-No me cuenten ahora el accidente. Este juicio no es por el accidente, sino por la agresión. Señora, tiene usted la palabra.
-Pues es bastante simple. Él bajó del coche y, tras admitir que la culpa del choque había sido suya, me pidió que le perdonara, que en el hospital había tenido una guardia muy difícil y esa noche había muerto una enferma mientras la operaba. Entonces yo le dije: “No me extraña; ya me he dado cuenta de que es usted un manazas”. Y al oírlo, me arreó una bofetada. En ese momento llegó la policía municipal, por lo del accidente. Y han sido ellos los que le han denunciado.
-Sí, ya veo que no hay denuncia de usted.
-Es que no le acuso. Fue un guantazo muy bien dado. Además, yo le hice mucho más daño con mis palabras que él a mí con su bofetón.
-¿Quiere decir que no reclama nada?
-Ya le he dicho que no. Lo hemos arreglado entre nosotros. Una larga conversación, y nos hemos hecho amigos. Así que (con el debido respeto), señor juez, ¿qué pito toca usted en todo esto?
29.9.09
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2 comentarios:
Me reí pero lo de la bofetada no me pareció la solución más idónea.
Llevas toda la razón, Aurora. Por mi parte, no se trataba (en absoluto) de hacer una defensa de la agresión física. Simplemente quise expresar que, en ocasiones, se puede dañar más con las palabras que con las acciones. ("Lengua afilada daña más que espada", dice el refrán.) En este caso la propia mujer que profirió la frase dañina reconoce que con sus palabras había hecho más daño que el causado a ella con la bofetada recibida. Por lo demás, ¡es sólo un relato!, así que no siempre hay que buscar moralinas/ moralejas.
(Gracias, como siempre, por tu comentario.)
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