Se dictó una norma, la Ley de Defensa de la Realidad, que dispuso que:
“Se prohíben las novelas y relatos.
Se prohíben las películas, las obras teatrales, las series de televisión, los cortometrajes, las fotonovelas y los seriales radiofónicos.
Se prohíben los poemas, los romances y las coplas.
Se prohíben los cuentos infantiles, los guiñoles y los títeres.
Se prohíben los comics, los tebeos y los dibujos animados.
Se prohíben las fábulas, las leyendas y los mitos.
Se prohíbe el humor gráfico, las viñetas y los chistes.
Se prohíben las canciones, los villancicos y las nanas.
Se prohíben las metáforas, sugestiones e hipérboles.
Se prohíben las evocaciones, ensoñaciones y premoniciones…
En materia de artes plásticas, se prohíbe todo cuanto no sea copia realista de objetos y paisajes, sin distorsión ni abstracción. Se destruirán las esculturas y pinturas (incluidas las rupestres) que no cumplan tal requisito.
Se prohíbe cualquier asomo de ficción o inventiva.
Se prohíbe todo lo anterior para que nada nos aparte, para que nada nos despegue de la realidad.”
Pero pronto empezó la avalancha de delirios y alucinaciones. Se multiplicaron los desórdenes psíquicos. Mucha gente hablaba sola por las calles. Otros andaban entristecidos, cabizbajos y arrastrando los pies, como almas en pena. Como muertos en vida.
Se disparó, también, la cifra de suicidios.
Y es que no había más alternativas que el delirio y la muerte. No había más salidas ni escapatorias. No había otras zonas de refugio o descanso.
Y, para no terminar todos muertos o dementes (o sea, por el bien de la realidad y de su percepción), las pocas inteligencias lúcidas que aún quedaban decidieron derogar, finalmente, la Ley de Defensa de la Realidad.
16.3.09
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4 comentarios:
Sr. Saiz: Esta disyuntiva entre realidad y ficción me resulta un tanto forzada. Hay grandes científicos, personas que por tanto saben mucho de la realidad, que han sido al mismo tiempo autores de obras de importantes obras de ficción (más exactamente, gracias a sus conocimientos científicos, de relatos de ciencia-ficción). Se me ocurren los casos de Isaac Asimov y Stanislaw Lem entre otros muchos. Creo incluso que Ramón y Cajal, que era el mejor conocedor en su tiempo de las neuronas y los tejidos nerviosos, escribió alguna obra de ficción.
Yo también lo creo así, y si del relato se desprende otra cosa es que no me expresé bien. Me parece que los humanos, además de nutrirnos de realidad (porque efectivamente uno no puede alimentarse de comida imaginada, ni decir "agua" calma la sed, ni es recomendable vivir en una casa con techos ficticios e inmateriales), también necesitan nutrirse de sueños, fantasías, anhelos...
Desde muy temprano, cuando los homínidos evolucionaron surgieron de inmediato las representaciones artísticas: pinturas en cuevas, danzas, percusiones rítmicas...
Por todo ello no me extraña que, como dices, quienes más conocen la realidad (incluso la realidad por dentro: sus partículas celulares, moleculares, atómicas y subatómicas...) sean a menudo mentes creativas y generadoras de ficción.
Así que de acuerdo: Se puede tener los pies en la tierra y, al mismo tiempo, algunos pájaros rondando por la cabeza.
PD: Ya que mencionas a Stalisnav Lem, de él sólo he leído "Solaris", pero es una de las lecturas que más me han impactado. Si alguien ojea este comentario y no conoce dicha obra, le recomiendo de todas todas su lectura.
Gracias por tu visita y comentario.
Carl Sagan también tiene una novela de ciencia ficción. Se titula "Contact" (Contacto). yo no la he leido pero tengo entendido que está bastante bien.
Gracias, Alfredo, por tu información. No conocía esa obra de Sagan. De este autor, aparte de la serie de TV "Cosmos" (dirigida por él y basada en sus ensayos científicos), sólo he leído libros divulgativos. En este momento recuerdo "Los dragones del edén", que trata sobre la formación y evolución del cerebro humano a partir de nuestros ancestros reptilianos, mamíferos y homínidos. Me pareció muy interesante. Si alguna vez me topo con el libro que mencionas, procuraré leerlo porque, conociendo la cualificación y claridad expositiva que tenía Carl Sagan, seguro que también debe de haber escrito una excelente obra de ficción.
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