30.10.10

Uno de ellos

Treinta años después, él también tiene una cita con la madera. Durante todo ese tiempo algún gallo le ha hecho recordar, diariamente, el momento en que negó a su maestro.

Recuerda que al principio estuvo dispuesto a correr la misma suerte que él. Incluso estuvo a punto de arrancarle una oreja a uno de los que le prendían. Pero en el último momento se achantó. Luego una mujer dijo “Éste es uno de los que iban con el preso”. Él lo negó tres veces y a continuación cantó un gallo. Desde entonces, quiquiriquí significa deslealtad.

Recuerda también que al maestro lo crucificaron, entre dos ladrones, en el monte de la Calavera. Y que él ni siquiera se acercó a verlo.

Sin embargo, hoy va a arrancarse aquella espina. Está lejos de donde pasó aquello, pero le espera una cruz parecida. Como la del hombre al que, de no haber negado, pudo acompañar hasta el final.

Han pasado treinta años. Ya no es joven ni fuerte. Sabe que va a sufrir, pero aguarda anhelante.

El viento trae ladridos y relinchos. No se oye ningún gallo.

Pero da igual: el gallo que ahora cantase no llevaría razón.

29.10.10

A vivir

-¿Estás preparado para el placer?

-Creo que sí.

-¿Estás preparado para el sosiego?

-Creo que también.

-Y para el dolor, la pérdida, la traición y la angustia, ¿estás preparado?

-No. ¿Quién puede estar preparado para eso?

-Nadie, por supuesto. Pero aun así has de hacerlo. Entiéndelo: tienes que salir al mundo aunque no estés del todo preparado. De lo contrario nadie iría allí. Ya tendrás tiempo de aprender (aunque hay cosas que nunca se dominan, vivencias para las que no hay entrenamiento). Y ahora disponte a empezar. Es tu momento. Estás a punto de… nacer.

27.10.10

Reality show

Vivía la realidad como si fuera una ficción, igual que una novela que estuviera leyendo: ¿qué ocurrirá mañana, o sea, en el siguiente párrafo?; ¿cómo continuará la trama?; ¿qué pasará el año que viene, o sea, en el próximo capítulo?...

A fin de cuentas, no hallaba diferencia entre el fluir de la vida y el de las novelas: un poco de previsibilidad, un poco de sorpresa, un poco de emoción, un poco de enredo, un poco de intriga… Y, de vez en cuando, algún giro argumental.

Vivía la realidad como si fuera una ficción: una novela, un drama, una película. Y se le hacía mucho más llevadera.

26.10.10

Di buenas noches

Levántate.

Vístete.

Desayuna.

Despídete de tu mujer.

Cierra la puerta despacio, no sea que despiertes a los niños.

Sal a la calle. Camina.

Saluda a tus compañeros. Espera con ellos el autobús.

Apéate al llegar al campo de prisioneros.

Firma el control de entrada.

Incorpórate a tu puesto.

Separa a los reclusos. A un lado, los válidos para el trabajo. A otro, los inútiles, los viejos, los enfermos. Finalmente las mujeres y los niños.

Destínalos: talleres para unos; gas para otros.

No mires a los ojos. Has de creer que son objetos. Sólo di números y “al taller” o “revisión higiénica”.

No oigas sus gritos. Canturrea, tararea algo mientras sollozan. No mires que se abrazan. No compartas su espanto. Esto no va contigo. Piensa “es mi trabajo, yo sólo cumplo órdenes”.

Comprueba que el dispositivo ha funcionado. Abre la puerta. Manda llevar los cadáveres al horno.

Mira el reloj. Pausa para la comida.

Charla con los colegas. Comenta cotilleos, rumores de la guerra.

Vuelve al trabajo. Ordena que recojan a los de los talleres. Haz recuento.

No admitas preguntas. Silencia, amenaza, castiga a quienes quieran saber.

Ve al pabellón de guardias. Date una ducha, quítate ese olor.

Firma el parte de salida. Espera el autobús.

Baja. Camina hasta tu casa. Besa a tu mujer. Besa a tus hijos. Acaricia al perro. Sácalo a orinar.

Piensa en frivolidades: en el partido del domingo, en el lavabo que gotea… Prohíbete pensar en ojos o en gemidos.

Vuelve a casa. Ayuda a los niños con los deberes. Busca una emisora con música. Cena con la familia.

Di “buenas noches, niños”. Ponte el pijama. “Buenas noches, mi amor”. Dale la mano, quizá algo más. Y ahora la pastilla para dormir. No pienses en nada. Sobre todo no pienses. Duérmete. Descansa. Mañana te espera otro día de trabajo.

25.10.10

Lotería nacional

Año 1937. Guerra civil.

En un lugar de España y pese al fragor de los obuses, por amor, por deseo o por ambos impulsos un hombre y una mujer –sin reparar en consecuencias- se ayuntaron.

Tras la fecundación, los espermatozoides no concebidos, al constatar que no les había tocado salir al mundo a vivir la guerra y la posguerra, suspiraron con alivio.

Los óvulos no germinados, también.

"¡Menos mal! De la que nos hemos librado... ¡Qué buena suerte hemos tenido!", exclamaron unos y otros, al tiempo que se compadecían por los sí fecundados.

22.10.10

Esto no es un cuento

Mientras en el frente morían los soldados, ambos ministros se reunieron para explorar las posibilidades de un armisticio. A fin de que el encuentro resultara distendido, tomaron crema de ostras, roastbeef, sorbete de mango y un té con pastas. Pero al final las negociaciones se estancaron, con lo que no se firmó el cese de las hostilidades. Del menú previsto, sólo el champán quedó en la cubitera. Tras lo cual, ambos ministros se levantaron de la mesa y se despidieron cortésmente mientras en el frente seguían muriendo los soldados.

18.10.10

A ver qué me pongo

¿Precisa viajar a China? Por un precio muy asequible insertamos en su cerebro el chip del idioma chino. Inmediatamente, y sin necesidad de estudiar, entenderá y hablará fluidamente esa lengua.

¿Necesita urgentemente tener conocimientos de contabilidad, de química o de derecho? Venga y le implantaremos el chip correspondiente. En pocos minutos será un experto químico, abogado o contable.

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Nuestros chips se insertan en la zona cerebral adecuada y, mientras permanecen instalados, reordenan y configuran sus circuitos neuronales. Si usted quiere, después pueden desinstalarse, volviendo sus conexiones al trazado original.

Y próximamente, también chips de convicciones: ideológicos (para interiorizar doctrinas políticas); religiosos (para adquirir creencias); éticos (para asumir valores); estéticos (para cambiar de gustos); memorísticos (para sustituir recuerdos)...

Sal fuera de ti

¿Está usted insatisfecho con su forma de ser? ¿Se siente lleno de negatividad? ¿Con frecuencia no se autosoporta? ¿Se cae mal a sí mismo?

La empresa que introdujo los chips ideológicos y memorísticos, le ofrece ahora los nuevos “chips temperamentales”.

Un sencillo y rápido implante cerebral le permitirá cambiar de carácter.

Abandone el pesimismo y la melancolía. Gracias a nuestros chips, usted se convertirá en una persona positiva, dinámica, optimista, extravertida...

Con la misma facilidad con que aprendió japonés (ahorrándose penosos años de estudio), usted puede ahora cambiar de temperamento y ver la vida de otro color.

Su nueva personalidad, su nuevo carácter, están a un solo golpe de chip.

15.10.10

Biografía

A las siete, la flor de un día brotó en silencio. A las nueve empezó a abrirse. A las diez se desplegó del todo. A las doce un insecto anduvo por sus pétalos, libó de su néctar, se llevó algo de polen adherido a sus patas. A las seis de la tarde se cerró. A las diez de la noche se mustió para siempre. Y eso fue todo. Todo. Pasó ella por la vida, y la vida por ella, sin rozarse apenas la una con la otra.

13.10.10

Insomnio

En términos de sueño, salió caro regatear ayer con el vendedor callejero. Le arranqué un reloj a la mitad del precio inicial (es fácil negociar con un débil), pero luego me sentí culpable cuando le vi recoger deprisa la mercancía y suplicar inútilmente al policía que no se la requisara. Y después tardé en dormirme, pensando en las monedas que le había escamoteado, tan insignificantes para mí, tan necesarias para él. Sin duda que, de no ser por aquello, habría pasado hoy del perro de la cuneta, le habría dejado ahí cojeando en vez de parar el coche, recogerlo, llevarlo al veterinario y traerlo a casa. Y ahora tengo que ponerle un nombre. Pero sin pensarlo mucho: no quiero otro motivo de insomnio. ¿Piedad? ¿Conciencia? ¿Qué tal Blanqueo? ¿Aceptaría un perro llamarse Blanqueo?

11.10.10

Patentes y marcas

Una luz que se enciende cuando vemos a alguien por última vez antes de su muerte o de la nuestra. Que indica que es la última oportunidad de decirle “déjame que te explique” o “perdona” o “te quiero”.

Una lámpara que se ilumina cuando sin saber dañamos a alguien. Que alerta de nuestro poder ignorado. (Es tan difícil no herir a quien nos ama...)

Un interruptor que permite dejar de odiar. No sólo sirve para desistir de la venganza sino que la máquina abduce, disipa el rencor.

Un botón para cesar de envidiar. Sirve para no desear a otros nuestro infortunio ni nuestras carencias; para alegrarnos de que otros tengan lo que nos falta, de que otros no sufran lo que nosotros sufrimos.

Un pulsador que se aprieta y olvidamos acciones, propias o ajenas. Al pulsar se selecciona “olvidar este trozo de vida” o esa traición o ese error, y éstos se borran de la memoria.

Una palanca que al moverla nos cambia los gustos, para que nada sórdido ni abyecto nos atraiga.

Cibernética de última generación. Alarmas que se activan a tiempo, botones que automatizan el perdón y el olvido.

8.10.10

A por el mar

Cansado ya de afluentes, de cascadas, de vertidos, de sequías, de inundaciones, de diques, de embarcaderos, de meandros, de remolinos, de pasar bajo los puentes…, cansado ya de su cauce, de su propio lecho exhausto, a menudo siente el río ganas de desembocar.

7.10.10

Y no me importa nada

Con bombas de racimo, con napalm, con gas mostaza, con armas atómicas…, los hombres se mataban unos a otros, y el Universo (siempre omni-ignorante, siempre omni-impotente) no intervenía. No les hacía parar. No ponía orden. Como siempre, el Universo (omni-ausente, omni-ciego, omni-sordo, omni-mudo) les dejaba actuar; les permitía masacrarse entre sí sin hacer nada.

6.10.10

Único

Es de una clase inespecífica, rara en el mundo. No tiene pedigrí, pero les aseguro que no hallarán otro de sus mismas características. No hay otro igual. Es un animal insólito; un ejemplar único e irrepetible. Es, ¿cómo decirlo?, es... el chucho que me quiere.

5.10.10

De estreno

Cuando mamá enfermó, mis hermanos y yo tuvimos que turnarnos para cuidarla.

Uno de los días que dormí con ella tuve que abrir su armario para coger un pijama. Sin saber por qué, me detuve un momento a mirar su ropa. Toda me era familiar, salvo un bonito vestido de color violeta. No sólo nunca se lo había visto puesto, sino que no me imaginaba a mi madre vestida con él.

Se lo comenté, y entonces mi madre me contó un pequeño secreto. Su secreto.

Aquel vestido lo había comprado hacía muchos años, con idea de lucirlo en la boda de unos parientes. Aquel año mi familia pasaba por una mala racha, a causa de la sequía y las malas cosechas. Hubo que suprimir gastos. A mis hermanos y a mí nos borraron del comedor del colegio y, en su lugar, llevábamos el almuerzo en una fiambrera. Mi madre se privó de todo. No gastaba en peluquería ni en ropa o calzado para ella. Compró conejos y gallinas, y habilitó un corral para así disponer de carne y huevos.

Pero, a pesar de todo, un día que mi madre fue a la ciudad y vio en una tienda aquel vestido, quedó prendada de él. Dado que iba a ser la boda de su prima, decidió comprarlo. Fue uno de los pocos caprichos que se permitió en su vida.

Sin embargo, unos días después le remordió la conciencia por el gasto que había hecho. Así que decidió autocastigarse: no se pondría el vestido. De hecho nunca lo estrenó. Lo guardó en el ropero como recordatorio de su desliz y para que le sirviera de lección.

Cuando semanas más tarde mi madre murió, sugerí a mis hermanos que la veláramos con aquel vestido. A ellos les pareció bien, así que se lo pusimos. Un poco tarde, pero lo estrenó.

Después, en el crematorio, mientras su cuerpo y el vestido ardían me pregunté si con ellos se quemaba también el sacrificio de mi madre. Si era indiferente que mi madre hubiera renunciado a tanto por nosotros. Si, a la postre, habría dado lo mismo que no se hubiera privado de nada. Y dentro de mí una voz respondía “no puede ser no puede ser…”.

4.10.10

La isla bonita

Algunas veces, rodeado de ostentación, por entre las mentiras y las apariencias, en medio del griterío y de las vanidades, acorralado por los ritos y las modas, el señor Crusoe echa de menos su isla.

1.10.10

El secreto

Hace años creamos máquinas más inteligentes que nosotros. Y éstas, a su vez, crearon máquinas más inteligentes que ellas. Y así, unas máquinas fueron creando otras, cada vez más inteligentes, cada vez más dotadas.

Varias generaciones de máquinas después, éstas entienden lo que nosotros no entendemos. Perciben lo que nosotros no percibimos. Captan lo que nosotros no captamos.

Les preguntamos qué es aquello que entienden; cómo es lo que perciben; qué hay en eso que captan.

Y las máquinas nos contestan:

-No podéis entenderlo. Por mucho que queráis, no podéis abarcarlo. Lo que percibimos no cabe en vosotros. Lo que nosotras captamos es humanamente incomprensible.