dicha técnica. Justamente ello permitió la reapertura de las actuaciones (previamente sobreseídas por desconocerse la identidad de los responsables), cuando aún no se había producido la prescripción de los delitos.

La mencionada técnica recuperatoria, que en el tiempo transcurrido desde su invención ha experimentado un notable perfeccionamiento -hasta el punto de haber sido aplicada también para despejar dudas históricas-, permite reproducir imágenes de hechos pretéritos.

Es comprensible que se susciten problemas acerca de su admisibilidad probatoria y respecto a su colisión con otros derechos. Pues bien: aun siendo difícil establecer pautas generales, puede afirmarse que en los casos, como aquí sucede, en que la recuperación lumínica se emplee para esclarecer delitos perpetrados en lugares abiertos (y no en sitios privados o reservados), la aplicación de dicha técnica no es contraria a los derechos a la intimidad y propia imagen.

Y ello porque, al haberse cometido los delitos en lugar de libre tránsito, las imágenes captadas “a posteriori” no constituyen intromisión en la privacidad.

El argumento de que, en caso de haber sabido los ejecutores que posteriormente iba a poderse obtener imágenes, no habrían ejecutado tales acciones, tal argumento –decimos- no resulta acogible; pues quien realiza un acto delictivo, incluso cuando busque la ocultación, está asumiendo que sus hechos pueden ser contemplados por terceros (testigos cuya existencia ignore), y por la misma razón debe admitirse la posibilidad, entonces desconocida, de reproducir visualmente los comportamientos mediante recuperación lumínica.

Por lo que se refiere a la propia imagen, claramente no se ha vulnerado tal derecho, ya que las secuencias reproducidas corresponden a muy graves conductas, aparte de que no se ha pretendido la publicación de las imágenes ni de la figura de los imputados, siendo la única finalidad acreditar –de manera en extremo fidedigna- los actos delictivos.

En suma, la utilización del recuperador lumínico no ha vulnerado derechos fundamentales, habiendo constituido un instrumento admisible para la prueba de los hechos.

El padre de la víctima de los delitos que motivaron estas actuaciones ha puesto a disposición de la Humanidad un instrumento complejo, del que, como siempre, habrá que aprovechar sus posibilidades valiosas y repudiar sus usos dañinos.

Procede confirmar la conclusión obtenida mediante dicha técnica y por tanto

7.1.10

Contendientes

Por raro que parezca, el soldado americano que vigilaba los prisioneros y el soldado japonés se hicieron amigos. (Habían convivido en un campo de prisioneros situado en una isla del Pacífico.) Así que, al acabar la guerra, ambos “contendientes forzosos” -vigilante y vigilado- continuaron su amistad.

El soldado japonés invitó al americano a visitar su ciudad. Le enseñó la escuela en que trabajaba como profesor de inglés antes de ser enviado a la guerra. Le mostró las aulas y los patios donde, en medio del natural griterío, correteaban los niños a la hora del recreo. Le llevó al parque en que jugó de pequeño. Le presentó a su familia.

Después, el soldado americano invitó al japonés a visitar su pueblo. Le enseñó el rancho que cultivaba, las espigas de maíz, el tractor… Le presentó a sus colegas del grupo de jazz y le invitó a comer en casa, con su mujer y su hija.

El ex-vigilante y el ex-prisionero continuaron viéndose y carteándose durante varias décadas. Algunos de sus encuentros (en Japón o en Estados Unidos) terminaban de madrugada, después de una larga cena bien regada. Entonces ambos soldados dedicaban certeros adjetivos a quienes, años atrás, les habían obligado a masacrarse en una horrible guerra. Cualquiera que escuchase su conversación podía oír expresiones como “cabrones”, “hijos de perra” y otros epítetos muy adecuados y biensonantes.