Te lo dije: Puedes ponerles instintos. O puedes ponerles inteligencia. Pero no puedes ponerles, a la vez, inteligencia e instintos.
Sin embargo, no me hiciste caso.
Al principio, con sus instintos agresivos funcionaron bien. Se peleaban entre ellos (por el sustento, por el territorio) y sobrevivían los mejores. Los débiles e inadaptados eran suprimidos. Hasta que entró en juego la inteligencia. Una especie empezó a fabricar armas: ya no se peleaban con embestidas, garras y dientes.
Primero hicieron lanzas y flechas, y de ahí pasaron a los puñales y espadas. Luego a las armas de fuego, y más tarde a las bombas, las bacterias, los ácidos...
Mira que te advertí que era una mezcla fatal: genes violentos e inteligencia creativa. Que, antes o después, una especie se haría más inteligente, y pondría esa inteligencia al servicio de sus instintos.
Y claro, ha pasado lo que tenía que pasar. Han arramblado con todo. No sólo se han destruido entre sí: han arrasado el vivero.
Ya lo ves, hijo mío: por no hacerme caso, te has quedado sin mascotas.
19.10.07
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